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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

lunes, octubre 09, 2017

El Imam y la Revelación - Amir Moezzi




"El imam es el mensajero del aspecto esotérico de la revelación"

Mohamed-Ali Amir-Moezzi
Director de estudios de la École Pratique des Hautes Études de la Sorbona (París).

El chiismo es la corriente religiosa más antigua del islam, ya que su núcleo primitivo se remonta al momento en que se plantea el problema de la sucesión de Muhammad. El chiismo constituye la principal minoría del islam y es considerado por la mayoría suní, llamada ortodoxa, como la principal "heterodoxia", es decir, "herejía", del islam. Evidentemente, sin embargo, los chiíes consideran su doctrina como la "ortodoxia" por excelencia del islam.

El término árabe Xia (que significa 'partidarios', 'adheridos', 'fieles') fue progresivamente aplicado al que parece que fue el primero de los "partidos" político-religiosos nacidos en el seno de la comunidad islámica. Era el partido constituido por aquellos que abogaban a favor de Alí (primo y yerno del Profeta) y de sus descendientes, a quienes otorgaban el derecho exclusivo de guiar la comunidad, tanto en lo temporal como en lo espiritual. En efecto, a la muerte de Muhammad, el año 632, dos concepciones respecto a la sucesión entraron en conflicto. Una mayoría de musulmanes declaró que Muhammad no había designado a nadie como sucesor, y recurrió a la tradición tribal ancestral de elección de un jefe: un consejo integrado por algunos compañeros del Profeta y notables de los clanes más poderosos de las tribus de La Meca nombró un sabio perteneciente a la misma tribu Quraysh que Muhammad. La elección recayó en Abu Bakr, quien se convirtió en el primer califa. Sus partidarios son los antecesores de lo que más tarde se conocerá como suníes.

Frente a ellos se encontraban los partidarios de Alí, quienes sostenían que Muhammad había designado claramente a su yerno como sucesor. Según ellos, no podía ser de otra manera: ¿cómo pudo el Profeta dejar una cuestión tan importante en suspenso? Ello sería incluso contrario al espíritu mismo del Corán, según el cual los grandes profetas del pasado habían elegido a sus sucesores entre los miembros más cercanos de sus familias.

Así pues, Alí es considerado por los chiitas su primer imam ('guía', 'cabeza'). Al designar el verdadero dirigente de la comunidad, aun cuando no ostente el poder efectivo, la figura del imam, como veremos a continuación, se convierte en la noción central de la religión de los chiíes, que no utilizan nunca el término califa para llamar a su jefe.

El chiismo es, por tanto, tan antiguo como el litigio por la sucesión de Muhammad, pero no se reduce a ello. El legitimismo chií no puede ser considerado más que el punto de partida de desarrollos doctrinales monumentales donde la problemática central de la herencia profética encontrará significaciones múltiples y complejas.

La figura del imam

El verdadero centro alrededor del cual gira toda la doctrina chií es el imam. En el sunismo, este término no goza de ninguna importancia particular. Puede designar por igual a un jefe, un dirigente, un erudito religioso o quien dirige la oración colectiva. Para los chiíes, sin embargo, se trata de un título sagrado. Resumiendo mucho, se podría decir que el chiismo es principalmente una imanología. En efecto, de la teología a la ética, del derecho a la exégesis, de la cosmología al ritual y la escatología, todos los aspectos doctrinales, todos los capítulos de la fe, están determinados en última instancia por una particular concepción de la figura del guía.

