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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

jueves, mayo 08, 2008

60 años de ocupación



Al cumplirse este mes sesenta años del inicio de la implantación de la entidad sionista en suelo palestino, nos pareció oportuno reproducir este interesante y esclarecedor artículo sobre el Nakba palestino. Quiera el Todopoderoso fortalecer la resistencia de nuestros hermanos y apresurar su victoria.

Husain ‘Ali Molina



Nakba: Limpieza étnica y el nacimiento de Israel

Los palestinos llaman lo que les pasó en 1948 “Nakba”, que en árabe quiere decir “catástrofe”. Lo perpetraron los dirigentes sionistas que querían establecer el Estado de Israel en las tierras de los palestinos pero sin los palestinos.
Durante el Nakba, a la fuerza obligaron a casi un millón de palestinos (la mitad de la población en ese entonces) a dejar sus tierras, aldeas y hogares, a huir con lo que podían cargar. A muchos los violaron, torturaron y masacraron. Para asegurar que no habría nada a que volver, arrasaron casi por completo las aldeas, olivares y naranjales de los palestinos. Cuando el Nakba terminó, había, ocurrido 31 matanzas documentadas y probablemente otras. Desterraron a 531 aldeas y once barrios urbanos.
Cambiaron los nombres de aldeas y caminos al hebreo. Destruyeron mezquitas antiguas e iglesias cristianas. Levantaron parques, pinares (árboles no nativos de la región) y colonias israelíes encima de muchas antiguas aldeas palestinas. Todo eso tuvo por objeto eliminar todo rastro físico de que las tierras que pertenecían a los palestinos y dar por concluido definitivamente el Nakba.
¿Cuántas veces se ha discutido acerca de la situación de los palestinos con defensores de la existencia del Estado israelí y escuchado el argumento de que el problema se debía a la intolerancia palestina a los colonos judíos? ¿Cuántos individuos saben, o admiten, que desde el principio el sionismo se puso a expulsar de manera permanente a los palestinos de sus tierras? En muchos países occidentales, la negación del Nakba es tan obligatoria que lo es denunciar el rechazo del Holocausto. ¿Cómo pasó eso?
La limpieza étnica de Palestina, de Ilan Pappe, un historiador israelí y conferencista de la universidad de Haifa, explora los años del Nakba (Oxford: One World Publisher, 2006). La premisa es que el Nakba no era sino un acto de limpieza étnica, por derecho internacional considerado un crimen de lesa humanidad. Para sustentar esta teoría, el autor da varias definiciones de diferentes fuentes actuales, como “una zona de diversas etnias que se está convirtiendo en un espacio étnico puro”. Ilustra cómo la matanza y/o la expulsión forzada de los armenios en Turquía, de los tutsis en Ruanda y de los croatas y bosnios en la antigua Yugoslavia es similar a lo que los sionistas hicieron en gran escala contra los palestinos en 1948 y que aún hacen hoy. Pappe traza una conexión entre la limpieza étnica y el colonialismo tal como sucedió en América del Norte y del Sur y en África y Australia.
Su investigación se basa en tres fuentes primarias: material recién desclasificado (años 1990) de los archivos del ejército israelí, el diario de David Ben-Gurion que incluye balances de muchas de sus reuniones, una nueva lectura del viejo material de hemeroteca por el prisma del paradigma de la limpieza étnica y el extenso análisis de los archivos de la historia oral de Palestina.
Pappe presenta un corto informe histórico antecedental sobre el Nakba y unos capítulos al final del libro acerca de la actual situación de los palestinos. A continuación presentamos una breve cronología de los principales sucesos antes del Nakba.
