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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

lunes, noviembre 21, 2011

Muharram según Goytisolo



LA CELEBRACIÓN DEL MARTIRIO DEL IMAN HUSEIN


'Huseinías' y teatro popular



Juan Goytisolo



Las huseinías disponen a los fieles a la conmemoración del Ashura. Los iraníes aprenden desde niños a identificarse en ellas con las víctimas de Kerbala, a desenvolver los rudimentos de su futura sociabilidad. Los rouda jan o recitadores profesionales desempeñan un papel alternativo o complementario al de los mulás. En una pequeña cofradía de la calle Molavi, sus miembros me invitan a oír el relato de un hombre entrado en años destinado a una treintena de niños. Con Voz pausada, sin efectismo alguno, habla del imam y de Leila, menciona los nombres de Kasem, Zíneb y Alí Akbar. Con los ojos cerrados me creo milagrosamente transportado a alguna de las halcas de auditorio infantil de la plaza de Xema el Fná.En la huseinía de los azeríes, sita en el mismo barrio, el predicador recurre, al contrario, a todos los registros de la retórica para arrastrar al auditorio: recita con voz melodiosa el texto de los apuntes que sostiene en la mano izquierda, canta, eleva la voz, prorrumpe en calculados sollozos, provoca el desborde de la emoción. A mi alrededor, la mayoría de adultos llora. Al evocar el episodio de la muerte de Alí Akbar, los fieles se ponen de pie y se golpean el pecho. Cuando su voz se transforma en grito, el ardor del castigo acrecienta. Los fieles hacen ademanes de dolor, se inclinan al suelo, se mortifican con renovado ímpetu. Frente a mí, un joven con la camisa abierta tiene el pectoral enrojecido en el lugar correspondiente al corazón. Si el rouda jan baja la voz, el ritmo del golpeteo disminuye; si la alza, provoca de nuevo el sincopado eco, el concertado arrebato autopunitivo.


Horas más tarde, en la huseinía Kerbalía, el recitador refiere sin apuntes la amputación de los brazos de Abbás a los fieles; desnudos de cintura para arriba, se asestan violentas palmadas en el pecho. El espectáculo de la multitud de hombres velludos, con pantalones o bombachas negros, castigándose con impavidez suspende el ánimo del forastero. Niños y jóvenes les imitan y mi mirada se detiene en un muchacho de piel blanquísima, con la huella morada de la mano nítidamente dibujada en el tórax. Pero los ritos penitenciales de una de las huseinías de la calle Yaser impresionan aún más: allí, los cofrades se castigan a oscuras, con golpes rítmicos, siguiendo el grito o lamento del rouda jan. Las voces de ya Husein, ya shahid (¡Oh, Husein, oh mártir!) resuenan en la tiniebla como angustiosos jadeos: expiación colectiva de la impotencia del pueblo contra la injusticia de los poderosos, de los modernos émulos de Chemir y Yazid.


Con todo, la emotividad del rouda jan, por elocuente que sea el predicador, no alcanza las cimas del teatro huseiniano del Muharram. Las composiciones dramáticas del taziá o duelo no llevan nombre de autor: son una creación colectiva. Los textos primitivos han sido refundidos a lo largo de los siglos por monitores y actores hasta adaptarlos a los gustos del público. En el teatro religioso iraní no se tiene en cuenta la fidelidad a los originales ni a las convenciones escénicas. Los protagonistas pueden alargar o reducir su papel, cambiar de atuendo a ojos del público e incorporarse inmediatamente después de caer muertos. El monitor se mueve con toda tranquilidad en medio de los intérpretes, los sitúa y redistribuye en el tablado, reparte sus vestidos cuando hay que cambiarlos, sopla a su oído lo que deben decir. La representación, como la de las tragedias griegas, puede durar varias horas, y quienes desempeñan en ella los papeles de justos se expresan cantando mientras Yazid y sus secuaces se limitan a declamar.


