MAMELUCOS Y OTOMANOS ANTE
José Enrique López de Coca
Castañer
Los
emires nazaríes dirigen sus miradas a Oriente a medida que toman conciencia
de la incapacidad benimerín para socorrerlos con efectividad. Rachel Arié y
Luis Seco de Lucena han estudiado las
diferentes embajadas que Granada envía a Egipto a partir de la segunda mitad del siglo XIV.
Se trata de misiones diplomáticas que
jamás van a encontrar la respuesta deseada–ayuda económica y militar–,
si bien es cierto que contribuyen a
despertar un cierto interés por al- Andalus en los medios intelectuales cairotas [1].
La
relativa intensidad de los contactos diplomáticos entre Egipto y Granada
contrasta con la ausencia de noticias sobre las relaciones de los nazaríes
con los sultanes otomanos. Que yo sepa, sólo hay dos o tres referencias
documentales para el Quatrocientos que
pueden ser interpretadas como testimonios de la existencia de dichas
relaciones. La primera corresponde a 1439, cuando los plenipotenciarios
castellanos que viajan a Granada para firmar una tregua son recibidos a las
puertas de la capital por el visir y
otros dignatarios; entre ellos, un “cavallero
capitán de los turcos, que está en esta çibdad” [2].
El
segundo testimonio concierne a la toma de
Constantinopla por Mahomet II: en noviembre de 1453, unos franciscanos
que llegan a Venecia con noticias acerca de la caída de la metrópoli
bizantina cuentan, refiriéndose al destino de su población, que el Gran Señor
había reservado cuatrocientos cautivos como obsequio para el sultán de
Egipto, y otros tantos para enviarlos al califa de Túnez “et al re de
Granata” [3].
Sabemos
que el soberano hafsí contestaría con
una embajada que resultó algo accidentada, pero se ignora cuál fue la
reacción del nazarí [4].
Es
posible, que desde la perspectiva granadina el estado mameluco
apareciera revestido de una solidez y
prestigio considerables, en tanto que el naciente imperio turco distara de
ser una alternativa válida. Al menos con anterioridad a la conquista de
Constantinopla, pues es factible que dicha perspectiva cambiase más adelante.
Según el historiador tunecino A. Temimi, a mediados de 1477 los musulmanes de
Granada despacharon una embajada a Estambul para informar al sultán otomano
de la situación en que vivían y pedirle socorro [5].
En
las páginas que siguen voy a tratar de las repercusiones que tuvo la
conquista del reino de Granada en el mundo islámico oriental. En 1491
presenté una contribución sobre el particular en el marco de las “III
Jornadas Hispano- Portuguesas de Historia Medieval”, celebradas en Sevilla.
La ponencia se publicó al cabo de seis años y con tantos errores de imprenta
que muy pronto sentí la necesidad de volverla a editar [6]. Ocupaciones de
otra índole fueron retrasando la ejecución de esta tarea.
Por
eso, en vez de reproducir el texto antiguo, he optado por ampliar y
actualizar la investigación hecha entonces7.
1. LA GUERRA DE GRANADA
(1482-1492)
A
fines del siglo XV Granada no podía esperar ayuda del Magreb. Tanto los
sultanatos de Fez y Tremecén como el califato hafsí de Ifriqiya estaban
minados por las disensiones internas. El poder de los diferentes soberanos
norteafricanos tenía una base exclusivamente urbana y su autoridad sobre los
territorios respectivos dependía de las siempre fluctuantes alianzas con las
tribus beréberes, o árabes, que controlaban el ámbito rural. En estas
circunstancias, los gobernantes magrebíes eran incapaces de presentar un
frente unido ante la monarquía católica y, mucho menos, desencadenar una
ofensiva a favor de
La
crónica de Hernando del Pulgar refiere que en el otoño de 1485 los Reyes
Católicos recibieron una embajada del sultán de Fez “encomendándose” a sus
reales personas y suplicando que los capitanes de la armada castellana que
patrullaba las aguas del mar de Alborán no hicieran la guerra a sus súbditos.
Dos años más tarde se plantea una situación similar estando los monarcas
ocupados en el cerco de Málaga, donde
reciben a unos emisarios del sultán de Tremecén con demandas parecidas a las
que presentara el príncipe fecí [9].
Otro
cronista, Alonso de Palencia, atribuye esta segunda embajada al califa de
Túnez, quizá porque Tremecén venía aceptando la soberanía de los hafsíes
desde mediados del siglo XV [10].
Sea
cual fuere el motivo, los gobernantes de Ifriqiya tampoco estaban en
condiciones de socorrer a Granada: en septiembre de 1488 concluye el largo
reinado del califa ’Utman y su sucesor tiene que vérselas con un hermano del
difunto, que gobernaba en Trípoli11. No
obstante, Granada contará con la solidaridad de la población norteafricana.
Si
las dinastías gobernantes en el Magreb, que temen lo peor de la cruzada
ibérica, son incapaces de ayudar a los granadinos, tampoco pueden evitar que
éstos reciban socorros esporádicos, fruto de iniciativas tomadas al margen de
su autoridad. Bien es cierto que estos auxilios irían menguando conforme los
castellanos se van apoderando de los principales puertos del emirato andalusí
[12] .
1.1. GRANADA MIRA A ORIENTE:
EMBAJADAS A ESTAMBUL Y EL CAIRO
Como
es sabido, en 1480 los turcos asedian Rodas por vez primera y, en el mes de
agosto, ocupan Otranto, donde se mantendrán hasta la muerte de Mahomet II en
diciembre del año siguiente. En una carta remitida al obispo de Coria el 10
de febrero de 1481, Diego Rodríguez de Almela asegura que lo sucedido no
había causado sorpresa en Murcia: “...por esta çibdad, tierra e comarca se
dezía que el dicho Grand Turco quería pasar e enviar su flota e grand poder
de gentes en Italia”. En otra misiva, de 25 de abril, que dirige al deán y
cabildo de la iglesia de Cartagena, el canónigo muestra su simpatía por don
Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo, que había manifestado públicamente su
intención de marchar a Italia como cruzado; entre otras razones, porque “se
dize e afirma de çierto que los turcos adreçan e fazen armar muy grand flota
para pasar la mar e golfo de Veneçia con mucha mayor potençia e venir en
Italia e a Roma” [13].
Durante
estos meses críticos, don Fernando se preocupó por la posible reacción de los
musulmanes del reino de Valencia, si bien no parece que el peligro de un
alzamiento fuera real [14]. En Castilla, no obstante, se pensaba lo contrario
por lo que da a entender un memorial dirigido a la reina Isabel por el
“fraile blanco”, su capellán y predicador, con diferentes advertencias y
consejos acerca de la inminente guerra con Granada. En uno de ellos se
recomienda desarmar a los cien mil y pico vasallos musulmanes de los reinos
de Valencia y Aragón porque están “deseando la venida del perro turco para se
levantar contra vuestras altesas e contra la fe de Christo” [15].
Es
de suponer que el desembarco turco en el sur de Italia también provocaría una
conmoción en Granada, aunque de sentido contrario. Sin embargo, los nazaríes
esperaron algunos años antes de pedir ayuda al Gran Señor. Fuentes turcas
algo tardías señalan que en el invierno de 1486-1487 llegó a Estambul, a la
corte de Bayaceto II (1482-1512), un enviado de Boabdil, el cual conmovió a
todos los presentes al leer un texto de Abu l-Baqa’ Salih b. Sarif que ponía
de manifiesto los sufrimientos de los musulmanes y la posibilidad de que el
islam desapareciera de alAndalus [16]. Se sabe de un poeta granadino homónimo
que vivió en el siglo XIII: entre los letrados acogidos por Muhammad I ocupaba
un lugar importante Abu
l-Tayyib Salih b. Yazid b. al-Sarif al-Rundí, a veces
llamado Abu l-Baqa’de Ronda
(1204-1285). Debe su fama a una oda o casida redactada en 1266, después que
el primer emir nazarí renunciara a varias plazas de la frontera con Murcia y
Andalucía, que pasaron a manos de Alfonso X de Castilla. El bardo se sintió
tan apenado que dio rienda suelta a su pesadumbre en este célebre poema, una
de las obras más famosas de la llamada poesía de circunstancia [17].
Resulta
sorprendente que los emisarios del nazarí recurrieran a un texto literario
tan antiguo –por muy conmovedor que fuera su contenido– a la hora de pedir
socorro al sultán de los turcos. Pero tampoco estamos seguros de que esa
embajada viniera de Granada. En 1487 el rey Católico supo de la iniciativa
tomada por los mudéjares de las morerías de Játiva y Paterna, que se habían
puesto en contacto con Bayaceto II para rogarle que enviara su gente al reino
de Valencia, pues allí y en otros territorios de la monarquía hispánica había
200.000 musulmanes dispuestos a levantarse en armas. El episodio resulta
verosímil pues se identifica al menos a uno de los mensajeros. Pero don
Fernando reaccionó con moderación, limitándose a ordenar que se hiciera una
pesquisa [18].
