"El imam es el mensajero del aspecto esotérico de la revelación"
Mohamed-Ali
Amir-Moezzi
Director
de estudios de la École Pratique des Hautes Études de la Sorbona (París).
El chiismo es la corriente religiosa más antigua del islam, ya que
su núcleo primitivo se remonta al momento en que se plantea el problema de la
sucesión de Muhammad. El chiismo constituye la principal minoría del islam y es
considerado por la mayoría suní, llamada ortodoxa, como la principal
"heterodoxia", es decir, "herejía", del islam.
Evidentemente, sin embargo, los chiíes consideran su doctrina como la
"ortodoxia" por excelencia del islam.
El término árabe Xia (que significa 'partidarios', 'adheridos',
'fieles') fue progresivamente aplicado al que parece que fue el primero de los
"partidos" político-religiosos nacidos en el seno de la comunidad
islámica. Era el partido constituido por aquellos que abogaban a favor de Alí
(primo y yerno del Profeta) y de sus descendientes, a quienes otorgaban el
derecho exclusivo de guiar la comunidad, tanto en lo temporal como en lo
espiritual. En efecto, a la muerte de Muhammad, el año 632, dos concepciones
respecto a la sucesión entraron en conflicto. Una mayoría de musulmanes declaró
que Muhammad no había designado a nadie como sucesor, y recurrió a la tradición
tribal ancestral de elección de un jefe: un consejo integrado por algunos
compañeros del Profeta y notables de los clanes más poderosos de las tribus de
La Meca nombró un sabio perteneciente a la misma tribu Quraysh que Muhammad. La
elección recayó en Abu Bakr, quien se convirtió en el primer califa. Sus
partidarios son los antecesores de lo que más tarde se conocerá como suníes.
Frente a ellos se encontraban los partidarios de Alí, quienes
sostenían que Muhammad había designado claramente a su yerno como sucesor.
Según ellos, no podía ser de otra manera: ¿cómo pudo el Profeta dejar una
cuestión tan importante en suspenso? Ello sería incluso contrario al espíritu
mismo del Corán, según el cual los grandes profetas del pasado habían elegido a
sus sucesores entre los miembros más cercanos de sus familias.
Así pues, Alí es considerado por los chiitas su primer imam
('guía', 'cabeza'). Al designar el verdadero dirigente de la comunidad, aun
cuando no ostente el poder efectivo, la figura del imam, como veremos a
continuación, se convierte en la noción central de la religión de los chiíes,
que no utilizan nunca el término califa para llamar a su jefe.
El chiismo es, por tanto, tan antiguo como el litigio por la
sucesión de Muhammad, pero no se reduce a ello. El legitimismo chií no puede
ser considerado más que el punto de partida de desarrollos doctrinales
monumentales donde la problemática central de la herencia profética encontrará
significaciones múltiples y complejas.
La figura del imam
El verdadero centro alrededor del cual gira toda la doctrina chií
es el imam. En el sunismo, este término no goza de ninguna importancia
particular. Puede designar por igual a un jefe, un dirigente, un erudito
religioso o quien dirige la oración colectiva. Para los chiíes, sin embargo, se
trata de un título sagrado. Resumiendo mucho, se podría decir que el chiismo es
principalmente una imanología. En efecto, de la teología a la ética, del
derecho a la exégesis, de la cosmología al ritual y la escatología, todos los
aspectos doctrinales, todos los capítulos de la fe, están determinados en
última instancia por una particular concepción de la figura del guía.