Situado al aire libre en plazas, patios de mezquita o huseinías, el sekkú o tablado es visto desde sus cuatro costados y carece, por tanto, de decorados fijos, telones, bambalinas y concha de apuntador. Los personajes femeninos son encarnados por hombres o muchachos sin ademanes afeminados. Como dice Rezvani en su obra clásica sobre el arte y música iranios, las reglas del taziá se hallan en los antípodas del verosímil naturalista europeo: "Caballos o dromedarios, cargados de cofres y marmitas, en circunvalación al tablado, representan la llegada de Husein y los suyos al llano de Kerbala. Un paseo alrededor de aquél simboliza un gran viaje. Un cubo de agua en la escena, junto al que las tropas califales montan guardia impidiendo su acceso a los sitiados, simula el Éufrates. Tras el martirio de Husein, los niños y mujeres maniatados y azotados por los soldados de Chemir dan de nuevo la vuelta al sekkú y ello figura el traslado de los presos a Siria".


Durante la representación, Husein y los suyos permanecen recluidos en un círculo o tienda rudimentaria y no deben abandonarlos, sino para luchar y morir. Un montón de paja trizada alegoriza la arena del desierto y los personajes se frotan el rostro y cabeza con ella en los momentos más trágicos. Los actores, profesionales o aficionados, se compenetran tan hondamente con el drama que a menudo prorrumpen en sollozos y dan rienda suelta a las lágrimas. La emoción, gana asimismo a quienes desempeñan papeles de malos: Yazid, Ibr, Ziad, el siniestro Chemir, amenazan, insultan, maltratan, decapitan al imam y su familia sin poder contener el llanto. "Esto no sorprende ni choca al público", escribe Gobineau, que, "al contrario, al advertir su dolor, se da golpes de pecho, redobla sus gemidos y eleva los brazos al cielo invocando a Dios".


El argumento, conocido de todos los espectadores, es vivido por ellos como parte integrante de su vida. Una fuerza magnética atrae al público al taziá; mujeres y hombres asumen el dolor de las víctimas: Husein y su primogénito; el futuro cuarto imam desvalido y enfermo; Zíneb, la hermana, cuyo heroísmo electriza a la audiencia; Umm Leila, hija del último rey sasánida y esposa del imam Abbás, el hermanastro de Husein, torturado y rematado ante los suyos; Kase, hijo de Hasán... Ninguna separación artificial entre personajes y público. Cuando el monitor o algún actor invoca al gentío, ya muselmin!, una marejada de lamentos broncos desencadena un inmenso clamor. A nadie se le ocurriría aplaudir; tras un pasaje particularmente emotivo, el pueblo iraní, acude al taziá para sufrir y llorar.


En una representación teatral a la que asisto a menudo, en el cruce de las avenidas del Imam Jomeini y Vali ve Asr, el espacio entoldado se divide en dos partes. Las mujeres se apiñan en una, curiosas de mi llegada (no visto de luto y me afeito a diario); los hombres, acomodados en la otra, aguardan y fuman. Los chiquillos corretean y se encaraman al sekkú. Una orquestina, compuesta de platillos, trompeta y tambor, subraya los momentos dramáticos. Los soldados del califa, capitaneados por un Chemir apuesto y nervudo, amenazan y conminan a rendirse a los asediados. Las mujeres de la familia de Husein son actores bigotudos, recubiertos de un simple velo y túnica negros. Zíneb, la hermana del imam, disfraza, apenas su complexión recia y mostacho espeso, y a veces se alza el pañuelo para enjugarse el sudor. En el simulacro del combate, el vencido huye del estrado y el apuntador aparece con un bulto envuelto can una tela blanca, símbolo de su decapitada cabeza. El cadáver de Alí Akbar es transportado en andas y da varias vueltas alrededor del tablado, con un séquito de adolescentes cargados de ofrendas y flores de colorines. Alguien arroja de pronto peladillas y pétalos de rosa al mujerío, provoca una arrebatiña y el servicio de orden se ve obligado a intervenir. Aprovechando el barullo, los personajes del imam y su implacable enemigo se abrazan. Luego Kase, huérfano del imam Hasán, implora a su tío, pese a su corta edad, el permiso de empuñar las armas. Husein se rinde finalmente a sus razones, le inviste del manto del martirio y la mayoría de mis vecinos sollozan. El taizá es el reino de la inverosimilitud teatral y espontaneidad creadora: la mezcla del público y actores abole las distancias y convierte a los espectadores en protagonistas de un drama que es, a la postre, el de sus propias vidas.




