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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

martes, febrero 20, 2007

La lógica de la Reconquista





LA LÓGICA DE LA RECONQUISTA.



Se denominó Reconquista a la larga lucha por la “liberación” del territorio “español” que se encontraba desde el s. VIII en manos de gobernantes musulmanes. Esta “recuperación” fue llevada a cabo por parte de los Reinos cristianos que, a la llegada de los musulmanes se habían replegado hacia el norte. Este período abarca desde los s. XI/XII, hasta el siglo XV, momento en el que los españoles toman Granada y terminan de controlar toda la región.

Este proceso que en España recibe el nombre de Reconquista se legitima simbólicamente en la idea de un combate justo contra el Otro. Esta figura se presenta bajo diferentes formas: un Otro político, cultural y/o religioso.

La siguiente exposición tiene como finalidad observar algunas de las formas que adquiere la relación con ese Otro, específicamente en el plano religioso. En este caso nos centraremos en la forma en que la España Católica se comportó con la población musulmana una vez terminado el proceso de Reconquista, para luego establecer una línea de continuidad que, según nuestra opinión, se perpetúa en América en el primer período de contacto con los pueblos originarios.


A finales del s. XV, con los Reyes Católicos en el poder y la derrota islámica, se da un proceso de inversión de valores en detrimento de la tolerancia. A las leyes no escritas de hospitalidad, libre circulación de las personas, el respeto al otro y la convivencia, les suceden el cierre de las fronteras, de los espíritus, el rechazo de la diferencia.Ya no es posible encuentro alguno: la España de las tres religiones ha caído bajo el imperio de la Inquisición, creada en 1478/79. Confirmando esta actitud contraria al diálogo, el Concilio de Trento institucionaliza, a mediados del s. XVI, la ruptura incluso entre los cristianos. Esto inmoviliza a la Iglesia Católica y con ella a toda España, adoptando una posición de repliegue sobre sí misma. A partir de este momento la represión garantizará cada vez más el estricto mantenimiento de la ortodoxia[1].

Después de la Reconquista de Granada, la política practicada respecto de la población musulmana evolucionó en un proceso que fue de la tolerancia, a intentos de asimilación a través de la eliminación de las diferencias culturales, terminando con la expulsión.

La primera etapa (la de la tolerancia) se expresó en las Capitulaciones de Granada, dónde los soberanos aceptaron que los musulmanes fueran considerados como súbditos libres de la Corona y ejercieran libremente su culto.

Sin embargo, rápidamente se llevó a cabo de una política de evangelización casi brutal que acarreo conversiones forzosas y violentas sublevaciones de los moros, como se los llamaba y que significa, en una de sus acepciones, “adulto que no ha sido bautizado”[2].


Estas sublevaciones van a servir de excusa para que, en 1502, se los obligue a optar por la conversión al cristianismo o el exilio. La tolerancia cedió su lugar a la etapa de la asimilación a través de la eliminación de las diferencias culturales. A partir de ese momento, quienes aun permanecen en España, los musulmanes conversos llamados “moriscos”, son acantonados en especies de “ghetos” y obligados a llevar un signo distintivo. Esto demuestra que la tolerancia había llegado rápidamente a su fin. Los moriscos, musulmanes en su corazón, continuaron observando en secreto el Islam y sus ritos, viviendo al margen de la sociedad.


Antes de llegar a mediados del siglo XVI, se los obliga a abandonar, además de la religión, sus hábitos ancestrales vinculados indefectiblemente con el Islam, en los siguientes terrenos[3]:

- el baño (la ablución ritual previa a la oración obligatoria cinco veces al día)
- la forma de sacrificio de los animales para consumo alimenticio.
- las costumbres relativas al nacimiento (circuncisión), casamiento y entierro.
- la lengua (se les da un período de 10 años para aprender bien el castellano)
- la música
- la vestimenta

Este proceso tiene su punto cúlmine en 1525 cuando el Rey ordenó finalmente bautizar a todos los musulmanes.


Sin embargo estos hábitos, así como también la observancia de los cinco pilares de la fe (shahada, salat, sakat, hajj y ramadán), fueron mantenidos, en la medida de lo posible, a través de la práctica del disimulo (“taqiyya” en árabe).