El chiismo se ha elaborado en torno a una doble visión del mundo en que la figura del imam es determinante. Toda realidad, de la más elevada a la más anodina, posee dos niveles: uno manifiesto, obvio, aparente (en árabe zâhir), y otro secreto, no manifiesto (bâtin), oculto bajo el nivel aparente y que puede conllevar otros niveles todavía más escondidos (bâtin al-bâtin). La dialéctica de lo manifiesto y de lo oculto, de lo exotérico y lo esotérico, aspectos diferentes pero sin embargo interdependientes, constituye un credo fundamental, omnipresente en los pensadores y hombres cultivados, pero también impregna las creencias de la masa de fieles. De hecho, opera en diferentes disciplinas religiosas, empezando por la teología. El mismo Dios comprende dos niveles ontológicos: en primer lugar, el de la Esencia, la cual es inconcebible, inimaginable, y está más allá de todo pensamiento y de todo saber. Este nivel oculto, el aspecto esotérico de Dios, es el de lo incognoscible, el de la invisibilidad de Dios. Pero si las cosas quedaran así, no sería posible ninguna relación, ninguna comunicación, entre el Creador y las criaturas. Entonces Dios, en su bondad, hizo surgir de su propio ser otro nivel: el de los Nombres y Atributos mediante los cuales Él se revela y se da a conocer. Este nivel revelado, el aspecto exotérico de Dios, no es ya Dios en cuanto Incognoscible, sino Dios en cuanto Ignoto que aspira a ser conocido.

"La misión del imam consiste en dar a conocer el espíritu del libro santo, su nivel esotérico, revelando el secreto de su origen a una minoría de iniciados, a la élite de la comunidad"

Ahora bien, estos Nombres y Atributos intervienen en la creación a través de vehículos, de "órganos divinos", que son tanto lugares de manifestación divina como teofanías. La teofanía por excelencia es un ser metafísico que la literatura chií ha llamado el Imam Celestial, el Imam de Luz, el Hombre Cósmico e incluso Alí Celestial. Se trata del Imam (con "I" mayúscula) en su acepción ontológica universal. El conocimiento de su realidad equivale al conocimiento de lo que puede ser conocido en Dios.

Asimismo, este Imam posee él mismo una dimensión escondida y otra manifiesta. Lo esotérico es justamente su aspecto metafísico, cósmico. Y lo exotérico son los imames (con "i" minúscula) de los diferentes ciclos de la historia. Aquí es donde entra la profetología. Para los chiíes, cada profeta, cada mensajero, ha estado acompañado en su misión por uno o más imames. Además, estos enviados y sus imames están relacionados entre sí por una cadena ininterrumpida de profetas, imames y santos "menores" que integran todos ellos la gran familia de los "Amigos de Dios" (walí, plural awliyyâ'), quienes llevan y transmiten la alianza divina, la walâya, término central del chiismo que implica el imanato.

Los Amigos de Dios hacen llegar la palabra divina a los hombres. En momentos particulares, esta palabra es revelada a través de libros santos entregados por profetas legisladores. Las listas divergen según las obras, pero los nombres más citados son Noé, Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad. Ahora bien, la palabra divina, recogida en libro también posee un aspecto exotérico y otro esotérico: una "letra" y un "espíritu" oculto. El profeta-enviado conoce por supuesto ambos niveles. Sin embargo, su misión consiste en presentar la letra de la revelación a la mayoría de los fieles de su comunidad. Para un paralelismo y una complementariedad rigurosos, la misión del imam consiste en dar a conocer el espíritu del libro santo, su nivel esotérico, revelando el secreto de su origen (Tawil), no a todos, sino a una minoría de iniciados, a la élite de la comunidad. Los chiíes reivindican así su carácter minoritario como un signo de elección. Sin la enseñanza iniciática del imam, el texto de la revelación no revela su profundidad, como una letra cuyo espíritu quedara ignorado. Es por eso que el Corán es llamado el "Libro silente" o el "Guía mudo", mientras que el imam es el Corán parlante. Así, el profeta sigue siendo el mensajero de lo exotérico de la religión o de la religión exotérica, de lo que el vocabulario técnico chií designa como islam, literalmente la 'sumisión' a la letra de la revelación, que hace de la masa de los fieles Muslims o "musulmanes". Paralelamente, el imam es el mensajero del aspecto esotérico de la revelación, el iniciador a la religión espiritual llamada imam (en árabe 'fe'). Los creyentes fieles, los mu'min, son, pues, los iniciados en los secretos de la religión, los hombres de lo esotérico, los adeptos de los imames; en una palabra, los chiitas. Esta es la razón por la que todas las religiones han tenido sus "musulmanes" mayoritarios y sus "chiíes" minoritarios: una masa exoterista, incapaz de profundizar, y una élite cultivada iniciada en los niveles espirituales de la fe. Sin embargo, en el seno del chiismo se ha establecido una distinción entre los chiíes superficiales y los verdaderos chiíes, es decir, entre aquellos que se contentan con los aspectos exotéricos de la enseñanza de los imames y aquellos que además buscan asimilar las dimensiones secretas.