El itinerario espiritual de Juan Goytisolo


Religiosidad en su obra literaria


JOSÉ CARLOS PÉREZ

Stonehill College



Las últimas obras de Juan Goytisolo están impregnadas de un fuerte espíritu religioso que alguien ha calificado de "inesperado" (Escritos ..., p 137) dada la aparente irreligiosidad que el autor mostraba en sus novelas anteriormente. Veamos qué hay de cierto en esto.

Los numerosos ataques contra la religión en la primera mitad de las obras de Goytisolo podrían hacer pensar que, efectivamente, durante un tiempo hubo en este autor una vena antirreligiosa de gran virulencia. Es innegable que está fascinado por la violencia y que aboga por un mundo de zumbido y furia. Tanto es así que muchas de sus declaraciones podrían ser interpretadas como una defensa del darwinismo social, lo que inevitablemente le llevaría a atacar a su antítesis, el cristianismo: "soy total y profundamente anticristiano ... el cristianismo ha pervertido totalmente a la humanidad"(Un español ..., p. 57). Sin embargo, su antirreligiosidad es más aparente que real, y no sólo hoy día sino desde sus principios literarios o, de hecho, desde su infancia.

En Coto vedado Goytisolo cuenta que de niño tuvo "creencias religiosas frágiles"(p. 122) y que, por alguna razón que no detalla, la muerte prematura de su madre fue responsable de su "tibieza religiosa"(p. 66). Sin embargo, sabemos que a esa edad rezaba "al Santo Angel de la Guarda" (p. 48), y que asistió a escuelas católicas en donde le enseñaron a sentir "temor a las penas y tormentos infernales"(p. 122), algo que reconoce en más de una ocasión: "La idea del pecado--del pecado mortal, con sus espeluznantes consecuencias --me torturó por espacio de algunos años"(p. 122). Si añadimos a esto el acendrado catolicismo que observaba su familia--y, al parecer, el mismo Goytisolo: su hermano, Luis, sugiere que el pequeño Juan formó parte de una "organización piadosa, tipo Acción Católica o Congregaciones Marianas" (Estatua ..., p. 92)--y el que sus padres le enseñaran a "agradecer diariamente a Dios"(Pueblo ..., p. 721), resulta obvio que recibió una educación profundamente religiosa, y no es fácil desechar las creencias que nos inculcan de niños. Incluso años más tarde, y con un espíritu más rebelde, uno de los pocos amigos que Goytisolo tenía en la universidad era un ex-seminarista, y Unamuno uno de sus escritores predilectos(Coto ..., p. 147).

Goytisolo empezó a mostrar desafecto por la religión en su primera novela, Juegos de manos (1954). En ella vemos a jóvenes que llaman a los los santos y vírgenes "imágenes regordetas y glotonas"(p. 131) a las que dicen despreciar, pero al mismo tiempo hacen frecuentes referencias a Dios y a la Biblia.

Del mismo modo que los personajes de Juegos de manos abandonan a Dios y se sumen en un mundo de lid y caos, los de la siguiente novela de este autor, Duelo en "El Paraíso" (1955) hacen por igual a raíz de la muerte de su maestra, que al estar descrita en términos religiosos representa una deidad para ellos: "el ídolo había caído y su eclipse los dejaba en libertad"(p. 581). Como se ha dicho, si no hay Dios todo está permitido. No obstante, uno de los niños dice que "Dios nunca muere"(p. 354), así que también hay cierta ambigüedad con respecto a la religión en esta obra.

