La
sunna de la Shiah:
algunas precisiones en torno a sus fuentes
algunas precisiones en torno a sus fuentes
Ángel Horacio Molina
Introducción
La
utilización corriente de los conceptos de Sunna y Shiah para definir a las dos
ramas más importantes del Islam genera, muchas veces, confusiones a la hora de
referirnos a las fuentes de las cuales se nutre el corpus de tradiciones de esta
última escuela islámica.
En
la presente exposición intentaremos
aclarar algunas de estas nociones esperando que las mismas contribuyan a
un mejor abordaje al estudio de la Shiah. En este trabajo introductorio no nos
detendremos en cuestiones técnicas de las Ciencias del Hadiz porque excede la temática que pretendemos
revisar en esta ponencia.
Precisiones
“Todas
las enseñanzas islámicas incluida la doctrina, la ética, las leyes y otras
ciencias han sido recibidas por el Noble
Profeta desde la fuente celestial y comunicadas por él a la humanidad por medio
de dos canales: el Corán y la Sunna”
(Ayatullah
Ali Mishkini). La Sunna se compone a su vez por los dichos y la conducta de
Muhammad, siendo el hadiz el registro de los dichos del Profeta del Islam.
Al
mismo tiempo, la rama mayoritaria del Islam es conocida también como Sunna (de Ahlul
Sunna wal Yama’a) y hace referencia en su denominación al comportamiento y
las enseñanzas proféticas en las cuales
dice inspirarse. Pero, y este es el punto que nos interesa trabajar, también la
Shiah dice referenciarse en la Sunna del Profeta. La importancia de esta cuestión se pone de
manifiesto cuando recordamos que, luego del Corán, la Sunna es la segunda
fuente de conocimiento de los musulmanes y el segundo pilar de la
jurisprudencia. Veremos a continuación cuál es la forma en que la Shiah
duodecimana comprende esta idea.
División
e Imamato
Tras
la muerte de Muhammad, la joven comunidad islámica se dividió ante las
diferentes posturas con respecto a la
persona que habría de sucederle en la dirección de la misma y las
características y atribuciones que le serían propias.
Para
la Shiah (es decir los partidarios de ‘Ali Ibn Abi Talib), el sucesor
del Profeta no podía limitarse a la dirección política de la comunidad sino que
le correspondía fundamentalmente la guía espiritual de la misma y, por lo
tanto, debía reunir una serie de características morales y espirituales
superiores al del resto de la comunidad. ‘Ali, primo y yerno del Profeta,
encarnaba para los tempranos shiahs esas condiciones especiales. Como afirma el
Profesor LuisVittor (2010: 153), “para la Shiah no se trata sólo de
administrar temporalmente una ley divina, sino de revelar e interpretar en
sentido espiritual los misterios divinos de la Escritura”.
Con
el fin de distinguir esta idea de dirección espiritual shií de la meramente
política, la Shiah utiliza el concepto de Imam en contraposición al de Califa.
Si con la muerte de Muhammad se cierra el ciclo de la Profecía, se inicia al
mismo tiempo el ciclo del Imamato. “El Imam es la puerta de acceso a la
sabiduría profética (…), además de ser el dispensador temporal de la profecía,
actualizándola y renovándola en su tiempo, es el intérprete esotérico del Corán
y del legado espiritual profético” (Vittor, 2010: 155).
Esta
figura fundamental, la del Imam, es la clave para comprender lo que la Shiah
considera Sunna. Para la Shiah tanto los Profetas como los Imames (sus
sucesores) son seres infalibles, divinamente purificados y poseedores de los
niveles más profundos de comprensión del Corán. El Profeta y el Imam se
encuentran hermanados en una relación espiritual establecida desde el principio
de la creación.
“La
Shiah cree que existe una ‘luz primordial’ que pasó de un profeta a otro; y
después del profeta del Islam a los Imames. La misma protege a unos y otros del
pecado, los hace infalibles y les concede el conocimiento de los misterios
divinos” (Nasr, 1991:111).
