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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

martes, marzo 16, 2010

Aliados árabes de Israel (III)




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Los aliados árabes de Israel (III)

Si, como sostuvimos en la primera entrega de esta serie de artículos, la monarquía saudí supo establecer rápidamente lazos con las potencias coloniales que le permitieron mantenerse y consolidarse en el poder, debemos decir que la monarquía jordana, de la que nos ocuparemos a continuación, ha sido creación directa del colonialismo europeo. Por la ubicación y composición demográfica de Jordania, la historia de este país ha estado íntimamente relacionada con la de Palestina, cuya causa y movimiento de resistencia han sido objeto, por parte de la dinastía hashemí, de manipulaciones y traiciones públicas y secretas.
Jordania
Resulta imposible entender la historia y el comportamiento de la monarquía jordana sin volver sobre la historia de Oriente Medio hasta las primeras décadas del siglo XX, marcadas por la debilidad del Imperio Otomano y la creciente apetencia de los imperios europeos occidentales por su territorio.

El nacionalismo árabe, respuesta a la turquización del gobierno otomano e hijo del progresivo avance de los modelos occidentales sobre las ideas políticas imperantes, fue explotado, exacerbado y utilizado por Gran Bretaña y Francia para acelerar la descomposición interna del “enfermo de Europa”. Ya iniciada la Primera Guerra Mundial, en 1916 “(…) Husein, Sharif de La Meca perteneciente a la familia Hachemita, se alzó contra el sultán otomano, y una fuerza árabe, formada en parte por beduinos de Arabia occidental y en parte con prisioneros o desertores del ejército otomano, luchó junto a las fuerzas aliadas en la ocupación de Palestina y Siria. Este movimiento siguió a la correspondencia entre los británicos y Husein, que actuaron en contacto con grupos nacionalistas árabes, en los cuales los británicos habían alentado las esperanzas árabes de independencia”[1]. Si bien los anhelos nacionalistas se vieron rápidamente frustrados por los acuerdos Sykes – Picot, Gran Bretaña supo recompensar a la dinastía hashemí por los servicios prestados. Bajo supervisión británica, dos hijos de Husein fueron establecidos en Irak y el recientemente creado principado de Transjordania con el fin de garantizar el funcionamiento institucional del aparato colonial. Así, en 1921, Feisal se convirtió en rey de Irak y Abdullah en príncipe de Transjordania aunque ambos hijos de Husein habían nacido en la en La Meca, lugar sagrado de Islam que la dinastía hashemí perdió en 1924 en manos de otro socio británico: la dinastía saudí. Es lógico, entonces, que la dinastía hashemí encuentre en los aliados de Gran Bretaña a los suyos propios, y no es de extrañar que las relaciones entre esta casa reinante y los sionistas se remonten a los años inmediatamente posteriores a 1946, cuando terminó oficialmente el mandato británico sobre este territorio. Como señalan Jaques Derogy y Hesi Carmel fue el mismo rey Abdullah quien mantuvo entrevistas con la misma Golda Meir en noviembre de 1947 y mayo de 1948[2]. Esto explica la triste y débil acción militar que llevaron a acabo los líderes árabes de ese momento frente a la creación del estado sionista y que fuera recordada por la resistencia palestina como un verdadero acto de traición[3]. Edward Said sostuvo al respecto que “(…) los ejércitos árabes no trataron de destruir Israel en 1948, dado que Jordania, que quería y obtuvo Cisjordania, actuó en connivencia con Israel”[4].