En El circo (1957) no hay reverencias religiosas, pero con la publicación de Fiestas (1958) el ataque contra la religión se vuelve más concreto en la obra de Goytisolo. Durante las semanas en las que transcurre la acción de esta novela, tiene lugar en una ciudad española el Congreso Mundial de la Fe. Aprovechando el fervor religioso del pueblo, los comerciantes del lugar inventan mil y una maneras de ganar dinero mediante la venta de objetos religiosos; y para que los numerosos visitantes que asisten al Congreso no vean el lado negativo de la ciudad, se edifica una iglesia rodeada de jardines en el barrio gitano, para lo cual sus habitantes son expulsados. La intención crítica de este hecho es evidente: al mismo tiempo que un religioso discurso radiofónico predica el amor, la piedad y la paz, la policía está desalojando brutalmente a los gitanos para poder construir la parroquia que, una vez construida, parece indicar el autor, más que la morada de Dios será su sepulcro. A pesar del carácter carnavalesco que adquiere el Congreso--de ahí el título de la novela--la religión tiene la última palabra, pues desempeña un papel importante en las vidas de la mayoría de los personajes, como demuestran las plegarias y alusiones religiosas y bíblicas que abundan en la obra. De nuevo, Goytisolo mantiene aquí una actitud equivoca con respecto a la religión: aunque algunos de sus protagonistas intentan rechazarla, la mayoría de ellos acaba por abrazarla.

En La resaca (1958) se ve a los miembros del clero compenetrados con el Estado, y Goytisolo los ataca por ello. Efectivamente, lo único positivo que los sacerdotes hacen en la obra es regalar uniformes a los niños pobres que van a hacer la Primera Comunión. Por 10 demás, en vista de la íntima relación entre la Iglesia y el Régimen franquista--en el refectorio de uno de los curas que enseña el catecismo a los muchachos se encuentran "un crucifijo de madera y los retratos de Franco y José Antonio"(p. 910)--hay una clara crítica de la religión por parte del autor.


En Campos de Nijar (1960) sólo hay un par de alusiones a la Iglesia: vemos a un sacerdote hablando con un Guardia civil en dos ocasiones (pp.356, 372), mostrando posiblemente así la estrecha relación Iglesia-Estado, y en Para vivir aquí (1960) se menciona un Congreso religioso durante el cual las Autoridades expulsan a las prostitutas del lugar porque "cuando llegue el Nuncio la ciudad debe estar limpia"(p. 437). Sin embargo, paradójica e inverosímilmente, se nos dice que se abre un burdel con la aprobación del párroco del pueblo, quien celebra "una misa solemne por el perdón de los pecados"(p. 501) de los clientes del prostíbulo. Además, como en La resaca, la Iglesia está asociada con el Estado. Por ejemplo, vemos a un sacerdote que dice misa ante unos presos a quienes insta a "respetar y obedecer lo que ordenaban los jefes, que habían recibido el poder de Dios"(p. 568).

A la mayoría de los personajes de La isla (1961) les tiene sin cuidado Dios, pero otros parecen darse cuenta del poder benéfico de la religión--"a momentos tenía ganas de creer en Dios"(p. 313)--y lo admiten francamente: "Un poco de práctica religiosa tampoco le iría mal. A mi me ayuda mucho"(p. 334).

En La Chanca (1962), tal vez por ser un barrio almeriense pobre y, como alguien dice, "dejao de la mano de Dios"(p. 666), sólo hay una mención de la religión, y es negativa.

