La sangre de Siria
“Por
primera vez en la historia de la humanidad, cadáveres apenas enterrados o
alineados sobre las mesas de las morgues fueron desenterrados apresuradamente y
torturados para simular ante las cámaras el genocidio que debía legitimar al
nuevo régimen. Lo que el mundo entero tenía en vivo ante sus ojos como la
verdad en las pantallas de televisión, era la absoluta antiverdad, y aunque la
falsificación resultara a veces evidente, era de todas formas autentificada
como cierta por el sistema mundial de los medios, para que quedara claro que lo
real no era en lo adelante más que un momento del necesario movimiento de lo
falso.”
Giorgo Agamben (sobre la
manipulación de la masacre de Timisoara)[1]
Intervenciones
y manipulación
Como
ya ha señalado con claridad el filósofo italiano Doménico Losurdo[2],
los motivos que los países occidentales aducen para atacar al gobierno sirio
poco tienen que ver con los derechos humanos y las libertades políticas de los
opositores a los Al Assad. No hay más que volver sobre las palabras de Efraim
Halevi (ex Consejero de Seguridad israelí, luego embajador y más tarde director
del Mossad de 1998 a 2002):
“A
estas aturas no cabe duda de que Siria es el talón de Aquiles de Irán. La
derrota de Asad, la derrota del actual régimen de Siria, significa no sólo
cortar los vínculos entre Siria e Irán, sino sobre todo cortar los vínculos
entre Siria e Hizbulá en el Líbano y entre Siria y Hamás. Así las cosas
―prosigue el articulista que estoy citando― el problema central es que Irán
deje de ejercer cualquier influencia sobre Siria. Cualquier otra cosa que se
aparte de este objetivo no nos interesa. (…) Aunque Asad se fuera, si la
influencia de Irán siguiera sintiéndose en Siria, no habría servido de nada.”[3]
Con el
mismo aparato mediático y académico de legitimación empleado ya en Irak y Libia
se preparó el terreno para una total desestabilización de Siria. Los
instrumentos fueron los mismos: una fuerte campaña de construcción mediática de
la realidad, la legitimación académica de especialistas “políticamente
correctos” ansiosos por ver la “democracia occidental” impuesta en todos los
rincones del planeta y la complacencia de los sectores políticos
declamativamente “antisistema” que insisten en ver movimientos populares en los
espejismos construidos por la propaganda occidental.
Construcción
mediática
En
su libro Contra el Islam Laura Navarro sostiene, siguiendo los
lineamientos teóricos gramscianos, que las instituciones que configuran la
opinión pública forman parte de “los aparatos de hegemonía (…) que permiten
dirigir intelectual, moral y políticamente a una sociedad, sin necesidad de
recurrir a la violencia física para obtener el consenso de la mayoría”[4]. Y
en la misma línea el investigador brasileño Denis de Moraes agrega que “el control de la información se sitúa en el
vértice de estructuras de dominación que someten discrepancias políticas y
diferencias culturales a las razones de mercado y a las imposiciones
geopolíticas”[5].
Si hasta hace algunas décadas atrás el control de cadenas como Reuter y
Associated Press aseguraban la difusión mundial de un discurso mediático único,
la complejidad de las nuevas formas de comunicación surgidas con Internet ha
obligado a las potencias occidentales a actuar también en el ciber espacio para
evitar quiebres en la percepción política impuesta a nivel planetario.
Nuevamente Doménico Losurdo hecha luz a la función de Internet al recordar las
palabras de Douglas Paal –ex colaborador de Reagan y de Bush padre–, según el
cual Internet se encuentra actualmente “bajo la administración de una ONG que
en realidad es una emanación del Departamento de Comercio de los Estados
Unidos”[6].
