Pasaje de “Yúsuf
y Zuleykhá” de Jamí
En soledad, donde el Ser sin signos
habitaba,
y todo el Universo yacía aún latente
oculto en desapego, un Ser estaba
exento de la “yo-” o “tú-” idad y
apartado
de toda dualidad; Belleza Suprema,
Inmanifestado, excepto para Sí Mismo
a Su propia luz, mas investido con el
poder de encantar
las almas de todos; escondido en lo
Invisible,
Escencia pura, inmaculada por el mal.
Ningún espejo para reflejar Su
hermosura,
ni peine para tocar Sus mechas; la brisa
matutina
nunca agitaba sus trenzas, ningún
colirio
daba lustre a Sus ojos, niguna mejilla
rosada
sombreada por oscuros rizos como
jacintos
ni melocotón había allí; ningún pardo
lunar
adornaba Su rostro; ningún ojo había aún
contemplado
Su imagen. A Sí Mismo cantaba canciones
de amor
en medidas sin palabras. Por Sí Mismo
creaba
la tintura del amor.
Mas la Belleza no puede tolerar
ocultamiento y velo, ni paciente
descansar
sin ser vista y admirada: romperá todas
las ataduras,
y desde Su enclaustramiento al mundo
se revelará. Mira donde crece el tulipán
en altas praderas, cómo en la fragrante
primavera
se engalana; y cómo entre sus espinas
la rosa silvestre desgarra su vestido y
revela
su belleza. Tu también, cuando un raro
pensamiento,
o bella imagen, o profundo misterio
destelle en tu alma, no puedes permitir
dejarlo pasar, sino sostenerlo, que quzá
con la voz o la escritura lo divulgues
para encantar al mundo.
Donde quiera que habite la Belleza,
tal es su naturaleza, y su herencia
de la Belleza Imperecedera, que emergió
desde reinos de pureza para brillar
sobre
los mundos y todas las almas que en él
moran.
Un destello cayó de Él al Universo,
y sobre los ángeles, y este rayo
los deslumbró hasta que sus sentidos
giraron
como el cielo que rota. En formas
diversas
cada espejo Lo mostró y por doquier
se entonaron sus alabanzas en nuevas
armonías.
[…]
Cada partícula de materia que hizo
constituyó
un espejo, haciendo que cada una
reflejara
la belleza de Su rostro. De la rosa
destellaba Su belleza y el ruiseñor
mirándola amó locamente. De esa Luz
la vela obtuvo la refulgencia que atrae
a la mariposa a la inmolación. En el sol
brilló Su Belleza y directamente de la
ola
el loto levantó su cabeza. Cada
brillante mecha
del cabello de Leyla atrajo al corazón
de Majnún
porque algún rayo divino brilló
reflejado
en su hermosa faz. Fue Él quién a los
labios de Shirín
prestó esa dulzura que tuvo potestad de
robar
el corazón de Parvíz y la vida de
Farhád.
Su Belleza se muestra por todas partes
y a través de las formas de belleza
terrenales resplandece
oscurecida como a través de un velo.
Revela
Su rostro a través del abrigo y así
destruyó
la paz de Zuleykha. Donde veas un velo,
detrás se esconde Él. El corazón
que cede al amor, Él lo hechiza. Por Su
amor
el corazón está vivo. Ansiándolo, el
alma
es vencedora. Ese corazón que parece
amar
a lo hermoso de este mundo, lo ama sólo
a Él.
¡Cuidado! No digas: “Él es todo
Hermosura
y nosotros Sus enamorados”. No eres sino
el cristal
y Él la Faz frente a él, cuya imagen
es reflejada por el espejo. Sólo Él
es manifiesto, y tu en verdad estás
oculto.
El Amor Puro, como la Belleza, que
procede de Él,
se revela en ti. Si con constancia
puedes mirar, finalmente percibirás
que Él es también el espejo: Él igualmente
es
el Tesoro y el Cofre. “Yo” y “Tú”
no tienen lugar aquí y no son sino
fantasías
vanas e irreales. ¡Silencio! Pues esta
historia
no tiene fin y ninguna elocuencia tiene
poder
para hablar de Él. Es mejor para
nosotros amar,
sufrir en silencio y ser nada.
Versión ofrecida por GRANVILLE BROWNE,
Edward. En Un año entre los Persas. Editorial El Cobre. Barcelona. 2004.
Págs. 141-143.