En Fin de fiesta (1962) lo religioso está totalmente ausente, mas en Pueblo en marcha (1963), libro-reportaje que Goytisolo escribió tras su visita a Cuba en 1961, y por contradictorio que pueda parecer, la religión está omnipresente. Por ejemplo, se nos dice que los "fieles rezan al aire libre sentados frente a la capilla"(p. 747) de un pueblo, y que los marineros del Ejército, pese a ser comunistas, llevan inscripciones en sus barcos que proclaman: "Señor, recuerda que el barco es pequeño y el mar inmenso"(p. 783). Aunque el sentimiento religioso de los cubanos está mezclado con supersticiones--compran "talismanes para el mal del ojo"(p. 739)--éste existe no obstante, como demuestra el que los habitantes de la isla equiparen a Castro con Dios repetidamente, y en los mercados "las fotografías en color de Fidel y Camilo Cienfuegos alternan con los cromos de Santa Bárbara y la Virgen de Cobre"(p. 739). Incluso Lenín está dibujado en diversos retratos con "una nube o sol llameante que parece flotar sobre el cráneo del dirigente soviético como una aureola de santidad"(p. 751).

Es a partir de Señas de identidad (1966) que la religión empieza a cobrar verdadera importancia en la obra de Goytisolo. De niño, el protagonista de esta novela dice haber recibido una intensa educación religiosa en manos de su institutriz, quien le lee constantemente la vida y muerte de los santos y mártires cristianos como ejemplo edificante que é1 debe seguir. De mayor, el narrador apunta que sólo sintió sinceramente la fe cristiana cuando era pequeño, pero sus alusiones a la religión son tan numerosas que desmienten sus palabras. Por ejemplo, se refiere a los campesinos de un pueblo en términos bíblicos: "Aquellos de quien el hijo de Dios había dicho: 'vosotros sois la sal de la tierra"(p. 375). Hablando de los Republicanos muertos durante la Guerra Civil indica que "se reconciliaron con Dios"(p. 411). Y en un momento dado, dialogando consigo mismo, señala que un amigo suyo "había muerto por todos y cada uno de vosotros, como sabias ... que había muerto, igualmente, por ti"(p. 49), claro paralelo entre su muerte y la de Jesucristo para redimir al género humano. Más tarde visita Cuba, descubre a los dioses yoruba, y forja una síntesis entre ellos y Jesucristo: en sus rezos sustituye a Jesús--"Alma de Cristo, santifícame./ Cuerpo de Cristo, sálvame./ Sangre de Cristo, embriágame"(p. 57)--por los dioses de la religión que encuentra en Cuba, pero manteniendo el resto de la oración intacta para realzar su carácter conciliatorio: "alma de Ochún santifícame/ cuerpo de Changó sálvame/ sangre de las reglas de Yemeyá embriágame"(pp. 419-20).

En Reivindicación del conde Don Julián (1970) hay un fabuloso episodio durante el cual el narrador imagina destruir una iglesia, a todos los santos que se encuentran dentro, a la Virgen, y al mismo Niño Jesús; pero el hombre no puede vivir largo tiempo haciendo frente al vacío, y el protagonista de esta novela no es una excepción. Algo más tarde, al pasar por un mercado tangerino, ve "un muñeco de celuloide rosa ... brazos y piernas mutilados ... corazón atravesado por un alfiler grande"(pp.
236-37) que no es otro que el Niño Jesús que ha destruído en la iglesia. Arrastrado por la corriente de un arroyo, el pelele va a parar a una especie de "tosco pesebre"(p. 237) compuesto de la basura e inmundicias del zoco, y un grupo de muchachos árabes "acuden a su encuentro y le rinden adoración"(p. 237). De súbito el muñeco resucita, y "vestido con blanca chilaba, ceñido de niveo turbante, invoca en árabe puro el nombre de Alá, y manifiesta su vivo deseo de ser musulmán"(p. 238). Una vez más, opacidad con respecto a la religión en la novelistica de Goytisolo.