Las primeras colonias sionistas se fundaron en 1878, cuando Palestina, al igual que una buena parte del Medio Oriente, era una parte del Imperio Otomano. En 1917 al fin de I Guerra Mundial y con la derrota de los otomanos, el ejército británico invadió a Palestina y la ocupó. En ese mismo año, el lord británico Balfour lanzó la Declaración de Balfour, que prometió un “hogar nacional” para los judíos en territorio palestino aunque según la mayoría de las fuentes, los judíos constituían al máximo sólo 8 por ciento de la población y aún menos según algunas estimaciones. La Liga de Naciones avaló la ocupación británica dándole un mandato para gobernar a Palestina. En 1938 estallaron fuertes combates entre los judíos y los palestinos. Las bombas de la organización militar sionista Irgun dejaron 119 palestinos muertos; las bombas palestinas dejaron ocho judíos muertos. En 1947 Gran Bretaña le dijo a la recién establecida Organización de las Naciones Unidas que se retiraría de Palestina. En noviembre del mismo, la ONU formalizó el plan de dividir a Palestina en dos Estados. En diciembre de 1947 los sionistas emprendieron las expulsiones en masa de los palestinos. Cuando los británicos se retiraron en mayo de 1948, los sionistas declararon la independencia. El Nakba continuó hasta los primeros meses de 1949.
El libro de Pappe revela cuán meticulosamente el movimiento sionista planeó y ejecutó la toma de tierras palestinas y el destierro (por la fuerza y el terror) de su población, y juego negó y mintió al respecto. Sitúa en su contexto histórico los planes israelíes contra la minoría palestina en Israel así como en Cisjordania y Gaza, pone las cosas en claro acerca de las verdades que conceptualizan la situación de los palestinos hoy. Pappe menciona de paso el papel de Theodor Herzl, el fundador del movimiento sionista a fines del siglo 19, a fin de ilustrar cuán profundamente arraigado estaba el concepto de la “transferencia” de la población originaria y que la manera en que la mayoría de los israelíes ve hoy el “problema demográfico” es una continuación de la propuesta excluyente original de los sionistas. Un mapa de 1919 ilustra claramente las intenciones sionistas de apoderarse de toda Palestina. Los ideólogos de Herzl declararon que “fuereños” vivían en su tierra bíblica y por fuereño quería decir todo el que no era judío, aunque la mayoría de los judíos de Palestina se había ido después de los tiempos romanos. Además, una reciente encuesta demostró que el 68 por ciento de los judíos israelíes quiere que los palestinos ciudadanos de Israel sean “transferidos”.
Muchas denuncias del libro se refieren a David Ben-Gurion, uno de los cerebros y principales impulsores del proyecto sionista y la limpieza étnica que lo impuso. A partir de mediados de los años 1920, Ben-Gurion trabajaba de ministro de Defensa extraoficial (o ministro de Guerra) del aún no oficialmente establecido Estado y más tarde primer ministro fundador. Trabajó en el mundo y en la región para organizar a otros sionistas en apoyo a sus métodos y metas. Se discutió por primera vez la limpieza étnica en su casa con un grupo de elementos de seguridad y expertos en “asuntos árabes” (judíos que crecieron en la región y que hablaban árabe) quienes asesoraran a futuros gobiernos de Israel (Pappe lo llama la Consultoría). Sus ideas para el establecimiento de un Estado sionista eran ambiciosas y estratégicas. Consideraba que sólo se podía lograr por medio de la fuerza, pero que los sionistas tenían que esperar el momento histórico oportuno para poder abordar “en términos militares” (como Ben-Gurion dijo) la realidad demográfica en el terreno: la presencia de una población originaria no judía mayoritaria. Cuando en 1937 los británicos le ofrecieron un futuro Estado a la comunidad judía (en un porcentaje mucho más pequeño de la tierra que lo que la ONU le dio en 1948), lo aceptó como un buen comienzo porque formalizó la idea. Tenía planes mucho más ambiciosos. En 1942 Ben-Gurion proclamó públicamente el plan sionista de tomarse toda Palestina, pero más tarde se dio cuenta de que el plan no era realista y que el 80 por ciento sería suficiente para un Estado israelí viable.