Además de una visión dual, el chiismo tiene también una visión dualista del mundo. La historia de la creación es la de un combate cósmico entre las fuerzas del bien y del mal, entre la luz y la oscuridad. Dado el papel central de la iniciación y del saber, se puede decir que el bien es el conocimiento mientras que el mal es la ignorancia. Según las tradiciones cosmogónicas, lo que caracteriza la creación desde su origen es el combate entre las armadas de la Inteligencia cósmica (al-'aql) y las de la Ignorancia (al-Jahl), símbolos y arquetipos del Imam y sus adeptos y del Enemigo del Imam y sus partidarios, respectivamente. Este combate primordial resuena edad tras edad, en todas las épocas, oponiendo los Amigos de Dios y sus fieles a las fuerzas de la Ignorancia, hasta el fin de los tiempos y el advenimiento del Imam al-Mahdi, el salvador escatológico, quien derrotará definitivamente las fuerzas del mal.

Con la venida de cada religión, debido a la usurpación del poder por parte de guías injustos, se forma en el seno de la comunidad una mayoría que, sometida a la letra de la religión, rechaza creer en su espíritu escondido. Esta mayoría amputa lo más profundo de la religión y se condena así a la decadencia y la violencia. El Enemigo del Imam y sus partidarios no son forzosamente los paganos o los adeptos de otras religiones. Los israelitas que traicionaron a Moisés entregándose al culto del becerro de oro o los compañeros de Muhammad que rechazaron la elección de Alí no eran no-judíos o no-musulmanes, sino los que rechazaron lo esotérico de la religión, la walâya. Así, en el plano puramente doctrinal, un chií iniciado se sentirá más cerca de un "chií" judío o cristiano, es decir, de un iniciado en el esoterismo judío y cristiano, que de un musulmán suní, considerado un adversario.

En un contexto como el descrito, de lucha encarnizada entre las fuerzas de la iniciación y de la contra-iniciación, hay dos factores esenciales. Primeramente, la discreción. En efecto, con el fin de proteger la propia vida, así como la integridad de su doctrina, la preservación del secreto, la disciplina del arcano (taqiyya o kitmân), se convierte en una obligación canónica para el chií. En segundo lugar, el chií está constantemente llamado a un amor sin falla, una fidelidad a toda prueba hacia su imam. El término que designa este intenso sentimiento, que transmuta la fe en experiencia interior transformadora, es walâya.

Al mismo tiempo, se invita al fiel a distanciarse de los adversarios del imam, a practicar la barâ'a. Y es que, en un universo regido por la guerra y sus obligaciones, la alianza sagrada (walâya) con el guía iniciador y el conocimiento que éste dispensa no puede ser completa si no va acompañada de la disociación sagrada (barâ'a) respecto de aquellos que no persiguen otra cosa que aniquilar el verdadero conocimiento y a quien lo atesora. En esta concepción, la neutralidad no es posible. Todo ser humano, sea o no consciente de ello, participa en esta lucha.

La gente de la casa profética

En el chiismo, el principal objeto de devoción es un conjunto de personajes integrado por Muhammad, su hija Fátima, su yerno Alí y los otros imames descendientes de estos últimos. La progenie y el número de imames fueron objeto de divergencias que a su vez determinarían la división del chiismo en innumerables corrientes, de las cuales los duodecimanos y los ismailíes septimanos son las principales. Objetos de un verdadero amor místico, los imames ocupan el centro tanto de la devoción popular como de la meditación de los sabios y hombres cultivados. Sus tumbas son los principales lugares de peregrinación de los fieles, y hacen de las ciudades donde se encuentran lugares santos.
Si bien el chiismo ha tratado de mantener un equilibrio entre el profeta y el imam, el examen de las fuentes, así como las creencias populares, muestran la superioridad del papel del segundo (el imam), lo que obedece a varios motivos. Ante todo, insistimos, a que el chiismo es una imamologia, una religión basada en el imam. En segundo lugar, el aspecto exotérico y lo esotérico, a pesar de ser complementarios, no gozan de la misma importancia. El exotérico constituye la base de lo esotérico, pero es el segundo el que otorga vida y sentido al primero. El espíritu puede existir sin la letra, pero sin él la letra está muerta.