En Juan sin Tierra (1975), las referencias a Dios y a toda clase de aspectos religiosos son innumerables. Aunque predomina la crítica de la religión, el protagonista de la novela se identifica con el Père de Foucauld a quien admira por su "apostólica, misionera causa"(p. 165). En otra ocasión, censurando el materialismo del mundo moderno, que el ascético Père de Foucauld también rechaza, el narrador describe "una imagen del Redentor ... con una muda, asoladora mirada de tristeza y dolor"(p. 70) causada, se sugiere, por la falsa interpretación que el mundo ha hecho de sus enseñanzas.

En Makbara (1980) la religión está vista de una manera aún más ambigua que en las precedentes obras de este autor. La narradora de esta novela se refiere a varias personas con expresiones bíblicas, e.g., "un simple de espiritu"(p. 123). Cuando se halla en la cárcel, solicita cobijo en "la certeza superior de la fe"(p. 68) y, como tantos otros personajes goytisolianos, busca a Dios aunque en apariencia lo rechace: "Dios mío, Dios mío, dónde está la verdad?"(p. 42). Cuando expresa el amor que siente por su querido, lo hace en términos religiosos: "monja de clausura, consagrada exclusivamente a tu culto, de espaldas al mundo, meditación, castidad, vanidad de vanidades"(p. 105). Además, se equipara a la Madre de Jesucristo por haber sido elegida por su amante como la Virgen lo fue por el Señor: "la predilecta, escogida y bendita entre todas las mujeres, gracia, don, favor celestial que la alienta y sostiene"(p. 57). Incluso ella misma es expulsada del paraíso socialista en el que vive cual nuevo Angel Caído, coincidencia que sin duda no es fortuita. Todas estas referencias a la religión, así como las más de veinte menciones de Dios o alusiones a Él, nos hacen ver lo ya dicho anteriormente don respecto a la visión dudosa de la religión en la obra de Goytisolo.

Vimos al principio de este estudio que en 1973 Goytisolo se declaraba profundamente anticristiano, aunque no ateo, y doce años más tarde, algo después de publicar Makbara, he aquí lo que dijo tocante a la religión: "soy, digamos, agnóstico, aunque ... he leído muchos textos religiosos y místicos"(Entrevista ..., p. 20).

Hoy día, la religión que más atrae a este autor es el islám y lo que éste contiene de místico. Asimismo admira a San Juan de la Cruz por las coincidencias que su obra tiene con las de los místicos sufís, por lo cual homenajea al santo carmelita en Las virtudes del pájaro solitario. ¿Cuáles son estas virtudes que hoy cautivan a Goytisolo? Dejemos que el propio San Juan las enumere:

La primera, que se va a lo más alto; la segunda, que no sufre compañía, aunque sea de su naturaleza; la tercera, que pone el pico al aire; la cuarta, que no tiene determinado color, la quinta, que canta suavemente. Las cuales ha de tener el alma contemplativa que se ha de subir sobre las cosas transitorias, no haciendo más caso de ellas que si no fuesen, y ha de ser tan amiga de la soledad y silencio, que no sufra compañía de otra criatura. Ha de poner el pico al aire del Espíritu Santo, correspondiendo a sus inspiraciones para que, haciéndolo así, se haga más digna de su compañía. No ha de tener determinado color, no teniendo determinación en ninguna cosa, sino en lo que es voluntad de Dios. Ha de cantar suavemente en la contemplación y amor de su Esposo.(Obras ..., pp. 72-73).

Además de estas virtudes, que Goytisolo expone y admira en sus libros autobiográficos recientes, sabemos que el sadomasoquismo desempeña un papel central en su vida y arte, y San Juan de la Cruz asocia igualmente el amor con el suplicio en toda fu obra - un motivo más por el que le rinde homenaje.