El libro menciona un importante proyecto estratégico guiado por Ben-Gurion: el “proyecto de aldeas” de mapear todo el territorio palestino. Con fotografía aérea, se registraron los detalles de cada aldea palestino: las rutas de acceso, la calidad de la tierra, las fuentes de agua, las principales fuentes de ingresos, la composición socio-política, las afiliaciones religiosas, los nombres de los muhktars (jefes tradicionales de las aldeas), la relación con otras aldeas, la edad de cada hombre y un índice de la “hostilidad” hacia el proyecto sionista basado en aquellos que participaron en la revuelta de 1938 contra la política británica de permitir el aumento de la migración de los judíos a Palestina (entre ellos quienes habrían matado a judíos).
Aquellos que trabajaron en el mapeo de las aldeas comprendieron que este banco de datos no era solamente una actividad académica de geografía. Un individuo quien participó en una de estas operaciones para recabar datos en 1940 rememoró muchos años después: “Teníamos que estudiar la estructura básica de la aldea árabe. O sea, la estructura y la mejor forma de atacarla... cómo acercarse a la aldea desde arriba o acercársele desde abajo. Teníamos que capacitar a nuestros ‘arabistas’ (los orientalistas quienes operaban una red de colaboradores) para trabajar con informantes”.
El libro describe otra inquietud de Ben-Gurion y la Consultoría: el “equilibrio demográfico” entre judíos y árabes en Palestina. Cuandoquiera que una mayoría de palestinos viviera en una zona se le consideró un desastre. Se adoptó un plan público para fomentar la mayor inmigración judía. Pero los judíos quienes venían trasladándose a Palestina desde los años 1920 prefirieron vivir en las zonas urbanas donde vivían judíos y palestinos en números iguales, mientras que en el campo vivía una abrumadora mayoría de palestinos. Los sionistas captaron que la inmigración no contrarrestaría a la mayoría palestina y que otros medios serían necesarios. En 1937 Ben-Gurion le dijo a su cábala que la “‘realidad’ de una mayoría palestina obligaría a los colonos judíos a usar la fuerza para concretar el ‘sueño’: una Palestina completamente judía”. “Tenemos que ver claramente la severidad y la particularidad de esta nueva realidad. Tal configuración demográfica cuestiona nuestra capacidad de mantener la soberanía judía”. “O se puede arrestarlos en masa o expulsarlos. Más vale expulsarlos”.
Cuando los británicos decidieron salir en 1947, el problema de Palestina pasó a la ONU, que, como los británicos, aceptó los reclamos sionistas sobre el territorio palestino y que la partición de Palestina era la mejor manera de resolver el problema. Aun cuando se aceptara la lógica sionista, una partición según la población relativa habría dejado menos del 10 por ciento del territorio para un Estado judío. Pero después de largas negociaciones, la Resolución de Partición 181 de noviembre de 1947 de la ONU les dio el 56 por ciento de Palestina a los sionistas. Jerusalén, a causa de su importancia religiosa al judaísmo, al cristianismo y al islam, se conservó como ciudad internacional, pero una buena parte de las tierras más fértiles quedaron en la parte sionista. Aunque decepcionado de nuevo, Ben-Gurion apreció el reconocimiento internacional del Estado judío e ignoró la sección que estipuló cuánto y cuál territorio. Declaró que las fronteras de Israel “se determinarán por la fuerza y no por la resolución de partición”. Ben-Gurion eludió con habilidad la mínima oposición mundial que había a sus planes. Aunque los sionistas decían públicamente que apoyaban la Resolución, en el país empezaron a ejecutar sus propios planes. El fenómeno de ignorar las negociaciones “antes de que se secara la tinta” llegó a ser una característica de las negociaciones posteriores y actuales de Israel.
Pappe cuenta cómo los dirigentes árabes se opusieron a la partición de Palestina y boicotearon las negociaciones de la ONU. Se negaron a participar porque la división de sus tierras con una comunidad de colonos (entonces un tercio de la población, que tenía sólo el 6 por ciento de la tierra y que desde hace mucho había proclamado que quería desarabizar a Palestina) era ilegal e injusta. La Resolución 181 generó gran ansiedad en el seno de los palestinos, pues veían venir el choque con los sionistas. Se inició la matanza en diciembre de 1947, antes de que los británicos dejaran Palestina.
