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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

martes, abril 06, 2010

Zoreh Sefaty - Ayatullah


“El Islam no hace diferencias entre hombres y mujeres”


Ángeles Espinosa (Enviada especial) - Qom (Irán)


Zoreh es nombre de mujer. Y Zoreh Sefaty (Abadán, 1948) es reconocida como ayatolá, o signo de Dios. Ese rango, uno de los más elevados en el islam chií, no se alcanza con un título o un examen, sino con el reconocimiento de los maestros y los pares. “No me extraña que les sorprenda. En Occidente se desconoce que el islam no hace diferencias entre mujeres y hombres”, señala la fundadora de la primera escuela femenina de Qom, el centro escolástico chií en Irán. Deseosa de romper ese desconocimiento, la ayatolá Sefaty, recibe a EL PAÍS en su oficina privada.

Bajo el testimonial chador con el que se cubren las piadosas chiíes, viste con discreción, pero no de negro. Una larga bata gris y un pañuelo del mismo color festoneado de flores asoman por debajo de la capa negra que tiene buen cuidado de cerrar para las fotos. No va maquillada y apenas un discreto anillo adorna sus manos. Tampoco lleva reloj. Sefaty tiene cuatro hijas y dos hijos, todos titulados universitarios, y al acabar la entrevista habla orgullosa de sus tres nietos.

Pregunta. Una mujer ayatolá es una sorpresa. ¿Desde cuándo ostenta usted ese rango?

Respuesta. No me extraña que les sorprenda. En Occidente se desconoce que el islam no hace diferencias entre mujeres y hombres. Por lo tanto, una mujer puede llegar al mismo nivel de conocimiento, y de reconocimiento, que un hombre. Por eso he intentado hacer lo que hago. Empecé a estudiar la doctrina [islámica] hace 40 años. Primero fueron los estudios, luego la investigación y, finalmente, la enseñanza. Sí, se puede decir que soy una ayatolá, pero ese es un reconocimiento que te otorgan los demás. El título escolástico es mujtahida. La formación como tal es idéntica a la de los hombres. Pasamos los mismos exámenes. Lo importante es lo que se hace y todos mis esfuerzos han estado orientados en esa dirección. Pero también tengo que admitir que los hombres me han ayudado a alcanzar mi objetivo. Cuando propuse abrir una escuela para mujeres en el Seminario hubo clérigos que me apoyaron. Y eso es importante decirlo. Como lo es que se sepa que hombres y mujeres somos iguales.

P. ¿Por qué decidió dedicarse a la religión? ¿Había algún precedente en su familia?

R. Comencé mis estudios en la época del Shah. Acudí al colegio y al instituto como una más, pero cuando estudiaba el bachillerato empecé a asistir a una madraza. ¿Por qué? Pues porque me di cuenta de que las mujeres no conocían el islam, y me pareció el mejor camino para lograrlo. Hacen falta largos años de estudio para comprender la doctrina islámica. Tanto mi padre como mi madre eran personas religiosas, pero no había ningún clérigo en la familia. De hecho, en aquella época Abadán, donde nací, era una ciudad que estaba llena de extranjeros que trabajaban en la industria del petróleo y no se vivía un ambiente muy islámico. Precisamente fue esa laguna la que me impulsó a emprender este camino con el objetivo de ayudar a comprender el islam a las mujeres iraníes primero, y a nivel mundial, después.

Si me permite un paréntesis, he de decir que desde el nacimiento del islam, siempre ha habido mujeres destacadas a lo largo de nuestra historia en la religión, la filosofía, la literatura... incluso poetas. Y como mujtahida, desearía destacar a la señora Amín, que durante la época del Shah sobresalió en la filosofía y el islam. Fue una mujer excepcional.

P. ¿Quién ha sido su guía espiritual hasta alcanzar el grado de mujtahida?

R. Desde los 18 años siempre he seguido las grandes líneas de conducta del imam Jomeini. Es la mejor doctrina que se puede aceptar para comprender el islam porque no ha sido comprendido a nivel mundial.

P. De todas formas, no todos los ulemas aceptan que una mujer sea guía espiritual. ¿Recibe consultas de hombres o sólo de mujeres? ¿Qué relaciones tiene con otros ayatolás?

R. No hay una limitación porque se sea hombre o mujer para que alguien venga a consultarme. Lo importante es que quien venga traiga deseos de aprender y que quien responda tenga el nivel suficiente para enseñar de forma pedagógica. Hombres y mujeres asisten juntos a la universidad. Hay mujeres en el profesorado. En ocasiones algunos ayatolás hombres me llaman por teléfono para consultarme cuestiones religiosas o me envían a alguna mujer que ha acudido a ellos con una duda. El marja-e taqlid [literalmente, fuente de emulación, pero suele traducirse como guía espiritual] es alguien con gran conocimiento. Igual que cuando enfermamos necesitamos un médico que nos recete un remedio, a nivel religioso, también nos hace falta alguien que aclare nuestras dudas y puntos oscuros. Para eso está el marja-e taqlid, y en el Islam no hay diferencia entre hombre y mujer. Lo que cuenta es que se sea competente.