Finalmente, la ambigüedad de algunos versos de San Juan con respecto a su amor a Dios, o al Esposo, intrigan a Goytisolo que cree ver en el santo carmelita un espíritu hermano en lo que a sus inclinaciones sexuales se refiere: "había procurado el autor del Cántico disfrazar su inflamación, éxtasis y arrebatos con un cendal teológico y comentarios apaciguadores y mansos destinados a eludir el anatema del Santo Oficio y encarnizamiento obtuso de los Calzados? ... qué correlación trazar al efecto entre en la interior bodega de mi Amado bebí y las glosas que en vez de aclarar su sentido conforme a una interpretación ortodoxa lo envuelven en una compleja red hermenéutica redundante y contradictoria?" (Las virtudes ..., p. 151).

No es solamente en sus novelas que Goytisolo evidencia hoy más religiosidad, sino también en sus libros autobiográficos. Por ejemplo, en Contracorrientes, una colección de ensayos, pronuncia frases como: "Dentro de equis años - los que me otorgue Dios o Allah"(p. 85); o "con sabe Dios qué intenciones"(p. 119); y usa repetidamente el vocablo religioso "camposanto" en lugar del laico "cementerio". En entrevistas otorgadas a periódicos y revistas se expresa con oraciones como "mientras daba las gracias al cielo"(Conversación ..., p. 22); y refiriéndose a países árabes dice que en algunos de ellos "han cometido el error de suprimir las cofradías religiosas como expresión del sentimiento de religiosidad popular"(Juan ..., p. 16).

Conforme más se acerca a la muerte, más se nota en Goytisolo un deseo de espiritualidad que encuentra en los místicos sufís: "el alumbramiento del vino anunciaba mi búsqueda a ciegas de una forma más pura de ebriedad. Lo descubrí ... con los sufís"(La cuarentena, p. 26). Para hallar a éstos viaja a Egipto y describe una tradición islámica según la cual "el alma, después de la muerte, permanece cuarenta días, hasta que conoce su sentencia, transitando entre los dos mundos"(Los místicos .., p. 79). En El Cairo visita uno de sus cementerios llamado la Ciudad de los Muertos en el que habitan los cairotas más paupérrimos, aproximadamente "un millón de almas"(Aproximaciones ..., p. 74) - nótese el vocablo religioso. El autor, que dice haber vivido en este cementerio durante "una temporada"(Los místicos ..., p. 79), pasa una noche junto a un hombre de setenta años con quien disfruta de un "dichoso, casi mirífico momento de paz"(Aproximaciones ..., p. 81) que le trae a la memoria la noche oscura del alma de San Juan de la Cruz. Tras su estancia en el cementerio, Goytisolo pierde el miedo a la muerte y cita un bello verso sufí para demostrarlo: "Pisa la tierra con suavidad, pronto será tu tumba"(Los místicos ..., p. 79).

No sólo examina y describe Goytisolo ciertas prácticas religiosas hoy día, sino que toma parte en ellas: "La primera semana de noviembre seguí a las cofradías de Marraquech en su romería anual a Mulay Brahim para participar en los festejos del Milud y en las ceremonias nocturnas del trance"(Aproximaciones ..., p. 117). En Capadocia sigue las pistas de Gaudí, cuya "profunda devoción religiosa"(p. 14) admira, e imitando "la vida ascética"(p. 19) del arquitecto catalán viste "pobremente"(p. 21) y dice de si mismo: "me sometí a abstinencias y ayunos, mortifiqué los sentidos ... hice voto temporal de pobreza ... abracé mi condición de ermitaño con exaltación y rigor"(pp. 22-23).

Que, al parecer, Goytisolo siempre ha estado interesado en lo islámico se nota desde su niñez, pues en aquella época jugaba en un bosque de Torrentbó (pueblo catalán en el que residía) que "él había bautizado con el nombre de el jardín de Alá"(Estatua ..., p. 214), pero ¿qué decir de esta creciente espiritualidad que parece ser sincera? Antes alababa la salacidad de los árabes, ahora se queja de la "insoportable promiscuidad"(Aproximaciones ..., p. 76) de los cairotas. Antes exponía en sus novelas las ideas más amorales y anticulturales de toda la literatura española, hoy dice que le "horroriza la atrofia cultural y moral que se está produciendo a escala universal"(La cuarentena, p. 79). Antes se declaraba cuando menos agnóstico y atacaba la fe supersticiosa del pueblo llano, hoy, según su mujer, va "todos los domingos ... al hammam de la mezquita"(Las casetas ..., p. 83).