Debe mencionarse que el problema religioso era también un problema político-económico que generaba contradicciones. Los señores feudales y buena parte de la Iglesia no querían el cambio de religión porque implicaba que la fuente económica que sostenía a la Inquisición se secara. Esto tiene que ver con que la primera medida que se tomaba contra el “hereje” era la confiscación de sus bienes. Además suponía también un cambio en su estatuto de dependencia servil, que era garantizado por su condición de musulmán encubierto, lo que privaba al mismo de sus derechos como súbdito de la Corona y servía para que fueran utilizados como mano de obra[4].

Un siglo después de la Reconquista se considera ya la asimilación como definitivamente irrealizable, y el cuerpo extraño (el Otro religioso) será eliminado a partir de 1609 con la expulsión masiva de los moríscos (etapa de expulsión).



La caída de Granada se produce apenas unos meses antes de la llegada de los conquistadores españoles a América. Claudio Sánchez Albornoz se refiere a “las tres guerras divinales que los hispanos, desde entonces, mantuvieron: contra los indios idólatras, contra los africanos y turcos islamitas y contra los europeos herejes[5].” Habiendo mencionado ya algunas de las medidas adoptadas por la Corona contra los musulmanes, nos interesa trabajar el peso que esta intolerancia para con el Otro tuvo en América; y cómo sus consecuencias se siguen manifestando en la actualidad.

Los primeros españoles llegados al continente emplearon una serie de conceptos y estrategias ya utilizados en su lucha contra los musulmanes. Así, los cronistas llamarán mezquitas a los templos indígenas, ovejas a las llamas y Rey al Inca[6]. Recordemos la conocida expresión “el paraíso de Mahoma” empleada por los historiadores de la época para graficar la situación de Asunción, dónde un español podía tener a su servicio, grandes cantidades de mujeres. Incluso la figura del Adelantado y los antecedentes jurídico-religiosos de la Esclavitud, la Mita y la Encomienda tienen sus orígenes en los privilegios y mercedes que los Reyes de España acordaron en los enfrentamientos contra el Islam[7].

Tal como expusimos anteriormente, el ataque religioso contra el moro se tradujo en la prohibición del lavado ritual que el musulmán realiza antes de cada oración. En América, esta aversión de la Corona por el “exceso de agua” se manifestó rápidamente en una Disposición real a través de la cuál Isabel ordenaba a los indios “no deberán bañarse con tanta frecuencia como hasta aquí lo han hecho porque, según nuestros informes, les causa mucho daño”. El proceso de degradación iniciado permitirá más tarde al invasor calificar de “sucio” al indígena[8].

La represión se desató, también en nuestro continente, contra los hábitos alimenticios de los pueblos originarios, en especial sobre aquellos productos que encerraban un profundo sentido espiritual. Recordemos que ya en 1567 el Segundo Concilio de Lima[9] se expedía sobre el uso de la hoja de coca con la cual, aseguraban los sacerdotes, se celebraban sacrificios a los demonios. El ataque contra la coca, y todo lo que ésta representa en el imaginario espiritual andino, lejos de haberse detenido, perdura bajo nuevas formas. En lo teórico se la califica como “nefasta costumbre”[10] por algunos académicos, mientras que en lo práctico la erradicación de la misma es una exigencia estadounidense a los países andinos.
Tal como sucediera en España, la Corona emprendió rápidamente una embestida feroz sobre otras expresiones culturales indígenas como la música. Tan perdurables son sus consecuencias que, como el Director del Instituto de Cultura Indígena Sixto Vázquez Zuleta sostiene, aún hoy el indígena no puede expresarse con total libertad en este campo. “Puede cantar al amor perdido, a la pastora, a la amante infiel, pero no a sus batallas, a sus glorias pasadas o a sus héroes[11]”.