Están
mejor documentadas hasta cierto punto las demandas de auxilio enviadas a Qayt
Bey
(1468-1495), sultán de Egipto. Escribe R. Brunschvig que, a raíz de la caída
de Málaga (agosto de 1487), Boabdil, despachó al gran cadí de Granada Muhammad
b. ’Ali al-Azraq para solicitar apoyo de los mamelucos en la
lucha contra los infieles. Este embajador se encontraría en Túnez cuando
muere el califa ’Utman en septiembre del año siguiente [19]. Pero es difícil
aceptar que el cadí susodicho actuara por cuenta del último emir granadino, pues
había sido uno de los firmantes de la fetua que condenara al “Rey Chico” en
1483 por haber prestado vasallaje a los Reyes Católicos. En este sentido, más
vale aceptar el testimonio tardío de al-Maqqarí,
que presenta esta embajada como fruto de una decisión particular al escribir
que al-Azraq, tras residir algún tiempo en Tremecén, fue a Egipto y trató de
animar al sultán Qayt Bey para recobrar al-Andalus, “pero
fue como quien pide huevos del ave fénix o busca un caballo preñado”.
Hizo entonces la peregrinación a
Lo
antedicho no excluye que hubiera otra embajada, oficial, a los mamelucos,
aunque albergo la duda de si fue Boabdil quien la envió o su tío Muhammad
b. Sa’d.
De esa embajada, quellegó a El Cairo en 1487, nos da cuenta el cronista
egipcio Ibn Iyás
diciendo que el nazarí pedía al sultán que enviara un ejército para combatir
a los francos que le sitiaban en Granada. Pero la respuesta de éste fue otra
muy distinta:
“El
sultán tuvo a bien escribir al clero de la iglesia de
Tanto
la suerte de los cristianos que vivían bajo dominio mameluco como la de los
mudéjares peninsulares habían sido tradicionalmente objeto de preocupación en
las relaciones diplomáticas entre el sultanato egipcio y
“Pues
bien sabe el Rey que el Señor–¡ensalzado sea!–nos ha confiado el cuidado de
los secuaces del Islam en su totalidad allí donde se hallen y donde quiera
que estén, y por lo tanto, cualquier musulmán que se encuentre en el país que
sea, se halla sometido a nuestra dependencia, y a nosotros nos incumbe la obligación
de cuidar de él” [24].
La
postura del sultán se explica tanto por la condición político-religiosa de su
autoridad –los mamelucos gobernaban por delegación teórica de unos
fantasmales califas abbasíes residentes en El Cairo– como por el hecho de que
la ley coránica no es territorial pues, al fundarse en la profesión de fe,
sigue al musulmán donde quiera que éste se halle [25]. Por lo demás, hay que
subrayar que en las cartas citadas ninguna de las partes amenaza a la otra
con represalias. Este problema se planteará posteriormente, cuando se
endurezca el trato dispensado a los mudéjares de la corona catalanoaragonesa.
Influido por los sermones del mestre Llanes, un célebre predicador, Juan II
ordenaba en 1477 que se derribaran los minaretes de las mezquitas del reino
de Valencia por considerar “cosa dampnada e malvada” que el Viernes Santo,
cuando las campanas de las iglesias enmudecían en recuerdo de la pasión de
Cristo, los fieles tuvieran que oír las invocaciones a Mahoma hechas por los
muecines [26]. Ignoro cual fue el verdadero alcance de esta medida que,
teóricamente, sólo debía afectar a los lugares de población mixta. Pero al
hacerse extensiva al reino de Aragón, los mudéjares se quejaron al sultán de
Egipto, el cual no llegó a derribar ciertas iglesias de Jerusalén “porque los
frayles con peccunias las redimieron” [27].
1.2. FRANCISCANOS EN
La
delegación franciscana que llegó a la corte de Nápoles estaba presidida por
el mismo guardián del monasterio de Jerusalén, fray Antonio de Millán. Traían
una carta del sultán egipcio con un mensaje muy simple: si el rey de Castilla
no interrumpe las operaciones militares contra Granada, él se verá obligado a
proceder contra los santos lugares de
a)
Si el “Soldán de Babilonia” viene tratando correctamente a los cristianos que
viven en sus dominios, ellos, por su parte, hacen lo mismo con los mudéjares
de Castilla, León, Aragón y Valencia, los cuales están bajo el amparo regio,
conservan sus bienes y practican su religión en las mezquitas y casas de
oración.
b)
En cuanto a las causas de la guerra, hace setecientos años que los moros de África
irrumpieron en España, ocupando la mayor parte del país. De entonces acá, los
reyes sus predecesores han venido rechazándolos y expulsándolos al otro lado
del mar. No obstante, algunos de estos moros se han retirado al reino de
Granada, desde donde no cesan de combatir a los cristianos, robándoles y
cautivándolos.
c)
Los musulmanes granadinos han sido requeridos en varias ocasiones para que
abandonen la tierra o, si quieren continuar en ella, se sometan al servicio
regio en calidad de mudéjares. Y si algunos de los que se entreguen,
quisieran marcharse luego, ellos están dispuestos a facilitarles medios de
transporte y toda clase de seguridades hasta que alcancen sus puntos de
destino. Desgraciadamente, “el que se
llama rey de Granada” y algunos de los suyos siguen
resistiendo y por ese motivo les hacen tan justa guerra.
Y
concluyen: cuando el sultán conozca todas estas razones, mantendrá el buen
trato a los cristianos de su imperio e incluso lo mejorará. De lo contrario, “lo
que no es de creer, sería neçesario a Nos en tal caso responder por los
christianos e fazer con los moros y sus casas de oraçion que están en
nuestros señoríos otro tanto como se hiçiera con los christianos” 28.
La
versión de los hechos que ofrece Hernando del Pulgar es bastante similar a la
anterior, si bien es el papa en este caso, y no el rey de Nápoles, quien
actúa de mediador entre el sultán mameluco y los Reyes Católicos. El cronista
recoge los argumentos regios, e insiste en los supuestos ideológicos de
Pero
no dice que los reyes estuvieran dispuestos a tomar represalias si el sultán
cumplía sus amenazas. Pulgar termina afirmando que la reina Isabel despidió a
los frailes después de asignarles una dotación de mil ducados que se
enviarían a Jerusalén “por canbios cada un año” 29.
Como
cronista regio, Hernando del Pulgar tuvo acceso a las cartas y es posible que
estuviera presente en alguna de las entrevistas concedidas a fray Antonio de
Millán. En cambio, Alonso de Palencia, que habla de oídas, se permite dramatizar
sobre las causas de la guerra poniendo en boca de los embajadores granadinos
llegados a El Cairo una relación de los atropellos cometidos por los reyes a
costa de inocentes,
“puesto
que en todo aquel tiempo los granadinos no habían cometido otro crimen que lo
que a los poseedores de un territorio fue siempre permitido, o sea, la
defensa de sus lares y de sus familiares y la resistencia contra los que
intentaban despojarlos de sus bienes y de su religión” 30.
No
obstante, reproduce los tres argumentos esenciales de la respuesta al rey de
Nápoles. Es más, en lo tocante a la ideología de
Finalmente,
en lo que toca a las amenazas del sultán de Egipto, el cronista hace que el
rey Fernando responda exageradamente:
“
Mas si el Soldán creía bastantes sus amenazas para librar del peligro a los
granadinos, debía tener por cierto que el sepulcro del verdadero Redentor del
género humano no podía ser tan totalmente destruido que desapareciese la
santidad de aquel lugar; en cambio, los tributos de los peregrinos que
constantemente lo visitan se acabarían seguramente, una vez destruido. Y si
ejercía su crueldad sobre los mil o poco más cristianos súbditos suyos, podía
estar seguro de que inmediatamente serían degollados los cien mil y más
agarenos que con permiso del rey de Castilla, vivían tranquilamente en
España, sin pagar hasta entonces el menor tributo” [31].
Era
falso, por supuesto, que los mudéjares no pagaran impuestos. Pero llama la
atención que Alonso de Palencia destaque la merma de ingresos que supondría
para el sultán el cese de la peregrinación a Tierra Santa y, sobre todo, el
número de posibles víctimas en el caso de que el mameluco tomara represalias.
Ni en la carta del rey de Nápoles ni en la narración de Pulgar queda claro
quienes son los cristianos amenazados por la cólera del sultán: ¿los
naturales del país, o dimmíes, como en los tiempos de Qalawn?; ¿o solamente
los occidentales?. Es evidente que Palencia está refiriéndose a los segundos
al señalar que apenas superan el millar de personas. Esta opinión concuerda
con el concepto de Cristiandad dominante a fines de
A
decir verdad, Qayt Bey no estaba en situación de exigir nada a los Reyes
Católicos. El mismo Alonso de Palencia escribe: “No era acaso de temer la
realización de las amenazas, porque el Soldán, ante la perspectiva de mayores
peligros, acabaría por someterse a la razón...”. El sultán mameluco
necesitaba víveres y mantenimientos para sus posesiones de Siria, amenazadas
por Bayaceto II. Esto lo sabía el rey Católico, que en 1488 había pedido
permiso al papa para vender trigo siciliano a Egipto y obtener, de paso,
algún dinero para costear la guerra granadina. A fin de superar los
previsibles escrúpulos pontificios, don Fernando le hizo saber que convendría
ayudar al sultán mameluco en su guerra con el otomano y conseguir, así, que
se destrozaran entre ellos, tal y como él había venido haciendo en Granada al
sostener a Boabdil contra su padre y, después, contra su tío al- Zagal [33].