No
hay que buscar demasiado para encontrar las, a estas alturas toscas y
explicitas, muestras de manipulación mediática mencionadas anteriormente. El
atentado terrorista llevado a cabo contra las autoridades el 18 de julio de
este año, por mencionar uno de los más recientes ejemplos, no fue calificado en estos términos por
ninguno de los principales medios de comunicación de esta parte del mundo, por
el contrario se lo definió como una acción del Ejercito Libre de Siria y los
“rebeldes” contra el “régimen” o contra “la dictadura de Bashar Al Assad” que
estaría señalando la debilidad del gobierno alauí. Sin análisis alguno que vincule las noticas
encontramos en la misma fecha la información que da cuenta de una nueva muerte
de un ciudadano español (ceutí) en territorio sirio mientras combatía junto a
los “rebeldes”. No se señala, para explicar esta presencia de extranjeros en la
zona, la movilización de los grupos
salafis y wahhabis realizada por Arabia Saudí para combatir al gobierno sirio (histórico
enemigo político de la monarquía saudí en la región) de la misma manera que lo
hizo en Libia, que fue un excelente laboratorio de pruebas de este tipo de
intervenciones que hermanan a las corruptas monarquías petroleras, sus aliados wahhabis
y salafis en los distintos países y los intereses económicos y políticos de
Occidente (Estados Unidos y Europa) e Israel.
La
construcción del discurso mediático y la selección estratégica de la
información a cubrir da cuenta de la intencionalidad ideológica de los grandes
medios. Así, por ejemplo, la muerte de siete israelíes en Bulgaria (y la
acusación sionista contra Irán) es reproducida
ampliamente mientras es imposible encontrar referencias a las atroces
masacres contra musulmanes llevadas a cabo en Birmania, a la represión constante sobre el movimiento
revolucionario de Bahréin o a la, por lo menos, irregular detención del
dirigente shií Al Nimr en Arabia Saudí.
El
discurso académico
Mucho
más preocupante es el triste papel desempañado por los académicos y
especialistas occidentales en los
acontecimientos de Oriente Medio. Más allá de honrosas excepciones, y tal como
sucediera con el caso libio, los hechos en Siria son trabajados en el marco de
los que se llamó “la primavera árabe”, equiparando así los movimientos
populares de Túnez, Egipto y Bahréin con la reacción contra-revolucionaria
organizada por Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí. En esta línea se debe
leer el comentario de Hilary Clinton a Shimón Peres en su última visita a
Israel: “la primavera árabe es una oportunidad para la estabilidad”[7]. La primavera árabe de la que está
hablando Clinton no incluye el respeto a la voluntad popular ni el aumento de
las libertades civiles sino la estabilidad de un orden en la región que
garantice la subsistencia de sus aliados
y, por lo tanto, los beneficios económicos y estratégicos que ello implica.
Lejos
de denunciar estas maniobras y develar las adscripciones ideológicas de los
actores involucrados, los especialistas optan por reproducir casi literalmente
los “informes” sobre los ataques del gobierno sobre la población, insistir en
el carácter “dictatorial” del régimen y augurar con complaciente expectativa la
caída y dramático final del gobierno de Al Assad. Llama la atención la escasa
información que brindan sobre la formación y orientación ideológico-religiosa
del entuerto denominado Ejercito Libre de Siria y las peligrosas similitudes de
éste con el ejército rebelde de Libia que sigue sumiendo a este país africano
en un estado casi anárquico. Procurando no establecer paralelos que pudieran
resquebrajar el discurso hegemónico, las noticias sobre las violaciones
constantes a los derechos humanos en Libia han desaparecido y la detención de
miembros del Tribunal Penal Internacional en ese país no fue considerado más
que como un incidente menor sobre el que ningún país se manifestó con
hostilidad (¿podríamos siquiera imaginar cuál sería la reacción de la
“comunidad internacional” si un acto similar fuera realizado por Irán o
Siria?). Los especialistas y académicos se suman al silencio y deciden no
realizar estos análisis; preocupados por el futuro de las minorías religiosas
en otros procesos (como la situación de los coptos en Egipto), prefieren ahora no
detenerse a pensar sobre el futuro de las mismas en el caso de la llegada al
poder de los salafis y wahhabis en Siria. Nada permite imaginar un futuro para
Siria diferente a las ruinas que, en nombre de la “democracia”, quedaron
reducidos los estados otrora soberanos de Afganistán, Irak y Libia.