Y es que para encontrar más huellas de la lógica de la Cruzada española en América no necesitamos retrotraernos cientos de años; todavía en nuestros días al niño muerto sin bautizar, en algunas regiones de Bolivia, se lo llama “morito” en contraposición con el “angelito” (difunto pequeño que recibió el bautismo).
A continuación nos centraremos en una figura que, a nuestro entender, simboliza el espíritu de la Reconquista desembarcando en nuestro continente: nos referimos a Santiago Matamoros. Santiago aparece en las leyendas como el hermano menor o hasta como el doble de Jesús, quién habría predicado en el extremo noroeste de la península. Los supuestos restos del apóstol fueron hallados en Compostela alrededor del 800. Rápidamente se hizo de éste un santo guerrero, armado y montado a caballo. Bajo la protección del mismo, cargado ya con nuevos atributos, las tropas cristianas avanzaron paulatinamente sobre territorios hasta entonces musulmanes. El Santiago que se mostró como simbólicamente efectivo fue el asesino de moros, Matamoros.

Con el control del territorio peninsular los españoles traerán consigo la imagen de Santiago Matamoros, y bajo su protección conquistarán las tierras americanas. Esto no resulta extraño si recordamos que la lucha contra el “indio idólatra” era una “guerra divinal” tan legítima como la emprendida contra el Islam.

Los españoles vencieron a los pueblos originarios al grito de “¡Santiago! ¡Santiago! ¡Por Santiago y por el Rey!”. Estas exclamaciones, acompañadas por el ensordecedor ruido de cañones y arcabuces permitió a los pueblos andinos identificar al santo con el antiguo Señor del Rayo: Appu Illapu.

La presencia de Santiago Matamoros en América es fácilmente perceptible; desde México hasta Bolivia encontramos ciudades a las que ha legado su nombre y su atributo. Incluso la imagen del santo ecuestre, portando armas de fuego, se encuentra multiplicada en las iglesias del interior de Bolivia. Como nos informa J. Monast[12] el Santiago aún presente en estas tierras es un guerrero “que predica la venganza, el odio a los enemigos y el desprecio a los no creyentes; es pues, un vestigio de la Inquisición”.


“El fin del poderío islámico sobre el suelo hispánico se produciría finalmente, el mismo año del descubrimiento de América (1492). Rendido el Emirato de Granada, España es una y cristiana. Santiago es libre para cabalgar por los recién descubiertos campos de América. El discípulo más amado de Cristo, por su dulzura, se convirtió así, en el campeón de la unificación española, primero, y del avasallamiento imperial de América, después. Y así Santiago continúa su periplo repitiendo su secular enfrentamiento con moros e indios: Occidente contra Oriente, Occidente contra los Andes[13]”.



María Eugenia Gantus y Ángel Horacio Molina.




[1] LEBLON, Bernand Los gitanos de España. El precio y el valor de la diferencia. Ed. Gedisa. Barcelona. España. 1993. Págs. 22-31

[2] Diccionario Hispano Universal W. M. Jackson Inc. Editores. México 1967. 12ª Edición.

[3] DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio y BERNARD, Vincent. “Historia de los Moriscos”. En Revista de Occidente. Madrid, España. 1978.

[4] PASTOR, Reyna 1975 “La España Musulmana: estructura y crisis” Del Islam al Cristianismo. En las fronteras de dos formaciones económico-sociales. Ed. Península. Barcelona. 1975.

[5] MANRIQUE, Nelson “Santiago cabalga”. En Revista Virtual Webislam Nº 221. 19/08/03. www.webislam.com

[6] ROMÁN, Rubén “Aborígenes americanos precolombinos”. En América, construcción, conflicto y desafío. Editorial Sudamérica. Santa Fe. Argentina. 1993

[7] VEDOTA, Juan La expoliación de América. Editorial La Bastilla. Bs. As. Argentina. 1973

[8] COLUMBRES, Adolfo. La colonización cultural de la América indígena. Ediciones del Sol. Quito. Ecuador. 1976

[9] ROMANO, Ruggiero “Historia, Coca y Cocaína”. En Revista Todo es Historia. Nº 176. Enero 1982. Bs. As. Argentina.

[10] PALMA, Néstor. La medicina popular en el noroeste argentino. Editorial Huemul. Bs. As. Argentina. 1978

[11] VÁZQUEZ ZULETA, Sixto. Indiomanual. Editorial I.C.I. Humahuaca. Argentina. 1995

[12] MONAST, J. E. Los indios aimaraes. Ediciones Carlos Lohlé. Bs. As. Argentina. 1972.

[13] MANRIQUE, Nelson “Santiago cabalga”. En Revista Virtual Webislam Nº 221. 19/08/03. www.webislam.com