El chiismo se ha elaborado en torno a una doble visión del mundo en
que la figura del imam es determinante. Toda realidad, de la más elevada a la
más anodina, posee dos niveles: uno manifiesto, obvio, aparente (en árabe
zâhir), y otro secreto, no manifiesto (bâtin), oculto bajo el nivel aparente y
que puede conllevar otros niveles todavía más escondidos (bâtin al-bâtin). La
dialéctica de lo manifiesto y de lo oculto, de lo exotérico y lo esotérico,
aspectos diferentes pero sin embargo interdependientes, constituye un credo
fundamental, omnipresente en los pensadores y hombres cultivados, pero también
impregna las creencias de la masa de fieles. De hecho, opera en diferentes
disciplinas religiosas, empezando por la teología. El mismo Dios comprende dos
niveles ontológicos: en primer lugar, el de la Esencia, la cual es
inconcebible, inimaginable, y está más allá de todo pensamiento y de todo
saber. Este nivel oculto, el aspecto esotérico de Dios, es el de lo
incognoscible, el de la invisibilidad de Dios. Pero si las cosas quedaran así,
no sería posible ninguna relación, ninguna comunicación, entre el Creador y las
criaturas. Entonces Dios, en su bondad, hizo surgir de su propio ser otro
nivel: el de los Nombres y Atributos mediante los cuales Él se revela y se da a
conocer. Este nivel revelado, el aspecto exotérico de Dios, no es ya Dios en
cuanto Incognoscible, sino Dios en cuanto Ignoto que aspira a ser conocido.
"La misión del imam consiste en dar a conocer el espíritu del
libro santo, su nivel esotérico, revelando el secreto de su origen a una
minoría de iniciados, a la élite de la comunidad"
Ahora bien, estos Nombres y Atributos intervienen en la creación a
través de vehículos, de "órganos divinos", que son tanto lugares de
manifestación divina como teofanías. La teofanía por excelencia es un ser
metafísico que la literatura chií ha llamado el Imam Celestial, el Imam de Luz,
el Hombre Cósmico e incluso Alí Celestial. Se trata del Imam (con "I"
mayúscula) en su acepción ontológica universal. El conocimiento de su realidad
equivale al conocimiento de lo que puede ser conocido en Dios.
Asimismo, este Imam posee él mismo una dimensión escondida y otra
manifiesta. Lo esotérico es justamente su aspecto metafísico, cósmico. Y lo
exotérico son los imames (con "i" minúscula) de los diferentes ciclos
de la historia. Aquí es donde entra la profetología. Para los chiíes, cada
profeta, cada mensajero, ha estado acompañado en su misión por uno o más
imames. Además, estos enviados y sus imames están relacionados entre sí por una
cadena ininterrumpida de profetas, imames y santos "menores" que
integran todos ellos la gran familia de los "Amigos de Dios" (walí,
plural awliyyâ'), quienes llevan y transmiten la alianza divina, la walâya,
término central del chiismo que implica el imanato.
Los Amigos de Dios hacen llegar la palabra divina a los hombres. En
momentos particulares, esta palabra es revelada a través de libros santos entregados
por profetas legisladores. Las listas divergen según las obras, pero los
nombres más citados son Noé, Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad. Ahora bien, la
palabra divina, recogida en libro también posee un aspecto exotérico y otro
esotérico: una "letra" y un "espíritu" oculto. El
profeta-enviado conoce por supuesto ambos niveles. Sin embargo, su misión
consiste en presentar la letra de la revelación a la mayoría de los fieles de
su comunidad. Para un paralelismo y una complementariedad rigurosos, la misión
del imam consiste en dar a conocer el espíritu del libro santo, su nivel
esotérico, revelando el secreto de su origen (Tawil), no a todos, sino a una
minoría de iniciados, a la élite de la comunidad. Los chiíes reivindican así su
carácter minoritario como un signo de elección. Sin la enseñanza iniciática del
imam, el texto de la revelación no revela su profundidad, como una letra cuyo
espíritu quedara ignorado. Es por eso que el Corán es llamado el "Libro
silente" o el "Guía mudo", mientras que el imam es el Corán
parlante. Así, el profeta sigue siendo el mensajero de lo exotérico de la
religión o de la religión exotérica, de lo que el vocabulario técnico chií
designa como islam, literalmente la 'sumisión' a la letra de la revelación, que
hace de la masa de los fieles Muslims o "musulmanes". Paralelamente,
el imam es el mensajero del aspecto esotérico de la revelación, el iniciador a
la religión espiritual llamada imam (en árabe 'fe'). Los creyentes fieles, los
mu'min, son, pues, los iniciados en los secretos de la religión, los hombres de
lo esotérico, los adeptos de los imames; en una palabra, los chiitas. Esta es
la razón por la que todas las religiones han tenido sus "musulmanes"
mayoritarios y sus "chiíes" minoritarios: una masa exoterista,
incapaz de profundizar, y una élite cultivada iniciada en los niveles
espirituales de la fe. Sin embargo, en el seno del chiismo se ha establecido
una distinción entre los chiíes superficiales y los verdaderos chiíes, es
decir, entre aquellos que se contentan con los aspectos exotéricos de la
enseñanza de los imames y aquellos que además buscan asimilar las dimensiones
secretas.