Pappe describe la combinación de planificación meticulosa e iniciativas “no autorizadas” de los grupos militares terroristas, como el Irgun, la pandilla Stern y las Palmach (unidades de comandos especiales pioneros en la construcción de las colonias judías). Con un grupo de militares y civiles, con algunas figuras conocidas como Moshe Dayan (un jefe militar quien era comandante del ejército durante la crisis del Suez de 1956 y ministro de Defensa durante la guerra de seis días de 1967) y Yitshak Rabin (un general y dos veces primer ministro, asesinado en 1995), Ben-Gurion estableció y dirigió los planes para preparar a las fuerzas militares de la comunidad judía para una ofensiva contra los palestinos. El Plan C (una versión revisada del Plan A y B) detalló las acciones a tomarse: matar a los líderes políticos palestinos y a aquellos quienes los apoyaban económicamente, matar a los palestinos quienes actuaban contra los judíos matando a funcionarios y oficiales, atacar a aldeas que parecían más combativas y podrían resistir los futuros ataques del ejército israelí, y dañar las fuentes de sustento de los palestinos. Luego, se trazó el Plan Dalet (o Plan D), el plano para la expulsión sistemática y total de los palestinos de su patria. El Plan D describió así las operaciones: “Destruir aldeas (prendiéndoles fuego, volándolas con explosivos y sembrando minas en los escombros) y sobre todo esos centros de población que son difíciles de controlar de manera constante; o lanzando operaciones combinadas según los siguientes lineamientos: cercar a las aldeas y llevar a cabo allanamientos. En caso de resistencia, hay que eliminar a las fuerzas armadas y expulsar a la fuerza a la población del territorio del Estado”.
En el curso de llevar a cabo el Plan D, lo que le inquietaba a los dirigentes sionistas no era tanto la resistencia de los palestinos u otros árabes quienes pudieran acudir en su defensa, porque los Estados árabes oponían una resistencia a medias y sus soldados tenían pésimo entrenamiento y armamento. Públicamente los dirigentes sionistas deliraban acerca de la posibilidad de un “segundo Holocausto”, esta vez proveniente de los árabes, pero en secreto bien sabían que a la retórica de guerra de los Estados árabes no la complementaban preparativos serios en el terreno. En muchos casos, los soldados árabes ignoraron a los vacilantes oficiales de los ejércitos de los Estados árabes y tomaron la iniciativa y combatieron con valor en defensa de los palestinos. Los dirigentes sionistas temían principalmente al ejército británico. Pero mientras que aún estaba en Palestina, el ejército británico raras veces intervenía contra las matanzas, aun cuando la población árabe de la región se le suplicara.
Las expulsiones empezaron en diciembre de 1947, en aldeas y pueblos más grandes. La siguiente descripción condensada proviene del libro de Pappe sobre lo que pasó en Haifa a la vista de los británicos. La mañana después de la resolución de la ONU, el Hagana (el grupo militar principal que llegaría a ser el ejército israelí) y el Irgun (una escisión inicial del Hagana, encabezado por el futuro primer ministro Menachem Begin, que más tarde también llegó a ser parte del ejército) lanzaron una campaña de terror contra los 75.000 palestinos de Haifa. Los colonos judíos quienes se habían establecido ahí en los años 1920 y vivían en las colinas alrededor de la ciudad participaron en los ataques con las unidades militares sionistas.