En
una interesante tradición transmitida por el sexto Imam Ya’afar as Sadiq, el
mismo Muhammad comenta esta relación que lo vincula con los Imames: “Dios me
creó de la quinta esencia de luz, me llamó y Le obedecí. Luego creó a ‘Ali de
mi luz, lo llamó y él obedeció. De mi luz y de la luz de ‘Ali Él creó a Fátima,
la llamó y ella obedeció. De mí, ‘Ali y
Fátima creó a Hasan y Husein, Él los llamó y ellos obedecieron. (…) Dios creó
nueve imames de la luz de Husein y ellos Le obedecieron antes de que creara
cada cielo elevado, que desplegara la Tierra, el aire, los ángeles o el ser
humano. Nosotros somos luces que Le glorifican, Le escuchan y Le obedecen”- De
la obra “Faro del sendero” (Vittor,
2010: 321)
Los
imames constituyen, para la Shiah, una continuación de la autoridad espiritual
de Profeta. Sus dichos y acciones representan un suplemento a los dichos y
acciones proféticas, por lo que los
imames serían una extensión de la personalidad del Profeta durante los siglos
siguientes. Los Imames son la manifestación temporalmente desplegada del
Profeta.
En
este sentido Ya’afar as Sadiq afirmó que: “mi hadiz es el hadiz de mi padre,
el hadiz de mi padre es el hadiz de mi abuelo, el hadiz de mi abuelo es el
hadiz de Husein, el hadiz de Husein es el hadiz de Hasan, el hadiz de Hasan es
el hadiz del Comandante de los Creyentes (‘Ali), el hadiz del Comandante de los
Creyentes es el hadiz del Mensajero de Dios, y el hadiz del Mensajero de Dios
es la palabra de Dios todopoderoso”
(Al Kafi).
Así,
“la Shiah considera Sunna a la
tradición de Muhammad y su implementación e interpretación por los Imames quienes fueron sabios
descendientes de Muhammad a través de su hija Fátima y su esposo, el primer
Imam, ‘Ali” (Risvi, s.f.).
La Shiah
sostiene que el propio ‘Ali se abocó a
la tarea de registrar por escrito los dichos de Muhammad cuando éste aún se
encontraba con vida; la tradición conoce a este texto con el nombre de Saheefa
de ‘Ali. Este, junto con llamado Mush’haf de Fátima, habrían pasado
ininterrumpidamente de las manos de un Imam a otro y se encontrarían hoy en
poder del duodécimo sucesor.
Ocultación
y los problemas de la dirección de la Ummah
Tan
importante como el Imamato es la noción de ocultación, fundamental a la
hora de pensar el estado en el que se encuentra el doceavo sucesor. La Shiah
duodecimana sostiene que el último de la de cadena de los Imames es también el
Mahdí, figura mesiánica esperada por los musulmanes hacia el final de los
Tiempos. El mismo habría nacido en 868 en Samarra (actual Irak) y para los
shiíes se encuentra todavía hoy vivo, velado a los sentidos.
El
Mahdí habría conocido dos momentos de ocultación: la menor, en la que se
comunicó con sus seguidores por medio de cuatro sucesivos mensajeros; y la
mayor que se extiende hasta nuestros días.
Mientras
los Imames estuvieron con vida, e incluso durante la ocultación menor, los
shiíes contaron con una figura de autoridad político-religiosa en la cual referenciarse y pudieron acudir a
ellos con el fin de obtener su guía en todos los aspectos de la vida del
creyente. El problema surge al inaugurarse el período de la ocultación mayor en
el 941.
A
partir de ese momento, la comunidad de creyentes se encuentra sin un Imam
accesible y se impone la necesidad de encontrar un conjunto de saberes
referenciales a los cuales recurrir. Ya
en el período de la ocultación menor, ante la inminencia de la ocultación
mayor, algunos sabios empezaron a pensar
en herramientas para conservar el saber de los Imames y del Profeta en
compendios que fueran útiles y accesibles a los creyentes.