P. Sin embargo, ustedes apenas hay cuatro o cinco mujeres mujtahida. ¿Cuántas han pasado por el seminario? ¿Qué les impide llegar a la cumbre?

R. Es difícil calcular porque entran y salan. Pero en total se habrán inscrito unas diez mil en estos años. ¿Por qué no hay más? Es falta de voluntad de las mujeres, no un impedimento o una ley del Islam. Las mujeres no han querido hacerlo.

P. ¿No será que los hombres se lo ponen difícil?

R. No, no es por causa de los hombres. El problema es que se trata de una vía larga y difícil. Se requiere una dedicación de muchos años. Incluso entre los hombres, apenas dos de diez mil llegan hasta el final. Los genios son raros, por eso son genios. En Europa también las mujeres tienen problemas, en el mundo entero. Y además, al final una mujer es una mujer y un hombre es un hombre.

P. ¿Quiere eso decir que exige renunciar a la vida privada? ¿Ha podido usted formar una familia?

R. En absoluto. Una mujer debe de tener vida privada. Es parte de su ser como mujer. Lo importante para poder tener una vida de pareja es ponerse de acuerdo con la otra persona. Yo he tenido la suerte de haber conocido a alguien con el mismo concepto vital que el mío. Mi marido también es un ayatolá. Los esfuerzos que una mujer hace en la vida tienen el cien por cien de éxito cuando logra encontrar a alguien con las mismas ideas. Las mujeres felices que he conocido tenían detrás un marido con similares conceptos de la vida y con quien podían entenderse en todos los ámbitos.

P. ¿Es posible entonces que una mujer alcance la presidencia de la República Islámica?

R. Nuestra elección es el Islam y en el Islam no está prohibido que una mujer llegue a la presidencia. Ahora bien, no sólo aquí, sino en su país o en cualquier otro europeo, ¿cuántas mujeres han alcanzado ese nivel? Con todas las responsabilidades que tienen las mujeres, ¿pueden dirigir un país? Nada en el Islam ni en nuestra ley constitucional lo impide, pero la tarea es dura. Nuestra revolución islámica nos ha dado una buena experiencia en todos los aspectos de la vida, también en la política y el gobierno, pero para llegar [a la presidencia] hay que estar a la altura y es difícil que alguien joven esté preparado. Además hace falta que las mujeres trabajen más para que todos puedan confiar en ellas.

P. Sin embargo, el Consejo de Guardianes ha vetado hasta ahora todas las candidaturas de mujeres...

R. Es cierto, porque se trataba de mujeres que no eran adecuadas. Incluso nosotras nos oponemos a que las registren. Antes de la Revolución, las mujeres no estaban preparadas en lo político, lo social y lo religioso, pero aunque desde entonces han profundizado sus conocimientos, todavía no están suficientemente preparadas. Algunas de las que se han presentado ni siquiera serían capaces de dirigir una escuela de pueblo. Pienso que eso pasa también en otros países.

P. ¿No debieran de ser los ciudadanos quienes decidieran?

R. La ley en Irán es muy permisiva respecto a quién puede presentarse como candidato. Incluso permite que alguien sin ninguna formación pueda inscribirse. Por eso necesitamos el Consejo de Guardianes como filtro.

P. ¿Qué le parece la decisión del presidente Ahmadineyad de permitir el acceso de las mujeres a los estadios de fútbol?

R. El fútbol, como el resto de los deportes, es interesante de ver. Las mujeres tenemos igual derecho que los hombres a hacerlo. ¿Por qué no se nos ha permitido hasta ahora? Por nuestra seguridad, porque en los estadios siempre hay bastante tensión entre los simpatizantes de uno y otro equipo, y al final como tiene que haber un ganador y perdedor, siempre hay alguien que encuentra un motivo para la pelea...

P. En su opinión, ¿los clérigos deben intervenir directamente en la política o quedarse detrás como meros consejeros?

R. Si un religioso quiere dedicarse a la política, como ministro por ejemplo, no me parece mal siempre que se dedique a ello de forma profesional. Actualmente, a las mujeres religiosas los ministerios nos consultan sobre asuntos de mujeres o relacionados con nuestra especialidad.

P. Pero ¿quién debe tener la última palabra en política, los religiosos o los políticos?

R. En función del asunto, y del bien del pueblo y de la nación. En nuestro país, la gente cree en el Islam, por lo tanto está bien que la religión tenga un papel importante.


Fuente: Diario El País, 12/06/2006