Muchos
años después, cuando el Cura de Los Palacios mencione en su crónica la
embajada franciscana de 1489, la versión que ofrece de la misma difiere
bastante de la ya conocida: “En el mes de jullio, estando el rey en este
çerco (Baza), vinieron a él dos frailes de Iherusalem por enbaxadores del
Soldán de Babilonia, de la orden de Sant Françisco, el uno castellano e el
otro italiano. E el Soldán los enbió a le demandar ayuda de Seçilia para sus
guerras e neçessidades, e el rey ovo muy grand plazer con llos; esso mesmo la
reina, a la cual fueron a vesitar a Jahén. E el rey e la reyna les fizieron
mucha onrra e les dieron respuesta de lo que querían, e les libraron çierta
summa de dinero en Seçilia, para sienpre, para el reparo del monasterio e de
los frailes, e de la santa iglesia de Iherusalem e del Santo Sepulcro de
Nuestro Redenptor Jesucristo” [34].
Ni
una palabra sobre la legalidad de una guerra que había terminado hacía mucho
tiempo. Andrés Bernáldez descubre el otro motivo de la embajada, el
auténtico, que nada tenía que ver con las tonantes amenazas del mameluco.
Unas amenazas con las que el sultán de Egipto quiso guardar la cara ante los
embajadores nazaríes y ante sus propios súbditos. Era el gesto que cabía
esperar de quien, siendo protector de los santos lugares del islam, estaba
moralmente obligado a solidarizarse con sus correligionarios granadinos.
1.3. LA RESPUESTA OTOMANA
El
historiador saudí al-Hamid, que utiliza fuentes turcas, afirma que Bayaceto
II envió sus embajadores al papa con el fin de que éste presionara a los
Reyes Católicos para que dejasen de hostilizar a los granadinos, amenazando
con represalias en el caso de que su petición no fuera atendida [35]. A este
respecto, Eduardo Ibarra escribía hace más de un siglo: “El Gran Turco
amenazó al Rey Católico con degollar a los cristianos de Oriente, si el reino
de Granada era destruido; la contestación del monarca aragonés fue tan
enérgica como decisiva; Galip de Ripoll, almirante de la escuadra aragonesa,
ocupó los Dardanelos e impuso al sultán respeto para las decisiones de
España, a la vez que evitó el auxilio que a los moros granadinos pudieran
haber prestado los musulmanes de Oriente” 36.
Don
Fernando nunca tuvo relaciones directas con
Lo
más probable es que el rey Católico hiciera llegar su respuesta al Gran Señor
por caminos indirectos. Porque existió un Galip Ripoll, que no era almirante
de la flota aragonesa sino un mudéjar perteneciente a la familia más
importante de la morería de Valencia, que había emigrado a Túnez después de
1470 [39]. En el registro del notario Belleto, que trabajaba para el cónsul
veneciano residente en la capital hafsí, se menciona a “Sidi
Gallipus Ripoll” entre los cortesanos más influyentes del entorno
califal, cuya mediación era indispensable para los mercaderes europeos que
trataban en Ifriqiya [40]. Cabe preguntarse, pues, si fue éste quien llevó la
respuesta fernandina al sultán de los turcos, dado que Túnez mantenía
relaciones fluidas con Estambul. Una respuesta, por cierto, cuyo contenido
ignoramos.
Por
otra parte, Bayaceto II no podía ayudar militarmente a los granadinos a causa
de la guerra que tenía con los mamelucos y de la revuelta de su hermano, el
príncipe Jem [41]. Por eso se contentó con despachar una flota al
Mediterráneo occidental al mando de Kemal
Reis.
Esto sucedió en 1490 según el historiador norteamericano Andrew C. Hess, el
cual afirma que Kemal Reis vino a Occidente en misión semioficial y con el
encargo de reunir información acerca de lo que estaba sucediendo en Granada.
El corsario turco va a entrar en contacto con los andalusíes en algún punto
del sureste peninsular y, más tarde, selecciona algunas bases en el litoral
norteafricano –isla de Djerba, Bona y Bujía–, desde las que llevará a cabo
incursiones en las costas italianas y españolas hasta 1495, fecha en la que
su presencia es reclamada en Estambul [42]. Anna Masala opina que la reacción
de Bayaceto II respondía tanto a razones de prestigio como de solidaridad con
los moros granadinos, pero adelanta algunos años la venida de la escuadra
otomana: ésta volvería a Estambul en 1492 después de haber permanecido un
lustro en aguas del Mediterráneo, donde Kemal Reis asaltaría las costas de
Sicilia, Cerdeña, Baleares y Valencia, llegando incluso a penetrar en el mar
de Alborán para bombardear Málaga en el otoño de 1487 [43]. No habría podido
realizar tamaña gesta, por supuesto, de no haber contado con puertos amigos
–Túnez, Bona y Argel– donde pasar los inviernos [44].
Muchos
historiadores occidentales sostienen que no hubo actividad naval turca en el
poniente mediterráneo antes del siglo XVI, basándose en el testimonio
aportado por Píri Reis, sobrino de Kemal Reis, el cual afirma en su Kitab
- i Bahriye,
o Libro de
Una
expedición en fecha tan temprana como la que propone la estudiosa italiana
habría dejado huella en las fuentes españolas coetáneas. El bombardeo de
Málaga, recién conquistada por los castellanos, no habría pasado
desapercibido.
Pero
las fuentes susodichas nada dicen sobre las correrías turcas en esos años si
exceptuamos el ataque a Malta y Gozzo, en junio de 1488. Doce fustas otomanas
echaron alguna gente en tierra, secuestraron a varios campesinos y se
retiraron tras hacer un amago sobre la capital maltesa. Aunque Masala señala
que Kemal Reis atacó la isla de Malta antes de volver a su patria, no parece
que éste fuera el caso.
En
una carta que el rey Fernando remite a las autoridades sicilianas el 18 de
agosto, apunta que el asalto a las islas fue preparado en Salona, donde
sabían que las galeras catalanas de mosen Vilamari habían dejado de patrullar
las aguas sicilianas para volver a Barcelona [48].
En
cambio, las fechas propuestas por Hess encuentran cierta confirmación en las
fuentes ibéricas, las cuales se muestran prolijas al mencionar la actividad
naval osmanlí en el Mediterráneo occidental durante el año 1494.Recordemos el
informe que el secretario Hernando de Zafra envía a los Reyes Católicos desde
Granada el 12 de febrero de ese año. En él trata extensamente sobre la
descomposición política reinante en el Magreb central y occidental, y de las
posibilidades que esto ofrecía para una intervención castellana en la zona.
El secretario real sugiere que la armada exhiba el pabellón frente a las
costas de Tremecén y Túnez porque “aprovechará para atemorizar a toda la
tierra, y para que no tengan atrevimiento como tienen a armar desde Turquía y
correr los mares de vuestras altezas, que al Aguja de Orán llegaron las
galeras de los turcos, y si se muestran a estos mares podrían hazer mucho
daño...”49.
Si
atendemos a la correspondencia intercambiada por el rey Fernando con el
almirante Bernat de Vilamari en el mes de marzo, los piratas norteafricanos
estaban causando estragos en los mares de Sicilia, Cerdeña, Mallorca y
Valencia “porque no hay quien les resista”. El monarca quería que Vilamari,
entonces al servicio del papa, pidiera a éste licencia para venir con sus
galeras a defender los dominios patrimoniales de la casa de Aragón. En la
carta que le dirige el 13 de marzo de 1494 sale a relucir que el mentado
almirante acababa de volver del litoral sardo,
donde
había buscado inútilmente a un corsario turco cuya identidad desconoce [50].
Un
documento fechado en el mes de abril señala que galeras otomanas procedentes
de Bona habían capturado a varios vecinos cristianos de la localidad
valenciana de Biar [51]. Otros barcos turcos, fustas en este caso, se
dejarían ver más tarde ante las playas de Almería [52].Ya entrado el verano
de aquel año, el 7 de agosto don Fernando ordenaba al virrey de Sicilia que
dispusiera lo necesario para concentrar a la población de Malta en la capital
de la isla [53]. Y el 20 de noviembre advertía al lugarteniente y gobernador
de Mallorca que se estaba esperando una nueva entrada de corsarios turcos
debido a las guerras de Italia, razón por la que debía reforzar las defensas
insulares [54].
En
1495 –de acuerdo con la cronología propuesta por Hess– Kemal Reis volvía a
Estambul con bastante información sobre las cosas de Granada. Para esa fecha,
sin embargo, Bayaceto II ya estaría al tanto de los sucesos acaecidos en
al-Andalus gracias a las noticias llevadas por los refugiados judíos e
islamitas [55]. La marcha del famoso corsario no significaba que
desapareciese el riesgo de nuevos ataques: a principios de 1496 fray Hernando
de Talavera, arzobispo de Granada, mostraba su preocupación por los rumores
que circulaban sobre la vuelta de los turcos56. Ésta no tardó en producirse,
si bien las naves osmanlíes se abstuvieron de entrar en el mar de Alborán por
el momento. Conocemos una carta de protesta que la señoría de Génova
envía al califa de Túnez (24/enero/1498) porque un navilio ligur había sido
apresado “da due galere patronizzate per Turchi, armata re vera in la cità
vostra de Trípoli da Mori e Turchi” [57]. Según fuentes valencianas, en el
verano de ese mismo año había dos
galeras, dos galeotas de 13 y 18 bancos, y un grip turcos en el puerto de
Bona [58].