La llegada al trono del, desde 1950, Reino Hashemita de Jordania de Husein significo un afianzamiento de las relaciones con Israel, país que elaboró, durante la década del cincuenta, un proyecto de alianzas estratégicas con los gobiernos más despóticos de la región a fin de contener todo posible movimiento revolucionario. Luego de una serie de intervenciones israelíes destinadas a proteger la vida del joven monarca hashemí[5], en 1963 se llevó a cabo el primer encuentro entre el rey Husein y miembros del gobierno israelí. “Husein se reunía en secreto con los líderes israelíes desde 1963. Al principio habían aspirado a un tratado de paz, pero finalmente se habían declarado satisfechos con una paz sólida, aunque de facto. (…) Quizás los israelíes desconocían que Husein figuraba en la nómina de salarios de la CIA como un ‘efectivo’ en el Medio Oriente. El Mossad seguía los antiguos pasos de su fundador, Reuven Shiloah, que hasta 1951 se había reunido clandestinamente con el abuelo de Husein, el rey Abdullah”[6]. En efecto, “el rey Husein había colaborado con la CIA desde 1957, el año que siguió a la guerra del canal de Suez. La CIA le pagaba 350 millones de dólares anuales, a cambio de los cuales Husein proporcionaba información y permitía a los organismos internacionales de inteligencia que trabajaran libremente en Jordania”.[7]

En tanto, la situación política interna fue, para la monarquía jordana, siempre compleja. Oriunda de la península arábiga, tuvo que establecer toda una serie de alianzas con las tribus beduinas locales para consolidar su poder y para neutralizar a la población palestina, cuyo número era importantísimo en los grandes centros urbanos[8]. Por esta razón, los hashemíes dotaron a sus fuerzas armadas, herederas directas de la Legión Árabe formada por Gran Bretaña, de hombres provenientes, en su mayoría, de estas tribus beduinas con quienes procuró imponer una conciencia nacional jordana. La resistencia palestina fue, desde siempre, un problema a superar para los monarcas jordanos, no sólo por las buenas relaciones que tenían con Israel sino por el potencial desestabilizador que tenían las reivindicaciones revolucionarias palestinas. El gran porcentaje de población palestina en territorio jordano hizo que algunos sectores sionistas, encabezados por Ariel Sharon, propusieran al gobierno israelí la creación de un estado palestino en Jordania con el que se podría establecer, de ser necesario, un conflicto armado convencional; la idea fue descartada al meditar sobre el peligro que supondría para Israel un estado árabe revolucionario, vecino y en condiciones de desarrollarse militarmente.

Tras el desastre militar de 1967, en el que Jordania no pudo sustraerse al liderazgo de Nasser por cuestiones de política interna, los vecinos de ambas riberas del río Jordán retomaron sus históricas y estratégicas relaciones. En 1970 el rey desataría, a través de sus fuerzas beduinas, una de las peores masacres sobre la población palestina: el tristemente conocido Septiembre Negro. Al desencadenarse las acciones jordanas, Siria decide enviar en ayuda del pueblo palestino, una columna de tanques, los cuales serán interceptados y obligados a retroceder, no por acción del ejército jordano sino por la intervención de los aviones israelíes que salieron rápidamente en defensa del monarca hashemí, permitiéndole llevar a cabo con tranquilidad una acción política y militarmente redituable para ambos gobiernos. Tres mil cuatrocientos cuarenta palestinos han muerto, diez mil ochocientos cuarenta fueron heridos y seis mil hechos prisioneros en los diez días de acciones militares jordanas.

En 1973, poco antes de la guerra de Yom Kippur, el rey Husein en persona viaja a Israel donde es recibido calurosamente por Golda Meir. Se entiende así, la actitud de Jordania de participar sólo simbólicamente de las acciones militares de octubre de 1973 encabezadas por Siria y Egipto; “(…) se limita (…) a enviar, solidaridad obliga, a una brigada jordana a hacer acto de presencia al lado de los sirios en los Altos del Golán. Ahora bien, tiene bueno cuidado en dirigir un mensaje a Golda Meir, por mediación de Kissinger, en el que le ruega no se tome demasiado a lo trágico esta participación meramente simbólica en los combates”.[9]