Usaron varias tácticas. Una andanada de bombardeos y fuego de francotiradores cayó sobre los palestinos; se vertió una mezcla de petróleo y combustible en los caminos y se le prendió fuego; se rodaron barriles llenos de explosivos hacia las zonas palestinas. Cuando los palestinos apanicados salieron a apagar los incendios, los rociaron con fuego de metralleta. Los judíos quienes se hacían pasar como palestinos llevaron carros llenos de explosivos a los talleres de reparación de los palestinos y los detonaron. En una refinería en Haifa, judíos y árabes habían trabajado hombro a hombro y tenían una larga historia de solidaridad en su lucha por mejores condiciones laborales contra sus patrones británicos. El Irgun, que se especializaba en echar bombas contra muchedumbres árabes, lo hizo en esta refinería. Los obreros palestinos reaccionaron matando a 39 obreros judíos, una de las peores y una de las últimas escaramuzas de represalia en ese período. Luego, las unidades del Hagana fueron a uno de los barrios árabes de Haifa, Wadi Rushmiyya, expulsaron a los habitantes y volaron las casas con explosivos. El ejército británico miró a otro lado mientras que se cometían estas atrocidades. Dos semanas después, las Palmach fueron al barrio Hawassa de Haifa, donde alrededor de 5.000 de los más pobres árabes vivían en pésimas condiciones. Volaron con explosivos las chozas y la escuela, lo que obligó a la gente a huir. Pappe considera este incidente como el comienzo oficial de la operación de limpieza étnica en la Palestina urbana.
En marzo de 1948, Ben-Gurion le dijo al Ejecutivo de la Agencia Judía: “A mi parecer, la mayoría de las masas palestinas acepta la partición como un hecho consumado y no cree que es posible superarla o rechazarla... La mayoría decisiva de ellos no quiere luchar con nosotros”.
Los ejércitos de los países árabes no podían contra las unidades clandestinas bien equipadas del ejército sionista que habían recibido armas de Gran Bretaña, la Unión Soviética y Checoslovaquia. Las fuerzas irregulares árabes emboscaron convoyes israelíes pero no atacaron a las colonias judías. La Consultoría decidió que la cruel venganza no era suficiente y que se necesitaba cambiar a acciones más drásticas.
Bajo el pretexto de las iniciativas del mundo árabe de rescatar a los palestinos, Ben-Gurion azuzó los temores en la comunidad judía y los cultivó con tanto esmero que superaron cualquier oposición que estas tácticas engendrarían. La “seguridad” del Estado judío (entonces como hoy) llegó a ser el avasallante temor que permitió que muchos israelíes y gente de fuera del país pretendieran no ver qué hacían los dirigentes sionistas y qué constituía su plan.
Antes de marzo de 1948, los dirigentes sionistas aún presentaban sus actividades como represalias contra acciones hostiles árabes. Pero dos meses antes de la retirada de los británicos, declararon abiertamente que se apoderarían del territorio y que expulsarían a la población originaria por la fuerza. Cuando los británicos se fueron en mayo, los sionistas declararon su Estado. Estados Unidos y la Unión Soviética lo reconocieron oficialmente. Avanzaron a todo vapor las crueles expulsiones y la palabra “venganza” ya no se refería a lo que hacían las fuerzas militares israelíes. Ben-Gurion dijo: “Cada ataque tiene que llevar a la ocupación, la destrucción y la expulsión”. Ya no era necesario distinguir entre el “inocente” y el “culpable”. Los ataques preventivos y los daños colaterales llegaron a ser aceptables y necesarios.
Deir Yassin
En una colina al oeste de Jerusalén estaba la aldea de Deir Yassin. La matanza ahí es conocida por todo el mundo pero cabe mencionarla como reflejo de la naturaleza sistemática del Plan D aplicado a cientos de aldeas por toda Palestina. Pappe describe cómo el 9 de abril de 1948 soldados judíos irrumpieron en la aldea y rociaron las casas con fuego de metralleta y masacraron a mucha gente. “A los aldeanos que quedaban los juntaron en un lugar y los masacraron a sangre fría, maltrataron los cuerpos, y a varias mujeres las violaron y luego las mataron”.