Ya en vida de Muhammad, Alí parece haber sido un personaje singular. Su nombre estuvo asociado, caso único, a una expresión llamativa: la "religión de Alí", conjunto de artículos de fe apoyados sobre doctrinas coránicas, pero aún más sobre creencias ancestrales preislámicas referidas a un cierto "culto del parentesco". En efecto, según algunas antiguas creencias árabes, los lazos de parentesco privilegiados que unían Muhammad y Alí establecieron una especie de identidad espiritual entre ambos: eran primos hermanos, el vínculo más noble según las creencias tribales. Por otro lado, Muhammad fue el hijo adoptivo del padre de Alí, y éste se convirtió más tarde en hijo adoptivo de Muhammad. Además, el Profeta entregó a su hija Fátima en matrimonio a Alí, haciendo de él el padre de su única descendencia masculina en la persona de sus dos nietos Hassan y Husayn. Estos cuatro personajes formarían la gente de la casa profética (ahl al-bayt).

Por las razones que ya hemos expuesto, poco después de la muerte de Muhammad el proceso de glorificación de Alí haría de él una figura de dimensiones cósmicas. Alí fue asimilado a las dos acepciones del término imam que ya hemos explicado. El primer imam fue visto como un ser teofánico, lugar de manifestación del Dios revelado. Para la conciencia mística chií, Alí y el resto de imames salidos de él constituyen guías espirituales y modelos iniciáticos, pero también son el último horizonte de un camino interior que transforma al simple fiel en un Amigo de Dios. Incluso en la espiritualidad suní, Alí goza de una consideración excepcional y es el modelo de sabiduría, de piedad, de ciencia y de vida espiritual. Alí se encuentra al frente de casi todas las cadenas de transmisión iniciáticas y los linajes de la mayoría de cofradías sufíes.

Conclusión: pluralidad chií

El islam chií no es monolítico, sino que se ha diversificado en función de su historia. Como sucede con toda religión, su evolución ha modificado los atributos del chiismo original, y ha complejizado considerablemente prácticas y creencias. Toda definición esencialista será, por tanto, arriesgada. Sin embargo, es posible señalar ciertas constantes y plantear, a modo de conclusión, algunos hitos. Es evidente, en primer lugar, que el chiismo se caracteriza por una especial vocación por el estudio. La actitud favorita del chií es el estudio asiduo de la letra coránica. Los sabios chiitas son, ante todo, hombres de estudio y de iniciación. Es a través del estudio, justamente, como los chiitas creen llegar a la verdad revelada, vehículo de su salvación. En segundo lugar, este estudio es sostenido por un vivo sentimiento mesiánico. La percepción de la historia como un campo de batalla forma parte de la visión chií del mundo. En el corazón de la conciencia chií yace la obsesión por el tiempo. ¿En qué se convierte la verdad de la revelación después de la muerte de Muhammad, sello de la profecía? A la historia de la profecía le sigue el tiempo de la walâya, el tiempo del estudio, pero también el tiempo del acontecimiento del retorno, retorno en Dios, retorno a Dios, regreso anunciado del duodécimo imam, el imam oculto.

Los actores del drama chií –porque, en definitiva, se trata de una fantástica dramaturgia– expresan una gama infinita de matices. Y no únicamente porque la muerte trágica del imam Husayn extienda su sombra de luto sobre la conciencia chií, ilustrando la verdad de este mundo y la precariedad de la vida terrestre, sino porque se vive la temporalidad como una dramaturgia.


Fuente: www.dialogales.org