Además de una visión dual, el chiismo tiene también una visión
dualista del mundo. La historia de la creación es la de un combate cósmico entre
las fuerzas del bien y del mal, entre la luz y la oscuridad. Dado el papel
central de la iniciación y del saber, se puede decir que el bien es el
conocimiento mientras que el mal es la ignorancia. Según las tradiciones
cosmogónicas, lo que caracteriza la creación desde su origen es el combate
entre las armadas de la Inteligencia cósmica (al-'aql) y las de la Ignorancia
(al-Jahl), símbolos y arquetipos del Imam y sus adeptos y del Enemigo del Imam
y sus partidarios, respectivamente. Este combate primordial resuena edad tras
edad, en todas las épocas, oponiendo los Amigos de Dios y sus fieles a las
fuerzas de la Ignorancia, hasta el fin de los tiempos y el advenimiento del
Imam al-Mahdi, el salvador escatológico, quien derrotará definitivamente las
fuerzas del mal.
Con la venida de cada religión, debido a la usurpación del poder
por parte de guías injustos, se forma en el seno de la comunidad una mayoría
que, sometida a la letra de la religión, rechaza creer en su espíritu
escondido. Esta mayoría amputa lo más profundo de la religión y se condena así
a la decadencia y la violencia. El Enemigo del Imam y sus partidarios no son
forzosamente los paganos o los adeptos de otras religiones. Los israelitas que
traicionaron a Moisés entregándose al culto del becerro de oro o los compañeros
de Muhammad que rechazaron la elección de Alí no eran no-judíos o
no-musulmanes, sino los que rechazaron lo esotérico de la religión, la walâya.
Así, en el plano puramente doctrinal, un chií iniciado se sentirá más cerca de
un "chií" judío o cristiano, es decir, de un iniciado en el
esoterismo judío y cristiano, que de un musulmán suní, considerado un
adversario.
En un contexto como el descrito, de lucha encarnizada entre las
fuerzas de la iniciación y de la contra-iniciación, hay dos factores
esenciales. Primeramente, la discreción. En efecto, con el fin de proteger la
propia vida, así como la integridad de su doctrina, la preservación del
secreto, la disciplina del arcano (taqiyya o kitmân), se convierte en una
obligación canónica para el chií. En segundo lugar, el chií está constantemente
llamado a un amor sin falla, una fidelidad a toda prueba hacia su imam. El
término que designa este intenso sentimiento, que transmuta la fe en
experiencia interior transformadora, es walâya.
Al mismo tiempo, se invita al fiel a distanciarse de los
adversarios del imam, a practicar la barâ'a. Y es que, en un universo regido
por la guerra y sus obligaciones, la alianza sagrada (walâya) con el guía
iniciador y el conocimiento que éste dispensa no puede ser completa si no va
acompañada de la disociación sagrada (barâ'a) respecto de aquellos que no
persiguen otra cosa que aniquilar el verdadero conocimiento y a quien lo
atesora. En esta concepción, la neutralidad no es posible. Todo ser humano, sea
o no consciente de ello, participa en esta lucha.
La gente de la casa profética
En el chiismo, el principal objeto de devoción es un conjunto de
personajes integrado por Muhammad, su hija Fátima, su yerno Alí y los otros
imames descendientes de estos últimos. La progenie y el número de imames fueron
objeto de divergencias que a su vez determinarían la división del chiismo en
innumerables corrientes, de las cuales los duodecimanos y los ismailíes
septimanos son las principales. Objetos de un verdadero amor místico, los
imames ocupan el centro tanto de la devoción popular como de la meditación de
los sabios y hombres cultivados. Sus tumbas son los principales lugares de
peregrinación de los fieles, y hacen de las ciudades donde se encuentran
lugares santos.