El
texto más importante de este período fue Al Kafi, recopilado por Muhammad ibn
Ya‘qub Kulayni durante el período de la ocultación menor. Existen algunas
tradiciones controversiales referidas al estatus de esta colección de hadices
que hacen de la misma un texto aprobado por el mismo Imam Mahdí, por medio de
alguno de sus representantes, quien habría dicho: “Al Kafi es suficiente para
nuestros seguidores” haciendo referencia al título de la recopilación. Aunque
esta tradición no puede ser confirmada plenamente, lo cierto es que los
representantes del Imam Mahdí no manifestaron una opinión negativa con respecto
al trabajo de Kulayni.
Además
de haber sido redactado en tiempos de la ocultación menor, la importancia de Al Kafi radica en otros
elementos que veremos a continuación. Por un lado, inaugura una serie de
trabajos fundamentales de recopilación de hadices en la escuela Shiah.
Y,
por el otro, los textos que sucedieron a Al Kafi, de los
cuales mencionamos solamente los tres principales, tomaron de la obra de
Kulayni la estructura y la disposición temática que habría de caracterizar a
los libros de tradiciones shiíes.
Uno
de los elementos centrales en el ordenamiento de los hadices es el lugar
destacado que ocupa el papel del intelecto dentro de estas colecciones. Incluso
actualmente, cualquier selección de tradiciones inicia con los dichos referidos
a la importancia del intelecto y la adquisición del conocimiento. Este dato no
es menor ya que será decisivo al momento de establecer los límites del taqlid,
es decir la imitación o seguimiento de las disposiciones del jursiconsulto,
aunque no nos explayaremos en este punto en particular.
Autoridad
del hadiz o de los sabios
La
comunidad Shiah se vio, al iniciarse la ocultación mayor, ante la necesidad de
establecer una autoridad de referencia. Un sector de la misma afirmaba que a cualquier
creyente le bastaba para su orientación con el conjunto de hadices legados por
el Profeta y sus sucesores. Otro grupo, en cambio, sostuvo que la correcta
interpretación del Corán y los hadices, a fin de extraer de ellos lineamientos
de jurisprudencia, sólo podía ser realizada por los sabios (muytahid) y el
común de los creyentes debería de referenciarse en uno de ellos hasta que se
produjese el retorno del Mahdí.
A
medida que la ausencia del duodécimo Imam se prolongaba, los defensores de la
autoridad del jurisconsulto se impusieron gradualmente ante la necesidad de la
comunidad de encontrar respuestas legales a las nuevas coyunturas. Con los
aportes legales del de Ibn al Mutahhar al Hilli (muerto en el 1325) en la
especificación de las atribuciones del jurisconsulto, los defensores de esta
corriente parecían haberse impuesto definitivamente.
Sin
embargo, y en parte como reacción al creciente y muchas veces arbitrario poder
de los jurisconsultos, la disputa en cuanto a la autoridad surgiría nuevamente
con una fuerza inusitada en el siglo
XVI. El enfrentamiento entre ‘usulíes (defensores de la autoridad del
jurisconsulto) y ajbaríes (quienes sólo se referenciaban en las colecciones de
hadices) marcaría la historia del pensamiento shií durante los próximos tres
siglos.
La
magnitud de estas polémicas hacia el interior de la Shiah puede vislumbrarse si
se tiene en cuenta, por un lado, que al
grupo ajbarí perteneció el Sheij Ahmad Ahsa’i fundador del sheijismo, al que
los babíes y bahais consideran precursor de sus respectivos movimientos; y por
el otro, que el triunfo final de los ‘usulíes y la evolución de su pensamiento
es lo que permite comprender instituciones políticas tan actuales como la Wilayat
ul faqih (autoridad o gobierno del jurisconsulto) que caracteriza el
complejo sistema político de la República Islámica de Irán.
Ideas
finales
Para
finalizar diremos que la comprensión de la perspectiva shií con respecto a lo que considera sus
fuentes nos permitirá complejizar los estudios referidos a esta rama del Islam,
evitando las generalizaciones y prejuicios que surgen, muchas veces, del
abordaje poco cuidadoso de las mismas.
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