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LA “CONVERSIÓN GENERAL” DEL
REINO DE GRANADA (1499-1501) Y SUS REPERCUSIONES EN EL MUNDO ISLÁMICO
Es
sabido que la mayoría de la población granadina optó por quedarse en sus
lares al considerar que era factible conservar su modo de vida tradicional al
amparo de las capitulaciones firmadas con los Reyes Católicos. Éstas les
garantizaban, al menos sobre el papel, el respeto a sus propiedades, usos
sociales y religión a cambio del abandono de la lucha armada y del compromiso
de seguir pagando los mismos impuestos que anteriormente satisfacían a los
emires nazaríes. Pero la tranquilidad de conciencia de los nuevos mudéjares
se vio alterada al ser presionados, directa o indirectamente, para que se convirtieran
al cristianismo entre 1499 y 1501.Aunque una buena parte de la población
optará por recibir el bautismo, fingiendo que querían ser cristianos, habrá
algunos que elijan la vía de la confrontación armada debido a las
dificultades que planteaba el cumplimiento de los preceptos coránicos a
escondidas. Las mismas, o parecidas, razones que van a empujar a otros a
escapar clandestinamente al otro lado del mar cuando encuentren la ocasión
para hacerlo [59].
Las
huidas subrepticias contaron con la ayuda de los corsarios de Berbería. Las
fustas y galeotas que zarpaban de Badis (Vélez de
He
de advertir que la ayuda norteafricana fue el último y desesperado recurso
para bastantes granadinos, cuando la cristianización obligatoria ya era
imparable.
Porque
antes de que esto suceda, algún miembro de la élite mudéjar intentó invertir
el curso de los acontecimientos al reclamar, una vez más, la intervención de
Egipto y del imperio turco.
2.1. DOS VERSIONES DE UNA CASIDA
En
1966 James Monroe daba a conocer una casida granadina, de autor desconocido,
recogida por el erudito tremecení al-Maqqarí en el siglo XVII, que contiene
una petición de ayuda dirigida a Bayaceto II. El poema consta de 105 versos y
en ellos se exponen los motivos que habían impulsado a los andalusíes a
someterse a los infieles, las violaciones de los pactos cometidas luego por
los cristianos, la conversión forzada y otros pormenores. El hecho de que
esta casida mencione acontecimientos producidos en el tránsito del siglo XV
al XVI hizo que Monroe fechara su composición en 1501 [61]. En la actualidad,
sabemos que existe otra versión más corta de la oda en una antología
literaria marroquí elaborada en el siglo XVII o, quizá, en el XVIII. Es
anterior a la editada por James Monroe y parece que fue enviada, en su día,
al sultán de Egipto. La copia de al-Maqqarí vendría a ser una ampliación y
reelaboración del texto primitivo para adecuarlo al nuevo destinatario, en la
que se incluyeron los últimos sucesos acaecidos en territorio granadino [62].
En
la versión destinada al sultán mameluco se distinguen tres partes
fundamentales. A saber:
a)
Un descripción de las vicisitudes que condujeron a la caída de Granada en
poder de los Reyes Católicos. Se cuenta con detalle la traición cristiana
para subrayar que la conversión había sido forzada y se enumeran las afrentas
padecidas por los musulmanes: quema de libros religiosos y castigos diversos
–corporales o propiedad confiscada– para los que no asisten a los servicios
eclesiásticos, ayunan o rezan.
b)
En los versos 48-58, e invocando el lazo común del islam, el anónimo autor de
la casida insta al sultán de Egipto a que tome represalias contra los
cristianos que viven en Palestina, o que recurra al papa para que éste
interceda ante los soberanos españoles.
c)
Menciona, al respecto una carta enviada por el príncipe mameluco a los Reyes
Católicos, de que la que éstos hicieron caso omiso.
La
versión dirigida al sultán otomano añade dieciocho versos en la primera
parte, que recogen las quejas de los granadinos por no poder celebrar el
Ramadán y honrar al Profeta sin ser castigados. Se denuncia, asimismo, que
los moribundos que rechazan a los sacerdotes mueran como perros; que les
hayan cambiado los nombres sin su consentimiento y, lo que es peor, que los
niños y niñas sean educados en la idolatría mientras que los minaretes se
transforman en campanarios.
En
lo que toca a la segunda parte, Monroe pasó por alto el verso 73 de la casida
(el número 58 en la versión enviada al sultán egipcio), que dice:
“As for the Christian faith, its /place of/ origin
is ruled by your authority, and what happens there reaches them in every
region” 63.
Entiendo
que se refiere a Palestina y, más concretamente, a Jerusalén. Pero es bien
sabido que esta ciudad y su territorio fueron conquistados por las tropas de
Selim I (1512-1520) poco antes de la caída de Egipto en 1517. Como, por otra
parte, el nombre de Bayaceto II no es citado en la casida –Monroe omitió la
introducción en prosa a la misma, donde al-Maqqarí menciona al sultán
susodicho–, esto me indujo, junto con otras razones, a plantear en su momento
la posibilidad de que el poema en cuestión hubiera sido enviado a Estambul
después de 151264. Van Koningsveld y Wiegers, que también han percibido la
contradicción, proponen que se interpreten las palabras del poeta en un
sentido más amplio, de manera que en la versión de la casida remitida al Gran
Señor se estaría aludiendo a los antiguos territorios cristianos de Asia
Menor y, por supuesto, Constantinopla. Por mi parte, prefiero pensar que hubo
un error o despiste al redactar la segunda versión del poema, copiándose de
la anterior un verso que no correspondía65.
Por
último, en lo que concierne a la carta enviada por el sultán mameluco a los
Reyes Católicos y que éstos ignoraron, la segunda versión de la casida añade
dieciséis versos que merecen especial atención. En ellos se refiere que a
unos embajadores de Egipto llegados a la corte hispana, les aseguraron que
los granadinos habían cambiado voluntariamente de religión. En realidad, fue
el miedo a la hoguera y a la muerte lo que les llevó a fingir que se
convertían, limitándose a repetir las palabras que les decían. Según el
anónimo autor de la oda, continúan siendo monoteístas rigurosos y no
transigen con el dogma cristiano de
No
cabe duda de que la versión más breve es la original y pudo ser escrita
después que los reyes recibieran la carta del sultán citada arriba, y antes
de que llegara esa delegación egipcia que menciona sólo el texto enviado a
Bayaceto II.
Además,
en la primera versión no hay referencias a los hechos luctuosos de Huéjar,
Andarax y Belefique acaecidos entre enero y octubre de 1500. Tampoco se
denuncia una represión del islam más o menos organizada, como ocurre en la
segunda versión. De ahí que los autores citados supongan que la versión más
antigua de la casida fue escrita a principios de 1500 y la segunda un año
después, aproximadamente. En cuanto al autor del poema, estiman que pudo ser
un mudéjar de la jassa que, habiendo asumido responsabilidades
administrativas al servicio real, estuviera familiarizado con los asuntos
diplomáticos [66].
Van
Koningsveld y Wiegers basan buena parte de sus afirmaciones en lo que escribe
Luis del Mármol Carvajal casi un siglo después de la “conversión
general”.
Según él, tras rebelarse los mudéjares del Albaicín, el cardenal Cisneros
recomendó a los reyes que se les otorgara un perdón condicional: o se
convertían o dejaban la tierra. Y agrega que los monarcas tuvieron por bueno
el consejo, aunque tardaron más de ocho meses en llevarlo a la práctica. En
el ínterin, los del Albaicín hicieron todo lo posible por estorbarlo y se
quejaron al sultán de Egipto, pidiéndole que enviara una embajada a España
dando a entender que él haría lo mismo con los cristianos que vivían bajo su
imperio. Fernando e Isabel recibieron muy bien a esos embajadores, y en
cuanto a las protestas de los mudéjares, les respondieron que ni los querían
cristianos a la fuerza ni, mucho menos, que conservaran su credo, porque ya
no se fiaban de ellos. Por eso les habían ofrecido dos posibilidades: o
convertirse de buen grado o irse bajo seguro a los puertos de África del
Norte que quisieren [67].
Hoy
sabemos que la recepción del bautismo fue la condición que pusieron los reyes
a los mudéjares del Albaicín para perdonarles que se hubieran alzado contra
su servicio. Los habitantes de
Las
fuentes castellanas de la época tampoco mencionan la venida de una embajada
del “Soldán de Babilonia” a la corte de los Reyes Católicos. Más bien parece
que las relaciones diplomáticas con Egipto corrieron una vez más a cargo de
los frailes franciscanos de Monte Sion. Una carta de la reina al guardián de
Jerusalén, fechada en Granada a 20 de agosto de 1500, menciona otras
remitidas por éste en las que solicitaba el envío de dos cadíes granadinos a
El Cairo para que certificaran ante el sultán que sus correligionarios eran
bien tratados por los reyes. Doña Isabel responderá que lo habían sido hasta
tal punto “que veyendo ellos la mucha fonrra que se les hazía, de su voluntad
an venido más de quinientos a nuestra santa fee católica... por manera que no
ay quien podamos enbiar” [69].