Para mayo de 1975, Husein volvió a reunirse con autoridades israelíes, en este caso lo hizo con Yitzhak Rabin en la localidad de Araba sobre la frontera entre dos países. La solidez de las relaciones israelo-jordanas volverían a manifestarse en el viaje que el monarca hashemí a Tel Aviv en marzo de 1977. Por estos años el Líbano se había convertido en el nuevo polvorín de Oriente Medio y la acción sionista se desplegará sobre este país árabe por intermedio de Jordania. En efecto, desde 1974 las falanges cristianas habían establecido sus primeros contactos con el Mossad a través de la intermediación del rey Husein de Jordania; nuevamente los palestinos representaban el enemigo común para estos tres actores políticos (la falange, Israel y Jordania).

Luego del impass que significó el gobierno de Begin en 1985 el rey Husein se reúne con el ahora primer ministro Shimon Peres para avanzar en acuerdos de cooperación mutua. La difícil situación económica del reino jordano, absolutamente dependiente de la ayuda exterior obligaba al monarca a continuar con políticas pro-israelíes orientadas a congraciarse con la administración norteamericana y los organismos de crédito. Pero nuevamente la situación palestina repercutió de manera decisiva en la política interna jordana. En 1987 Israel se enfrentó a uno de los movimientos populares más dinámicos y exitosos: la Intifada. Las muestras de solidaridad que la resistencia palestina despertó a lo largo y a lo ancho del mundo árabe también se hicieron sentir en Jordania. Esta presión interna sumada a la lentitud con la que avanzaban los acuerdos con Israel obligaron al monarca jordano a anunciar el 31 de julio de 1988, la ruptura de los lazos administrativos y legales con Cisjordania y nombrar, al mismo tiempo a la OLP como representante exclusivo del pueblo palestino. Sin embargo, el rey Husein no dejará de aprovechar oportunidad alguna para utilizar la causa palestina como instrumento de sus políticas; así en 1990 al momento de reclamar la ayuda económica de los países árabes, repetía que “Abandonar a Jordania es abandonar a Palestina”[10]. Finalmente el Rey Husein pudo transparentar sus relaciones con Israel al firmar el 26 de octubre de 1994, un tratado de paz entre los dos países, sin que ello significase alguna mejoría en su situación financiera y a pesar del descontento de la población jordana.

La muerte de Husein y la asunción al trono de su hijo Abdallah II, en febrero de 1999, no ha significado ninguna modificación al entramado de relaciones que vinculan a Jordania con su vecino sionista. Por el contrario, el reino hashemí ha acompañado las iniciativas norteamericanas en la región, situándose nuevamente junto a los intereses israelíes, en detrimento siempre del movimiento de resistencia llevado a cabo por la población palestina.
Ángel Horacio Molina





[1] HOURANI, A. La historia de los árabes. Editorial Vergara, Buenos Aires, 1992. Página 331.
[2] Cfr. DEROGY, J. y CARMEL. Israel ultra-secreto. Editorial Planeta, Argentina, 1990.
[3] Cfr. FAVRET, R. Arafat, un destino para un pueblo. Espasa – Calpe, Madrid, 1991.
[4] SAID, E. Crónicas palestinas. Ed. Grijalbo, Barcelona, 2001. Página 209.
[5] Cfr. DEROGY, J. y CARMEL. Op. Cit. Página 251.
[6] RAVIV, D. y MELMAN, Y. Todo espía un elegido. Editorial Planeta, Buenos Aires, 1991. Página 218.
[7] YALLOP, D. A la caza del chacal. Editorial Planeta. Bs. As. 1993. Página 53
[8] Cfr. DE PLANHOL, X. Las naciones del Profeta. Edicions Bellaterra, Barcelona, 1998.
[9] DEROGY, J. y CARMEL. Op. Cit. Pagina 263
[10] MARTÍN MUÑOZ, G. El estado árabe. Edicions Bellaterra. Barcelona. 1999. Pagina 223.