Si bien el chiismo ha tratado de mantener un equilibrio entre el
profeta y el imam, el examen de las fuentes, así como las creencias populares,
muestran la superioridad del papel del segundo (el imam), lo que obedece a
varios motivos. Ante todo, insistimos, a que el chiismo es una imamologia, una
religión basada en el imam. En segundo lugar, el aspecto exotérico y lo
esotérico, a pesar de ser complementarios, no gozan de la misma importancia. El
exotérico constituye la base de lo esotérico, pero es el segundo el que otorga
vida y sentido al primero. El espíritu puede existir sin la letra, pero sin él
la letra está muerta.
Ya en vida de Muhammad, Alí parece haber sido un personaje
singular. Su nombre estuvo asociado, caso único, a una expresión llamativa: la "religión
de Alí", conjunto de artículos de fe apoyados sobre doctrinas coránicas,
pero aún más sobre creencias ancestrales preislámicas referidas a un cierto
"culto del parentesco". En efecto, según algunas antiguas creencias
árabes, los lazos de parentesco privilegiados que unían Muhammad y Alí
establecieron una especie de identidad espiritual entre ambos: eran primos
hermanos, el vínculo más noble según las creencias tribales. Por otro lado,
Muhammad fue el hijo adoptivo del padre de Alí, y éste se convirtió más tarde
en hijo adoptivo de Muhammad. Además, el Profeta entregó a su hija Fátima en
matrimonio a Alí, haciendo de él el padre de su única descendencia masculina en
la persona de sus dos nietos Hassan y Husayn. Estos cuatro personajes formarían
la gente de la casa profética (ahl al-bayt).
Por las razones que ya hemos expuesto, poco después de la muerte de
Muhammad el proceso de glorificación de Alí haría de él una figura de
dimensiones cósmicas. Alí fue asimilado a las dos acepciones del término imam
que ya hemos explicado. El primer imam fue visto como un ser teofánico, lugar
de manifestación del Dios revelado. Para la conciencia mística chií, Alí y el
resto de imames salidos de él constituyen guías espirituales y modelos
iniciáticos, pero también son el último horizonte de un camino interior que
transforma al simple fiel en un Amigo de Dios. Incluso en la espiritualidad
suní, Alí goza de una consideración excepcional y es el modelo de sabiduría, de
piedad, de ciencia y de vida espiritual. Alí se encuentra al frente de casi
todas las cadenas de transmisión iniciáticas y los linajes de la mayoría de
cofradías sufíes.
Conclusión: pluralidad chií
El islam chií no es monolítico, sino que se ha diversificado en
función de su historia. Como sucede con toda religión, su evolución ha
modificado los atributos del chiismo original, y ha complejizado
considerablemente prácticas y creencias. Toda definición esencialista será, por
tanto, arriesgada. Sin embargo, es posible señalar ciertas constantes y
plantear, a modo de conclusión, algunos hitos. Es evidente, en primer lugar,
que el chiismo se caracteriza por una especial vocación por el estudio. La
actitud favorita del chií es el estudio asiduo de la letra coránica. Los sabios
chiitas son, ante todo, hombres de estudio y de iniciación. Es a través del
estudio, justamente, como los chiitas creen llegar a la verdad revelada,
vehículo de su salvación. En segundo lugar, este estudio es sostenido por un
vivo sentimiento mesiánico. La percepción de la historia como un campo de
batalla forma parte de la visión chií del mundo. En el corazón de la conciencia
chií yace la obsesión por el tiempo. ¿En qué se convierte la verdad de la
revelación después de la muerte de Muhammad, sello de la profecía? A la
historia de la profecía le sigue el tiempo de la walâya, el tiempo del estudio,
pero también el tiempo del acontecimiento del retorno, retorno en Dios, retorno
a Dios, regreso anunciado del duodécimo imam, el imam oculto.
Los actores del drama chií –porque, en definitiva, se trata de una
fantástica dramaturgia– expresan una gama infinita de matices. Y no únicamente
porque la muerte trágica del imam Husayn extienda su sombra de luto sobre la
conciencia chií, ilustrando la verdad de este mundo y la precariedad de la vida
terrestre, sino porque se vive la temporalidad como una dramaturgia.
Fuente: www.dialogales.org