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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

lunes, mayo 25, 2009

¿Por qué el Islam en Indoamérica?


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¿Por qué el Islam en Indoamérica?
Ante nuestra propuesta sobre la necesidad de pensar un Islam Indoamericano no son pocos los hermanos musulmanes que se cuestionan sobre la existencia o no de de esta necesidad, y son muchos más los que, sin adherir al Islam, se preguntan qué tiene este camino para ofrecer a las luchas liberadoras de los pueblos indoamericanos.
En las líneas que siguen intentaremos dar nuestra postura sobre estas cuestiones, abriendo este espacio a las observaciones y propuestas que de estas palabras pudieran surgir.
¿Por qué un Islam Indoamericano?
Desde el corazón de la Península Arábiga del siglo VII (de la era cristiana), el Mensaje Divino revelado al Profeta Muhammad (PBD) se expandió de manera vertiginosa alcanzando, en menos de un siglo, abarcar a distintos pueblos desde el Océano Atlántico hasta China. Contrariamente a lo que suele afirmarse desde los textos producidos en Europa y los Estados Unidos (reproducidos, luego, acríticamente en nuestras tierras), el Islam no debe esta expansión al uso de la fuerza; el primer ejército islámico no contaba con un arsenal tecnológicamente superior al de los imperios de la época, ni con la cantidad de hombres que se hubiesen necesitado para garantizar, mediante la fuerza, la lealtad de tan diversos pueblos al Islam. Debemos buscar la clave de este hecho en un elemento central del camino revelado a Muhammad (PBD), el corazón del pensamiento musulmán: el testimonio según el cual “No hay divinidad más que Dios y Muhammad es su Profeta”. En esta declaración radica toda la fortaleza y el espíritu libertario del Islam. Sólo a Dios debe el ser humano obediencia, de Él emana todo ordenamiento, por lo tanto ningún hombre o mujer (ni lo por ellos creado) puede reclamar la sumisión de sus hermanos a su voluntad. Conscientes del Poder de Dios el hombre está en condiciones de contemplar a las divinidades de la época (el poder, el mercado, el reconocimiento público, etc.) en su justa dimensión: como creaciones humanas orientadas por presupuestos ideológicos esclavizantes. Lejos de Dios el ama se encuentra a merced de estas elucubraciones endiosadas; en el retorno a Él está la liberación.
Cuando a esto se añade que Muhammad es un Profeta de Dios, se reconoce a éste como el eslabón final de una cadena constituida por 124.000 Profetas que Dios, en su Infinita Misericordia, envió a todos los pueblos del mundo. Las palabras del Testimonio no reclaman para Muhammad (PBD) un exclusivismo que dejaría a la mayor parte del planeta huérfana del Amor Divino. Por el contrario, lo sitúa en la sintonía de un Mensaje Divino que ha venido siendo transmitido desde la creación del hombre a todos los lugares de la tierra.
La rápida expansión del Islam mucho debe a este corazón doctrinal liberador que tiene el Mensaje, que ofrece además la posibilidad de recuperar lo mejor de las tradiciones espirituales de los distintos pueblos, reconociendo en estos elementos huellas de un saber Divino.
La luz del Islam se desplegó sobre superficies diferentes que le dieron tonalidades varias, particulares y ricas. El Islam del África subsahariana, por ejemplo, tiene una “tonalidad” distinta al del Islam del espacio cultural iranio. Cuando pensamos en Al Ándalus o en el Imperio Otomano vienen a nosotros esas coloraciones diferentes que reconocen la misma fuente de Luz Trascendente. ¿Por qué negarle al Islam en Indoamérica su particular tonalidad? Se podrá decir que aún es muy prematuro, por lo relativamente pequeñas que son nuestras comunidades, pensar en tamaña construcción; pero podemos empezar a buscar esa tonalidad propia, que nos permitimos imaginar cobriza.
¿Desde dónde actuar?
Nada es más perjudicial para esta construcción que la confusión (lamentablemente generalizada) entre “lo árabe” y “lo islámico”. Nos hemos ocupado ya de este problema en otros escritos, destacando lo nocivo que resulta para la difusión del Mensaje, la reducción del Islam a coordenadas identitarias vinculadas a la pertenencia a una colectividad determinada. La universalidad del Islam se ve opacada por esta apropiación que desconoce el carácter minoritario de los árabes dentro de la Umma (comunidad islámica mundial) en la cual no representan más de un 20%. El hecho de que el texto coránico se haya conservado en el mismo árabe de su revelación original, es una misericordia para los musulmanes que deseen adentrarse en las profundidades del Mensaje tal como lo recibiera nuestro Profeta (PBD). No puede transformarse esto en un argumento que pretenda colocar a un pueblo determinado por encima de otros, lo que en sí mismo no constituiría más que una traición al espíritu liberador del Islam.
Indoamérica ofrece una enorme gama de realidades socioculturales debido especialmente al carácter mestizo de nuestros pueblos. La irrupción del europeo en nuestro continente americano, implicó un grado de violencia tal sobre los pobladores originarios, que obligó a los mismos a reorientar sus tradiciones espirituales hacia formas híbridas bajo ropajes cristianos. La tensión entre la espiritualidad indígena y el catolicismo impuesto por el europeo, si bien ha dado lugar a expresiones de devoción popular sumamente interesantes, lejos está de haber sido resuelta. Como demuestra J. Monast en su libro Los indios aimaraes[1], los pueblos originarios resignifican la simbología y los ritos cristianos a partir de sus propias tradiciones, sin incorporar las profundidades teológicas del pensamiento cristiano. Al mismo tiempo, el catolicismo tampoco procuró recuperar los elementos centrales de la espiritualidad nativa de una riqueza asombrosa. Bueno es recordar en este punto que los indígenas fueron considerados desde el inicio, un “otro religioso” a combatir, a reducir, y a adoctrinar (ver nuestro artículo La lógica de la Reconquista).
Para los musulmanes el modelo deberá ser otro. Tal como lo hiciera en el S. XII el místico y filósofo Yahya Suhrawardí, que recuperó lo mejor de la espiritualidad persa preislámica para “conducirla” a las coordenadas espirituales del Islam, debemos volver nuestras miradas a ese saber negado de nuestros pueblos originarios. El mismo, que se mantiene solapado bajo el ceremonial cristiano, debe ser liberado de la tensión producida por la negación católica. El Islam reproduciría esta espiritualidad Indoamericana incorporándola a un camino que la comprehende y se enriquece con sus aportes, al tiempo que la trasciende (hemos intentado un aporte muy modesto en este sentido en escritos como: Gnosis Amerindia, Ocultaciones y Carta de un Musulmán de Indoamérica).
Aunque recordemos la presencia morisca en los primeros años de la Colonia, o la influencia de la misma en nuestras costumbres y personajes (como el gaucho en Argentina), el Islam seguirá siendo un extraño en estas tierras, reducido a expresiones comunitarias urbanas vinculadas a los inmigrantes o sus descendientes, en tanto no encuentre su propia tonalidad, en la que habrán de reconocerse todos nuestros pueblos Indoamericanos.
Husain ‘Ali Molina


[1] MONAST, J.E. Los indios aimaraes. Ediciones Carlos Lohlé. Bs. As. 1972