Esta
contestación –que era una verdad a medias como se verá luego– explica en
buena medida la llegada a la corte, en abril de 1501, de una delegación franciscana
encabezada por fray Pablo Balsamo de Milán. Ésta es sin duda la embajada
egipcia evocada por el autor de la casida en su versión más completa, y a la
que alude expresamente Luis del Mármol en su obra. En esas fechas se estaba
negociando con los rebeldes de las serranías occidentales la posibilidad de
que pudieran marcharse a tierra norteafricana. Por eso, los reyes encargaron
a los religiosos que dijeran al sultán que no estaban ejerciendo la violencia
sobre los mudéjares para que renegaran de su fe [70].
2.2. LA “LEGATIO BABILONICA” Y SUS
SECUELAS
La
“conversión general”
vino a coincidir cronológicamente con la guerra turcoveneciana de 1499-1502,
en la que se vio involucrada la monarquía hispánica. Por esas fechas, Egipto
y
Tras
manifestar su interés por la preservación de los Santos Lugares y el
bienestar de los peregrinos que acuden a visitarlos, Pedro Mártir ha de estar
prevenido cuando le pregunten acerca de lo que ha sucedido en Granada.
Advierte el rey que si el Soldán “no bos hablare en como tratamos los moros
de nuestros rreynos, no hableys palabra en ello”. Pero si le dice que han
sido maltratados, lo negará aduciendo que las leyes del reino prohíben que se
dañe a los mudéjares “no faziendo subversiones ni escándalos contra nuestra
fe”. Debe negar, asimismo, que la conversión de los moros de Granada haya
sido forzada, pues esto va contra los preceptos de la religión cristiana. Al
contrario, habiéndose alzado en armas los vecinos del Albaicín y de la
alquería de Huéjar, unos y otros fueron perdonados porque aceptaron recibir el
bautismo; y su ejemplo sería imitado por los demás mudéjares de la ciudad y
lugares de su tierra. Pedro Mártir ha de añadir que “otro tanto acaesçió en
l’Alpuxarra”, y que la benevolencia regia sirvió de excusa a los moradores de
El
12 de agosto de 1501 Pedro Mártir de Anglería notifica al cardenal de Santa
Cruz que los reyes le han ordenado que vaya primero a Venecia, con
instrucciones secretas, y de allí se traslade en barco hasta Egipto para
entrevistarse con el sultán, el cual ha amenazado con tomar represalias a
costa de los cristianos que viven en sus dominios porque los musulmanes de
Granada habían sido obligados a abjurar de su fe. “Lo han convencido de esto”
–escribe Pedro Mártir– “los judíos, moros y herejes expulsados por nuestros
soberanos” [75]. El embajador llegó a Venecia la noche del 30 de septiembre.
Su breve estancia en la metrópoli del Adriático está registrada en el diario
de Marino Sanuto: “Si dice va /a El Cairo/ per pregar il Soldan, relaxi i
frati di Monte Sion e li trati bene; et che 30 milia mori di Granata si sono
baptizati di sua volontá e non coacti” [76].
Esta
embajada a Egipto está bien documentada gracias a las cartas de Pedro Mártir,
que escribió también una detallada relación de su misión diplomática,
Qansuh
concedió tres entrevistas a Pedro Mártir de Anglería. En la segunda, que se
celebró a puerta cerrada, el sultán habla de la expulsión de los judíos, de
los malos tratos padecidos por los mudéjares y, sobre todo, del cambio
forzoso de religión. El embajador le responde remontándose a don Rodrigo y a
la “pérdida de España” para justificar la posterior conquista de Granada,
utilizando argumentos ya conocidos en la cancillería egipcia. Rechaza que la
conversión al cristianismo tuviera un carácter obligatorio y justifica lo
sucedido porque los mudéjares que se habían sublevado, una vez derrotados,
pidieron a voces el bautismo para librarse del castigo que merecían. Pedro
Mártir recuerda al sultán que los mudéjares valencianos y aragoneses viven
pacíficamente, andan a caballo y con armas, tienen sus mezquitas y se les
guarda la misma justicia que a los cristianos. Por último, se
embarca en una diatriba contra la “raza abyecta” de los judíos, cuyo
contenido encajaría muy bien en una antología del antisemitismo moderno
[79].
Según
parece, después de la primera entrevista algunos jefes mamelucos, instigados
por los embajadores de los príncipes del Magreb, amenazaron al sultán con
rebelarse si accedía a las peticiones presentadas por el portavoz de los
reyes de España. Sabedor de esto, Pedro Mártir de Anglería declarará al
término del segundo encuentro con el mameluco que si obtenía todo aquello que
había venido a pedirle, al día siguiente proclamaría por doquier que la
armada que sus señores tenían en Calabria venía en socorro de Qansuh; de ese
modo nadie se atrevería a levantarse contra él. A partir de ese momento el
sultán suaviza su postura y, en el curso de la tercera y última entrevista,
consentirá que se rehagan las iglesias de Jerusalén, Beirut, Ramala, Belén y
otros lugares “donde queda algún recuerdo todavía de los hechos de Cristo”.
Asimismo, accederá a reducir los tributos que debían pagar los peregrinos. El
4 de marzo de 1502 Pedro Mártir estaba de nuevo en Alejandría, de donde
zarpará rumbo a Venecia el 22 de abril.
Alonso
de Santa Cruz copia ampliamente
Para
empezar, ignora por completo al intérprete “Tangarabardino” y omite la
primera entrevista que el sultán concedió a Pedro Mártir, por lo que carece
de sentido la referencia que hace, más adelante, a la ayuda militar que los
reyes podrían prestar al mameluco. El cronista sigue punto por punto los
alegatos del embajador en la segunda entrevista, pero va más lejos que éste
en la soflama contra los judíos: escribe que si el “Soldán” supiera como son
realmente “que otra vez los mandaría echar de Egipto, como avían echado en
tiempo de Faraón”. Y aunque
Desconozco
la fecha en la que Pedro Martir de Anglería volvió a España para dar cuenta a
sus señores de las gestiones realizadas. Pero consta que el 25 de noviembre
de 1502 el rey Fernando firmaba varias cartas relacionadas con el resultado
de la embajada, siendo sus destinatarios el sultán de Egipto, el fraile
guardián de Jerusalén, el intérprete “Tangarabardino”, el maestre de Rodas y
Felipe de Paredes, cónsul de catalanes en Alejandría. El monarca agradecía en
todas ellas el trato dispensado a su embajador y, de paso, hacía las
recomendaciones que convenían en cada caso. Ese mismo día se despachaban
otras misivas para los notables mudéjares de los reinos de Valencia y Aragón,
ordenándoles que escribieran a su vez a Qansuh y le dieran cuenta de cómo
vivían, siguiendo un borrador redactado previamente en la cancillería real
[82].
En
febrero de 1502, mientras Pedro Mártir estaba en El Cairo, un decreto real
había puesto a los mudéjares de Castilla y León en la disyuntiva de aceptar
el bautismo o emigrar. No sería extraño pues, que los musulmanes de Valencia
y Aragón, bastante alterados por lo sucedido en Granada, creyeran que no iba
a tardar en tocarles el turno a ellos [83]. Con objeto de tranquilizarles y,
al mismo tiempo, explicar al sultán mameluco lo que había sucedido con los
mudéjares castellanos y leoneses, don Fernando dicta una carta cuyo contenido
no deja de ser patético. En la línea de lo ya expuesto por Pedro Mártir en su
embajada, los supuestos autores de la epístola aseguran que si los granadinos
se bautizaron fue porque ellos mismos lo pidieron para librarse de las penas
en las que habían incurrido por haberse alzado contra los reyes. Y agregan
que a los castellanos se les había ordenado salir del reino con sus bienes al
existir indicios de que preparaban algo; pero “ellos quisieron más tornarse
christianos que no dexar sus naturalezas”. En cambio, los mudéjares
valencianos y aragoneses gozaban de las mismas libertades que los cristianos,
disponían de sus haciendas y conservaban sus mezquitas, tal y como declarara
en su momento Pedro Mártir ante el sultán. Aunque los “autores” de la carta
insisten en que ninguno de ellos “fue apremiado ni costreñido ni aprisionado
ni amenazado para que se torne christiano”. Por eso concluyen rogando al
mameluco que satisfaga cualquier petición de los Reyes Católicos: de ese modo
sentirán la obligación “de nos tratar bien como hasta aquí lo han hecho y
hazen...”. También le piden que no preste atención a los maledicentes “porque
los buenos no paguen la pena que meresçen los malos” [84].
El
sultán de Egipto volvería a amenazar con destruir los Santos Lugares en 1503,
cuando encarga a fray Mauro Hispano que vaya al papa Julio II y le pida que
transmita sus protestas a los Reyes Católicos y a Manuel I de Portugal. A su
disgusto por la política seguida con los mudéjares granadinos, se suman ahora
las quejas por los atropellos que estaban cometiendo los portugueses en el
Océano Índico: la aparición de los navíos lusitanos en aquellas aguas había
trastornado los circuitos tradicionales del comercio de especias que, como
todos saben, era vital para la economía egipcia. Una vez cumplida la primera
etapa de su viaje, fray Mauro saldrá de Roma con cartas del Sumo Pontífice
para los monarcas ibéricos y la traducción latina de la misiva del sultán.
Nada se sabe de su entrevista con Fernando el Católico.
