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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

martes, mayo 03, 2011

Los usos de la muerte




Los usos de la muerte
Una muerte en el teatro[1] de operaciones; otra vez el cadáver dispuesto para que, al ser contemplado, transmita el mensaje que le fue asignado en la obra como mudo parlamento. La noche del primero de mayo, con el anuncio que Obama realizó sobre la muerte de Bin Laden, un nuevo acto de esta enorme puesta en escena se puso en marcha.
Lejos de cerrar el ciclo iniciado por George Bush[2], uno de los artífices del engaño de Al Qaida, la pomposamente anunciada muerte de Bin Laden pretende continuar y profundizar las políticas neocoloniales que se llevan actualmente a cabo.
“Estados unidos puede hacer lo que se proponga”. Con estas loas a la impunidad, Obama dejaba claro al mundo que no existe organismo o actor internacional alguno capaz de limitar las ambiciones de EE.UU. De hecho, la operación se realizó en territorio paquistaní y sin la participación de las fuerzas de ese país, violando su soberanía territorial, como lo viene haciendo desde hace ya varios años[3]. El todavía virtual cadáver del saudí es utilizado ahora para legitimar el reguero de muerte que las intervenciones estadounidenses desparramaron en Irak y Afganistán. Las torturas, las violaciones y los asesinatos perpetrados en esos países carecen de relevancia para los miles de ciudadanos norteamericanos que salieron a festejar la muerte de Bin Laden. Ahora, para ellos, hasta Abu Ghraib y Guantánamo tienen sentido. Los medios masivos, transmisores inmediatos de la lógica imperial, se encargan de fortalecer esta última sensación al afirmar que “todo empezó hace cuatro años. Según The New York Times, detenidos en la prisión de Guantánamo habían facilitado el seudónimo del mensajero a los interrogadores norteamericanos y dijeron que el hombre era un protegido de Sheikh Mohammed, el cerebro de los ataques del 11-S. (…) A partir de ahí, la CIA halló la localización donde el mensajero de Bin Laden y su hermano vivían en Pakistán”[4]. El mensaje es claro: las violaciones de los derechos humanos sirven.
¡¡Ganamos!!, dicen exultantes los medios de prensa norteamericanos y se unen a ellos los cipayos de turno (presidentes, analistas internacionales y periodistas en general), al tiempo que advierten que con esta muerte se incrementa el peligro de nuevos ataques a Occidente[5]. La lógica de este aparato discursivo es perfecta: Bin Laden ha podido ser asesinado gracias a instancias de tortura como Guantánamo y al desconocimiento absoluto de las soberanías territoriales de otros países; ante las “nuevas amenazas” que se avizoran será necesario, entonces, incrementar y profundizar el uso de estas prácticas que, como lo demuestra el “cadáver” de Bin Laden, han demostrado su efectividad.
Si los muertos del once de septiembre se utilizaron para ejecutar con impunidad la ocupación militar de dos países soberanos y para implementar globalmente una lógica del miedo partiendo de la demonización de Islam, este muerto viene a confirmar y a legitimar el camino ya transitado.
Ángel Horacio Molina


[1] Teatro: del griego theatrón, “lugar para contemplar”.
[2] Como pretende sugerir, con el título “La muerte de Bin Laden es el epitafio de una era de guerra contra el terrorismo , Luis Prados en la nota aparecida en el diario español El País.
[3] Luego del anuncio norteamericano, el gobierno paquistaní intentó salir airoso afirmando que había sido informado del operativo oportunamente.
[4] Diario La Capital, en su cobertura especial de la muerte de Bin Laden. http://www.diariouno.com.ar/canales/binladen/contenidos/2011/05/02/noticia_0013.html