El
desconocimiento intencional de las relaciones de poder entre los distintos
actores en la zona reduce infantilmente el conflicto a una serie de
reivindicaciones democráticas. Se insiste, así, sobre el carácter autoritario
del régimen (algo que no se discute)[8]
por sobre todos los demás aspectos del conflicto, para ocultar la finalidad
real expuesta ya al comienzo de este texto cuando reprodujimos las palabras de Efraim
Halevi.
No
nos detendremos en el pobre papel de las organizaciones “progresistas” o de
“izquierda” que ya en otras oportunidades han apañado las intervenciones
militares occidentales en Oriente Medio o, incluso, han destacado el elemento
“socialista” y “democrático” de los primero colonos sionistas en suelo
palestino.
Escalada
Cuando
la intervención militar sobre Libia era ya inminente vimos con preocupación la
complacencia (y en algunos casos clara satisfacción) de algunos referentes de
la resistencia islámica en Líbano e Irán con respecto a la caída de Qadhafi.
Señalamos en ese momento el carácter imperialista de esta acción, la obscura
ideología de los “rebeldes”, las implicancias en el escenario regional y el
carácter de “laboratorio” que tenía dicha intervención. ´Todo hacía suponer
que, una vez que se consiguiera doblegar a Libia, el próximo escenario al que
se trasladaría el conflicto sería Siria. Lejos de apoyar al régimen de Qadhafi, o de olvidar la triste
desaparición de Musa Sadr en territorio libio, alertábamos sobre lo que se
desencadenaría en la zona con el poder norteamericano-saudí ya sin ningún
contrapeso. Lamentablemente el tiempo confirmó nuestros peores temores.
Detenido el proceso libertario de principios de 2011 y ante los avances del
proyecto contra-revolucionario, los enemigos de Islam[9] y
sus aliados ya contemplan ansiosos, y con espíritu depredador, Líbano e Irán.
Ángel Horacio Molina
[1] Giorgio
Agamben 1996, Mezzi senza fine. Note sulla politica, Bollati Boringhieri,
Turín. Citado por Losurdo, Domenico en
“¿Qué pasa en Siria?”
(http://oidislam.blogspot.mx/2011/09/que-pasa-en-siria-losurdo.html)
[2]
http://oidislam.blogspot.mx/2012/03/sobre-siria-e-iran-d-losurdo.html
[3] Cfr. Losurdo,
Doménico. Propaganda y derechos humanos. En http://domenicolosurdo.blogspot.com/2012/03/lintervento-di-domenico-losurdo-al.html
[4] NAVARRO, L.
Contra el Islam. Ed. Almuzara, España, 2008. Página 45
[5] DE MORAES, D.
Cultura mediática y poder mundial. Grupo Editor Norma, Bogotá, 2005. Página 50.
[6] Cfr.
http://oidislam.blogspot.mx/2011/09/que-pasa-en-siria-losurdo.html
[7]
http://www.vanguardia.com.mx/primaveraarabeesunaoportunidadparalaestabilidadclinton-1331747.html
[8] Sin embargo
resulta preocupante que, con el fin de acentuar las características negativas
del gobierno sirio, se le atribuyan incluso masacres cometidas por gobiernos
aliados a Estados Unidos. Es el caso de Guillermo Almeyra quien, desde las
columnas del diario La Jornada no duda en adjudicarle a Siria la masacre
de Septiembre Negro realizada por la monarquía jordana, con la anuencia
israelí, contra los palestinos en 1970 . Cfr.
http://www.jornada.unam.mx/2012/03/11/opinion/022a1pol
[9]
No nos
referimos al “Islam” defendido por las autoridades saudíes y sus usinas de
propaganda sino al Islam libertario, fiel al mensaje del Profeta Muhammad.