Tampoco,
si éste contestó al papa y/o al sultán, pero es de suponer que si hubo
respuesta , se parecería a la de embajadas anteriores. En cambio, el rey de
Portugal sabía que las protestas de Qansuh le concernían solamente a él. Y
escribió a Julio II para manifestarle su escepticismo sobre las amenazas del
“Soldán”: si éste asolaba los Santos Lugares perdería la poca riqueza que le
quedaba, fruto del comercio y de la peregrinación [85].
2.3.
Kemal
Reis volverá a operar en el Mediterráneo occidental durante la guerra
turco-veneciana. El 28 de julio de 1501 se supo en Valencia que trece
galeras, tres fustas y un bergantín turcos habían sido vistos cerca de
Palermo86. En el mes de septiembre, Anzolo Malipiero, capitán de la muda
veneciana de Berbería, escribe al Senado desde Mesina para comunicarle que ha
decidido suprimir la mayoría de las escalas norteafricanas “per tema de
Camali”87. Ya se ha comentado que por esas fechas los mudéjares valencianos
vivían en continua zozobra a causa de las turbulencias granadinas. No es
sorprendente, pues, que algunas comunidades opten por escapar al norte de
África con la ayuda de corsarios musulmanes: la fuga que protagonizan los
vecinos de Altea en julio de 1502 contó con la cooperación de fustas turcas
venidas desde Bujía y Argel88. En estas fechas, concluida la guerra con
Venecia, Bayaceto II ya había retirado la escuadra que mantenía en aguas
magrebíes. Van a reemplazarla corsarios del Egeo que ahora se desplazan al
oeste para ayudar a sus hermanos musulmanes y, de paso, obtener botín a costa
de los cristianos [89].
La
necesidad de crear un glacis defensivo en el norte de África, el interés
mercantil y el espíritu de cruzada explican la conquista y ocupación por los
españoles de Mazalquivir (1505), Peñón de Vélez de
Se
ha escrito, incluso, que en esta primera década del siglo XVI Kemal Reis
viajó hasta Marruecos con su sobrino Piri Reis para entrevistarse con el
último emir granadino, no se sabe con qué fin [94].
Los
grandes protagonistas de la instalación definitiva de los turcos en el Magreb
fueron los hermanos Oruch y Hayradin Barbarroja, renegados griegos oriundos
de Mitilene. Pero no termina de estar claro cuando hicieron acto de presencia
en la zona. La versión clásica sostiene que llegaron a Túnez en el verano de
1504 y acordaron con el califa que los acogería en sus puertos a cambio de un
quinto de las presas que tomaran y de respetar a las naves aseguradas por el
hafsí [95]. Por su parte, Andrew C. Hess opina que fue en
Las
aguas italianas y del levante español fueron las más frecuentadas por las
flotillas turcas mientras éstas utilizaron los fondeaderos tunecinos. Por ese
motivo el conde de Tendilla no creía que los Barbarroja se atrevieran a
atacar el litoral granadino: don Iñigo veía la “manga mediterránea” como una
especie de cogujón, o callejón sin salida. Aparte de esto, estaba convencido
de que los corsarios marroquíes no querrían colaborar con los turcos debido a
ciertos roces que habían tenido anteriormente con ellos. Las fustas otomanas
que se acercaron hasta el estrecho de Gibraltar en 1504, habían capturado un
barco del alfaqueque tetuaní Abrahen Ezerchel, quebrantando así una de las
leyes no escritas que regulaban las relaciones entre musulmanes y cristianos
en la frontera del mar de Alborán: en una carta escrita en 1513, don Iñigo
refiere que los turcos fueron “hechos
pedazos”
posteriormente por gentes de Tetuán y Tárraga [99].
No
hay que insistir en que estaba equivocado. Después de un segundo y
fallido intento contra Bujía, los
Barbarroja piden ayuda a Selim I, que decide apoyarles con el envío de algunas galeras. A principios
de 1515, coincidiendo con la muerte de Tendilla, los corsarios se instalan en
Gigel, setenta millas al este de Bujía. Llegado el verano, una escuadra
turco-magrebí va a cruzar las costas del reino de Granada y, con la ayuda de
los gazíes de Tetuán, atraviesa el Estrecho. El 21 de julio de 1515 cuatro
fustas atacaban el lugar de Conil, señorío del duque de Medina Sidonia,
llevándose secuestrados a parte de sus vecinos tras haber robado y quemado el
caserío [100]. Nuño Ribeiro, factor del rey de Portugal en Sevilla, escribe
el 7 de agosto que había noticia cierta de la presencia en aguas del estrecho
de Gibraltar de un turco “que se
chama Barbaroxa”, con seis galeras de 22 bancos y tres galeones
grandes con mucha artillería y 500 ó 600 escopeteros a bordo, lo que no
dejaba de ser una exageración [101].
La
venida de los turcos generó inseguridad e incertidumbre tanto en el reino de
Granada como en Andalucía, pues no se conocían ni las fuerzas con que contaba
el enemigo ni los objetivos que perseguía. El rey Fernando no tomará las
primeras decisiones hasta principios de agosto, cuando ya dispone de informes
más o menos precisos. El día 2 escribía a Hernando de Bazán, corregidor de Cádiz,
que “quatro galeras e quatro fustas gruesas de turcos y moros han baxado
agora de Levante y passado por la costa del reyno de Granada”, y le instaba a
que armase una flotilla de carabelas y naos en el puerto gaditano. Ese mismo
día ordenaba al concejo de Jerez que mandase dos centenares de peones a
guarnecer Gibraltar. El 4 de agosto dictaba una instrucción para la
vigilancia del litoral granadino “en tanto andan los turcos”, según la cual
debía repartirse la gente de guerra por los lugares que ofrecían mayor
peligro y doblar las guardas en los despoblados, y recomendar a los moriscos
que se apartaran de la costa para evitar que sufrieran algún daño. También
ordenaba al marqués de Mondéjar, nuevo capitán general del reino de Granada,
que reuniera una escuadra en Málaga para salir en busca de los turcos y “echallos
y correllos destos mares” [102]. Una semana más tarde se supo en la corte que
otras fustas “de los moros de la costa de África” se habían unido al
destacamento naval turco-magrebí . Por eso, don Fernando dispuso que se
movilizara a parte de las milicias concejiles andaluzas y murcianas con
objeto de que reforzaran los puntos más débiles del litoral granadino si
fuera necesario. Según la nueva instrucción que recibe el marqués de
Mondéjar, el dispositivo de defensa quedaría así [103]:
Lugar
Efectivos Procedencia
Vera
y Mojácar
Almería
Almuñécar
Marbella
Gibraltar
20
jinetes, 200 peones
20
jinetes, 200 peones
15
jinetes, 150 peones
20
jinetes, 200 peones
200
peones
Murcia
y Lorca
Úbeda
y Baeza
Écija
y Jaén
Jerez
El
capitán general del reino granadino logró reunir en Gibraltar hasta 23
embarcaciones procedentes de Cádiz y Málaga, con las cuales salió en
persecución de la flota turco-magrebí, que había doblado el cabo Espartel
rumbo a Larache. No pudo darle caza y, tras permanecer al acecho algunos días
en Arcila, volvió a Gibraltar con el propósito de interceptarla cuando
intentara volver al Mediterráneo. Pero la heterogeneidad de la escuadra
–naos, carabelas, galeras, galeotas, fustas y bergantines– y la rivalidad
entre sus capitanes permitirán que la flota turco-magrebí atraviese el
Estrecho en la segunda mitad del mes de septiembre, sin ser estorbada [104].
Llama
la atención la movilización preventiva de una parte de las milicias concejiles
de Andalucía y Murcia, pues esto no se había hecho desde los días de la
revuelta mudéjar (1500-1501). Indica por sí solo la importancia que se dio a
la primera irrupción masiva de los turcos en el mar de Alborán. En una carta
dirigida al marqués de Mondéjar (Aranda de Duero, 13 de agosto de 1515) el
rey justifica la llamada a filas ante la venida de los corsarios “por el daño
que podría recreçer si los christianos nuevos hizieren alguna alteraçion con
espaldas dellos...”.
Pero
lo más significativo es que el monarca recomiende a don Luis Hurtado de
Mendoza que le dé a esto la mayor publicidad posible: “...ques bien porque la
gente dese reino no se mueva a alguna libiandad, que sepan quel Andalucía
está aperçibida” 105.
Lo
que más preocupaba a don Fernando y a las autoridades granadinas es que los
cristianos nuevos colaboraran con los turcos según venían haciéndolo con los
norteafricanos. En cierto modo, es como si estuvieran al tanto de la
justificación ideológica que los hermanos Barbarroja buscaron para sus
empresas: salvar a los andalusíes de las persecuciones que padecían desde que
se les obligara a convertirse al cristianismo, especialmente de las medidas
tomadas para romper la solidaridad de la familia morisca. En las “memorias”
de Hayradin Barbarroja se lee que los moriscos que permanecían en al-Andalus
“...hicieron cuevas donde las noches
hacen la sala (oración) y enseñan sus hijos el Alcorán. Y los días, de miedo,
los envían a las iglesias para saber el Evangelio; y a las hijas toman los cristianos
porque no se casen y allí se pierda su generación y la ley de Mahoma. Al que
hallan hacer la sala o leer el Alcorán, o ayunar y haser otras cosas de la
ley de moros, lo queman luego...”