Goytisolo ha estado buscando a Dios, a un ideal al que aferrarse, toda su vida, y si expresa ideas religiosas ahora más que antes no es porque antaño no las llevara dentro de si, sino porque no podía darles vida en la sociedad materialista en la que vivía y que tantas veces ha impugnado. Ello, por supuesto, es una condena del mundo occidental en el que aquellos que aspiran a una vida espiritual son incapaces de hallarla, según este autor. Aunque el autoexilio de Goytisolo a Marraquech fue motivado por muchos factores, no sólo el religioso, un crítico acierta al preguntarse: "¿En qué desierto se ha convertido nuestra alma colectiva que obliga ahora a emigrar a los que buscan una chispa de Dios?"(San Juan ..., p. 6).



OBRAS CITADAS


García Garzón, Juan. "Entrevista a Juan Goytisolo", A B C Internacional, 27 hoy. 1985.

Goytisolo, Juan. Aproximaciones a Gaudí en Capadocia.. Madrid: Mondadori, 1990.

--. Campos de Níjar. Obras completas, tomo II. Madrid: Ed. Aguilar, 1977.

--. Contracorrientes. Barcelona: Montesinos Editor, 1985.

--. Coto vedado. Barcelona: Ed. Seix Barral, 1985.

Duelo en "El Paraíso". Obras completas, tomo I. Madrid: Ed. Aguilar, 1977*

--. Juan sin Tierra. Barcelona: Ed. Seix Barral, 1975.

--. Juegos de manos. Obras completas, tomo I. Madrid: Ed. Aguilar, 1977*

--. La Cuarentena. Madrid: Mondadori, 1991*

--. La isla* Obras completas, tomo II. Madrid: EA. Aguilar, 1977*

--. La resaca. Obras completas, tomo I. Madrid: Ed. Aguilar, 1977.

--. La Chanca. Obras completas, tomo II. Madrid: Ed. Aguilar, 1977*

--. Las virtudes del pájaro solitario. Barcelona: Ed. Seix Barral, 1988.

--. Makbara. Barcelona: Ed. Seix Banal, 1980.

--. Para vivir aquí. Obras completas, tomo II. Madrid: Ed. Aguilar, 1977.

--. Pueblo en marcha. Obras completas, tomo II. Madrid: Ed. Aguilar, 1977*

--. Reivindicación del conde Don Julián. México: Ed. Joaquín Mortiz, 1970*

--. Señas de identidad. México: Ed. Joaquín Mortiz, 1969.

Goytisolo, Luis. Estatua con palomas. Barcelona: Ed. Destino, 1992*

Hernández, Ana María. "Un español del boom". Nueva York, primavera 1973* Sin otros datos; se encuentra en el Archivo de Juan Goytisolo de la Diputación Provincial de Almería.

"Juan Goytisolo en Marraquech". Man, Oct. 1988. Sin otros datos; se encuentra en el Archivo de Juan Goytisolo de la Diputación Provincial de Almería.

Lange, Monique. Las casetas de baño. Barcelona: Ed. Seix Banal, 1983.

López Baralt, Luce. "Inesperado encuentro de dos Juanes de la literatura española: Juan Goytisolo y San Juan de la Cruz". En AAVV. Escritos sobre Juan Goytisolo. Almería: Diputación Provincial, 1990.

"Los místicos sufís". Cambio 16, 20 ene. 1992. Sin otros datos; se encuentra en el Archivo de Juan Goytisolo de la Diputación Provincial de Almería.

Martín, Santiago. "San Juan de la Cruz y Juan Goytisolo". ABC, 24 oct. 1991.