“Fahim Zaydan, quien entonces tenía doce años, recuerda cómo vio a su familia asesinada: ‘Nos sacaron uno a uno; balearon a un anciano y cuando una de sus hijas lloró, a ella también la balearon. Después, llamaron a mi hermano Muhammad y lo balearon ante nosotros, y cuando mi madre gritó y se inclinó sobre él, con mi pequeña hermana Hudra que aún amamantaba en los brazos, a ella también la balearon’.
“A Zaydan también lo balearon, mientras estaba parado en un grupo de niños que los soldados judíos habían alineado contra una pared, a los cuales habían rociado con balas por diversión, antes de irse. Tenía suerte de sobrevivir”.
Cuando entraron a las aldeas, las destruyeron y juntaron a los aldeanos. Se tomaron decisiones acerca de a quién dejar vivir y a quién matar. Agentes de inteligencia en el terreno ayudaron a los oficiales militares en esta tarea. Los agentes, con la ayuda de colaboradores de la localidad (espías encapuchados), identificaban a diferentes individuos para el jefe de los agentes.
Israel y los palestinos hoy
Como resultado del Nakba, ahora hay casi 4.5 millones de palestinos dispersos por todo el mundo, además de 1.4 millones bajo ocupación militar israelí en Cisjordania y 1.3 millones en Gaza, un territorio desértico anteriormente poco poblado donde hoy viven refugiados hacinados en campamentos y aldeas. Aproximadamente 1.5 millones de palestinos siguen viviendo en Israel como ciudadanos de segunda. La población judía de Israel es de unos 5.5 millones. El Estado sionista hoy ocupa aproximadamente el 78 por ciento de la Palestina histórica, sin contar el creciente numero de colonias israelíes en Cisjordania. Esto no tiene ningún paralelo en el mundo: un Estado que se ha construido a conciencia, desde el principio, para un pueblo, una cultura, sobre bases religiosas y sin fronteras permanentes formales.
El argumento de Pappe de que el Nakba era un acto de limpieza étnica es convincente. El plan sionista de castigo consciente transformó la geografía humana y física de Palestina a fin de borrar la historia y cultura de Palestina y así negar cualquier reclamo futuro que los palestinos pudieran hacer en defensa de sus tierras. En los años desde el Nakba, la máquina de muerte que es el ejército israelí ha continuado su trabajo sucio. Pappe enumera lo siguiente: en Kfar Qassim en octubre de 1956 las tropas israelíes masacraron a 49 aldeanos que volvían de sus campos. Qibya en los años 1950; Samoa en los años 1960; las aldeas de Galilea en 1976, las masacres en los campamentos de refugiados Sabra y Chatila en el Líbano en 1982, Kfar Qana en 1999, Wadi Ara en 2000 y el campamento de refugiados de Jenin en 2002. No ha parado la matanza de palestinos por Israel.
Pappe concluye el libro con la esperanza de que los israelíes se despierten de su torcida aspiración a retribuciones, abandonen el racismo y el fanatismo religioso y tomen conciencia de la verdad que cuenta el libro. Piensa que no aceptar el derecho de los palestinos a regresar es lo mismo que seguir defendiendo el enclave de apartheid “blanco” y la Fortaleza Israel. Dice que los palestinos y los judíos coexistieron en paz antes del Nakba y aun hoy muchos tienen fuertes lazos sociales. Eso muestra que los dos pueblos pueden vivir en armonía. Llama a transformar a Israel en un Estado laico y democrático.
El libro de Pappe no trata el papel central que Israel ha estado jugando como bastión de los intereses imperiales norteamericanos en el Medio Oriente. Sin el apoyo militar y político del gobierno estadounidense y sin el apoyo económico sin precedente que es tan medular para la sociedad israelí y su estilo de vida ($3 mil millones al año de ayuda del gobierno estadounidense, y el dinero de particulares que alienta el gobierno estadounidense), Israel no sería lo que es hoy, si por caso existiera. No obstante, por su precisión histórica y como recordatorio vívido de la tragedia del Nakba, vale la pena leer el libro.
Fuente: Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar / La Haine. Palestinalibre.org