Y
añade que el sultán Solimán (1520-1566) y Hayradin “fueron causa de sacar de
trabajos y dar libertad a muchos de ellos y llevarlos a tierras de moros”
[106]. Por lo demás, esta obra rebosa de versículos coránicos que ensalzan la
lucha contra los infieles [107].
Los
hermanos Barbarroja no inventaron el underground railroad entre las orillas
septentrional y meridional del mar de Alborán, pues ya lo habían abierto los
corsarios de Tetuán y Vélez de
No
quiero terminar este trabajo sin hacer algunos comentarios adicionales sobre
el contenido de las casidas enviadas a los sultanes mameluco y otomano con
motivo de la “conversión general”. Tanto en una como otra vemos que la
relación de agravios expuesta por el autor refleja experiencias desagradables
y sinsabores padecidos durante algún tiempo, y no tienen que interpretarse,
necesariamente, como si se hubieran producido entre 1500 y 1501. Pero, como
las fechas en las que fueron escritas parecen seguras, es probable que el
contenido de ambas versiones recoja en muchos casos problemas de conciencia
y, sobre todo, los temores de los conversos –las continuas referencias a la
hoguera, por ejemplo–, más que hechos reales.
Los
versos finales de los dos textos son los mismos. Según Van Koningsveld y
Wiegers, de su lectura se deduce que los andalusíes preferían ser expulsados
de su tierra a vivir en ella como infieles; en ellos se pide el derecho a
emigrar libremente al norte de África con sus pertenencias si no se restaura
la libertad religiosa en el reino de Granada. Por eso, los autores citados
plantean la posibilidad de que las diplomacias egipcia y turca tuvieran algo
que ver con el edicto real de julio de 1501 que, en opinión de ambos, ofrecía
a los mudéjares granadinos la posibilidad de convertirse o salir del reino
desprovistos de sus bienes [108].
Pero
esta hipótesis no se sostiene por dos razones. En primer lugar, porque la
diplomacia turca brilla por su ausencia en 1501, mientras que la egipcia
carece de fuerza suficiente para influir en el ánimo de los Reyes Católicos.
En segundo, porque se ha malinterpretado el contenido de un edicto regio de
20 de julio de 1501 que prohíbe la estancia en territorio granadino de los
musulmanes libres, a los cuales se les concede un plazo de tres días para que
salgan del mismo bajo pena de perder sus bienes: el documento alude, sin
mencionarlos, a los mudéjares de Castilla, Valencia y Aragón, cuya presencia
en Granada podría estorbar el adoctrinamiento de los nuevos cristianos [109].
En este sentido, debo insistir en que fueron los mudéjares alzados en las
sierras de Villaluenga y Bermeja los únicos a los que se les da opción a
marcharse [110].
APÉNDICE
DOCUMENTAL
–Documento
nº 1–
1500,
agosto, 20. Granada
Dª Isabel contesta al prior de Monte
Sión, en Jerusalén, que le había pedido que enviara dos cadíes
granadinos a Egipto A.G.S. Cámara de Castilla. Libro 4º de Cédulas, fol.137
recto “El guardian de Iherusalen. Nos la rreyna de Castilla, de León,
de Aragón, de Çeçilia, de Granada, etc. Enbiamos mucho a saludar a vos el
venerable e devoto padre guardián de Montesion de Iherusalen como aquél para
quien todo bien e honrra deseamos. Fazemos vos saber que resçebimos vuestras
letras e ovimos mucho plaser de saber las cosas que por ellas nos
escrevistes, e agradesçemos vos el cuidado que dezis teneys de rogar a Dios
por el rey, nuestro señor, e por mi e por nuestros hijos, e así vos rogamos
lo continuéis. Çerca de lo otro que escrevis, que enbiemos dos cadis moros
que çertefiquen al soldan como los moros nuestros súbditos son de nos bien
tratados, fazemos vos saber que an sydo de nos tan bien tratados que veyendo
ellos la mucha fonrra que se les hazía, de su voluntad an venido más de
quinientos a nuestra santa fee católica. E loado Dios y asy todos son a ella
convertidos, por manera que no ay quien podamos enbiar. Afectuosamente vos
rogamos syenpre nos escrivais hasyendonos saber de las cosas de allá, porque
con vuestras letras avremos mucho plazer.
Escripta en la muy noble e gran
çibdad de Granada, de agosto a XX de agosto de mill e
quinientos años. Yo la reyna. Por
mandado de la reyna, Gaspar de Grizio”.
–Documento
nº 2–
1501,
abril, 24.Granada
Orden
de pago a favor de fray Pablo Bálsamo de Milán, que ha de volver a Palestina
con otros frailes franciscanos A.G.S. Cámara de Castilla. Libro 5º de
Cédulas, fol. 107 recto
“La reyna. Thesorero Gonçalo de
Baeça. Yo vos mando que de qualesquier maravedíes que por mi mandado aveys
resçebido o resçibiedes en qualquier manera, dedes e paguedes a fray Pablo
Balsamo de Mediolano e a los otros frayles que con él vinieron de Jerusalén
XXXIIII U. de que yo les fago merçed: los XX U. dellos para la costa que han
de haser en el camino, e los otros XIIII U. para conprar los machos en que
vayan. Los quales le dad e pagad luego e tomad su carta de pago del dicho
fray Pablo con la qual e con esta mi carta, poniendo en ella Juan Lopes mi
contador como queda asentada en vuestra quenta, mando que vos sean resçebidos
en quenta los dichos XXXIIII U.
Fecha en Granada a veynte e quatro
días del mes de abril de quinientos e un años. Yo la
reyna. Por mandado de la reyna,
Gaspar de Grizio”.
–Documento
nº 3–
1502,
noviembre, 25. Madrid
Don
Fernando a las autoridades de la morería valenciana: que presten atención a
lo que tiene que decirles el Baile General del reino de Valencia A.G.S.
Cámara de Castilla. Libro 6º de Cédulas, fol. 19 recto
“Cadis, alfaquíes, alguasiles,
viejos buenos onbres del aljama de los moros de la nuestra çedula (sic) de
Valençia. Nos escrivimos a don Diego de Torre, nuestro camarero y vayle
general, que vos hable de nuestra parte algunas cosas que el dirá. Dadle
entera fee y creençia, y aquello poned en obra syn dilaçion alguna porque asy
cunple a nuestro serviçio.
De Madrid XXV de enero de DII. Yo el
rey. Almaçan, secretario.
-Otra
tal para los de Çaragoça”
–Documento
nº 4–
1502,
noviembre, 25. Madrid
El
rey Fernando instruye al tesorero de Valencia sobre el mensaje que los
mudéjares regnícolas han de enviar al sultán de Egipto. Acompaña una copia
del texto que deberá ser traducido al árabe A.G.S. Cámara de Castilla. Libro
6º de Cédulas, fols. 19 vº y 20 recto
“El rey. Thesorero: porque para el
bien e conservaçion del Santo Sepulcro de Ihs y de los monesterios y lugares
santos que estan en aquellas partes y de los peregrinos que van e vienen a él
es menester que el aljama de los moros desa çibdad escrivan al Soldan de
Babilonia una carta de la manera que va aquí ordenada, en minuta señalada de
Miguel Pérez de Almaçan, nuestro secretario, vos enbiamos para ello carta
nuestra para la dicha aljama con creençia remitida a vos. Por ende vos
encargamos y mandamos que luego fagays que se junten y les dedes la dicha
nuestra carta y por virtud della les digays de nuestra parte lo que vierdes
que es menester para que syn dilaçion alguna fagan en arábigo la dicha carta
para el dicho Soldan, y avyendola fecho la fagays mirar a persona de
confiança porque no muden la sustançia della. Y vista, sy estuviere conforme
a la que vos enviamos, dadla al levador desta que la ha de llevar al Soldan.
Y porque como vedes esto es cosa que cunple mucho a serviçio de Nuestro Señor
y bien del Santo Sepulcro e de los dichos peregrinos, por serviçio nuestro
que no alçeys dello la mano fasta que a éste se le de la dicha carta.
Dada en Madrid a XXV de enero de
DII. Yo el rey. Almaçan, secretario.
-Otra
tal para el vayle general de Valencia
La
forma de la carta que escrivieron los moros de Valençia al Soldan de
Babilonia:
Acá avemos sabido que algunos onbres
de malas lenguas, reboltosos, han informado a V. Al. que los moros de los
reynos d’España fueron maltratados y costrenidos a ser christianos y que han
resçibido otros muchos agravios, lo qual todo fazemos saber a V. Al. ser al
contrario, porque sy los moros de Granada se tornaron christianos fue porque
ellos lo pidieron e suplicaron, porque avían meresçido toda manera de muerte
y ser sus mugeres e fijos esclavos y todas sus fasiendas perdidas por se aver
rebelado contra el rey e alborotado pueblos libianamente, y fecho otras cosas
muy feas, entre las quales mataron capitanes e alcaydes de fortalezas y
alguaziles y otras gentes e onbres prinçipales, lo qual todo les fue
perdonado porque de su voluntad quisieron ser christianos y demandaron el
agua del baptismo.
Asy mismo, a los moros de Castilla,
porque los tenían por sospechosos por algunos yndiçios que hallaron en ellos,
mandaron haser pregón que se fuesen a donde quisieren con sus bienes. Y ellos
quisieron más tornarse christianos que no dexar sus naturalezas.
Pero nosotros, los que bivimos en
los reynos de Aragón e de Valençia, porque bivimos paçificamente e somos muy
bien tratados y tenemos las libertades que tyenen los christianos, asy de
cavalgar a caballo y traer armas como de las otras cosas, porque sy un
christiano enojase a un moro no sería menos castigado que sy enojase el moro
al christiano. Y tenemos todas nuestras mezquitas, grandes y pequeñas, a toda
nuestra (fol. 20 recto) voluntad, syn ninguno nos inpedir ni contradezir cosa
alguna, asy como sy estoviésemos en tierra de moros. Y sy ganamos e
conquerimos haziendas gozámoslas e tenémoslas syn ningund ynpedimiento, que
ninguno no nos pide nada más de los derechos antiguos según nuestros
antepasados solían pagar; y nunca ninguno de nosotros fue apremiado ni costreñido
ni aprisionado ni amenazado para que se torne christiano.
Por lo tanto suplicamos a V.Al. sy
de parte del rey e de la reyna de España, nuestros señores,alguna cosa le
fuese pedido o rogado, liberalmente lo faga porque tenga más cargo de nos
tratar bien como hasta aquí lo ha hecho y hazen. Y de aquí adelante V. Al. no
quiera dar orejas a malas lenguas ni a onbres reboltosos porque los buenos no
paguen la pena que meresçen los malos.
-Otra
tal para los moros de Çaragoça”.
NOTAS
1
ARIÉ, R.: “Les relations diplomatiques et culturelles entre Musulmans
d’Espagne et Musulmans d’Orient au temps des Nasrides”, Melanges de
2
Según leemos en una carta remitida a Juan II el 20 de abril. AMADOR DE LOS
RÍOS, J.: Memoria histórico-crítica sobre las treguas celebradas en 1439
entre los reyes de Castilla y de Granada, Madrid, 1879,p.137. Queda la duda
de si se trataba de un otomano o de un emisario mameluco, pues, como es
sabido, el sultanato egipcio se consideraba a sí mismo un estado turco.
3 PERTUSI, A.: Testi inediti e poco noti sulle
caduta di Constantinopoli, Bolonia, 1983, p. 26; SCHWOEBEL, R.: The shadow of
the Crescent: the Renaissance Image of the Turk (1453-1517), Niewkoop, 1967,
p. 7.
4
BRUNSCHVIG, R.:
5
Por desgracia, no cita la fuente. TEMIMI, A.: “Une lettre des morisques de
Grenade au sultan Suleiman al-Kanuni en
7
Lo que me ha permitido revisar alguna de las hipótesis que formulé entonces.
Infra nº 64.
8
Un buen análisis sobre la descomposición del Magreb a fines de
9
Cf. Crónica de los Reyes Católicos.II: Guerra de Granada, Ed. J. de M.
Carriazo, Madrid, 1943, pp. 145-146 y 313. Andrés Bernáldez, Cura de Los
Palacios, añade que los embajadores zayaníes pidieron a los
reyes
que se mostraran clementes con la población malagueña. Cf. Memorias del
reinado de los Reyes Católicos, Ed. J. de M. Carriazo y M. Gómez Moreno,
Madrid, 1962, p. 188.
10
Cf. “Guerra de Granada” (B)iblioteca de (A)utores(E)spañoles (Madrid)
CCLXVII-3º (1975) 197; ABUN-NASR, J.: ob. cit., p. 157.
11
En 1489 don Fernando instruye a su embajador en Túnez para que felicite al
nuevo califa por su acceso al poder y le prometa apoyo contra su pariente a
cambio de la liberación de cierto número de cautivos.
12 Según Hernando del Pulgar, los Reyes
Católicos advirtieron a los sultanes de Fez y Tremecén que no debían permitir
que pasaran a tierra granadina gentes, ni armas, ni caballos ni provisiones.
Supra, nº 9.
13
British Library, Egerton Ms. nº 1.173, fols. 7 vº y 52 recto en particular.
14 MEYERSON, Mark D.: The Muslims of
15 (A)rchivo(G)eneral(S)imancas. Diversos
de Castilla, libro 44, fol. 1.
16
MASALA, Anna: “La prima spedizione otomana in Spagna (1487)”, Medioevo. Saggi
e Rassegne” (Cagliari) 8 (1983) 122; también, “La prima spedizione otomana
sulle coste della Spagna”, La presenza italiana in Andalucía nel Basso
Medioevo. Atti del secondo convegno.Roma, 25-27 maggio 1984, Bolonia, 1986,
p. 171.
17
ARIÉ, R: L’Espagne musulmane aux temps des Nasrides (1232-1492), Paris, 1973,
p. 451.
18
Se desconocen los resultados de la misma. MEYERSON, M. D.: ob. cit., pp. 67 y
68.
19
Cf.
20
Según GRANJA, Fernando de la: “Condena de Boabdil por los alfaquíes de
Granada”,Al Andalus (Madrid-Granada) XXXVI-1 (1971) 163 y 164. 21
Sigo la versión francesa de ARIÉ, R.: ob. cit., p. 173.
22
Cf. ALARCÓN, M. A. y GARCÍA LINARES, R.: Los documentos árabes diplomáticos
del Archivo de
23
Siguiendo, al parecer, las recomendaciones del concilio de Vienne. BARCELÓ
TORRES, M. C.: Minorías islámicas en el País Valenciano. Historia y dialecto,
Valencia-Madrid, 1984, p. 95.
24
Carta del 23 de febrero de 1323, en Los documentos árabes diplomáticos...,
pp. 367 y 368 en especial.
25
LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E.: “Sobre la emigración mudéjar al reino de
Granada”, Revista d’Historia Medieval (Valencia) 12 (2001-2002) 256.
26
Ver carta del rey (Zaragoza, 7/abril/ 1477) a Luis de Cabanyelles,
lugarteniente de gobernador del reino de Valencia, y a Honorat Berenguer
Mercader, baile general, en (A)rchivo(R)eino(V)alencia Bailía vol. 1.156,
fols. 33 vº y 34. Transcrita por RUZAFA GARCÍA, M.: Patrimonio y estructuras
familiares en la morería de Valencia (1370-1520), vol. II, Valencia, 1988,
doc. 143ª. Tesis doctoral inédita.
27
Así se lee en las cartas remitidas por el rey Fernando (Toledo,
11/febrero/1480) al gobernador de Aragón y al merino de Zaragoza, a fin de
averiguar quienes han sido los culpables. Cf. Documentos sobrelas relaciones
internacionales...,vol. 1, Barcelona, 1949, pp. 75 y 76.
28
PAZ y MELIÁ, A.: El cronista Alonso de Palencia. Su vida y sus obras, Madrid,
1914, pp. 328-330. La reproduce DOUSSINAGUE, José Mª: La política
internacional de Fernando el Católico, Madrid, 1944, pp. 515-517.
29
Cf. Crónica de los Reyes Católicos. II: Guerra de Granada, pp. 395-398.
30
PALENCIA, Alonso de: ob. cit., p. 220
31
Ibidem, pp. 221 y 222.
32
Sobre este particular, véase HAY, D.: Europe. The Emergence of an Idea, Edimburgo, 1968,2. a ed.,p. 66 y cap. V.
33
Véase la carta a Inocencio VIII (Zaragoza, 3/enero/1488) en Documentos sobre
las relaciones internacionales...,vol.III, Barcelona, 1951, pp. 9 y 10.
34
BERNÁLDEZ, A. : ob. cit., p. 208.
35
Infra nº 62, p. 183.
36
Cf. “La conquista de Melilla en
DOUSSINAGUE,
J. M.: ob. cit., pp. 335 y 336.
37
Cf. Documentos sobre las relaciones internacionales..., vol. 1, pp. 291-292,
294-295 y 297-298; 335.
38
Documentos sobre las relaciones internacionales..., vol. 2, Barcelona, 1950,
pp. 80, 89, 100, 159, 183, 192, 195-196, 198-199, 210 y 214; 220 y 221. En
cambio, apenas hubo alarmas en 1486 y 1487, aunque el rey siga preocupado por
la defensa de Sicilia. Ibidem, pp. 364 y 414.
39
Habiendo emigrado a Túnez, la familia Ripoll rompe lazos con Valencia entre
1477 y 1480. RUZAFA GARCÍA, M.: ob. cit. vol. 1, fols. 105 y 106.
40
DOUMERC, B.: Venise et l’emirat hafside de Tunis (1231-1535), Paris, 1999, p.
165.
41
Refugiado en Francia, bajo la protección de los Hospitalarios, este príncipe
pasaría luego a Roma, donde residió hasta su muerte, en 1495.
42 Cf. The Forgotten Frontier. A History of the Sixteenth-Century
Ibero-African Frontier,
43
Cf. “La prima spedizione otomana in Spagna (1487)”, 126-128 en particular.
44
Según advierte Geo Pistarino, que acepta la tesis de su compatriota. Cf. “Tra
la “Mappa per i sette mari” ed il “Libro della Marina” di Piri Reis”, Anuario
de Estudios Medievales (Barcelona) 20 (1990) 298 y 299.
45
Salvatore Bono escribe que fue en 1501 cuando los turcos atacaron por vez
primera las costas españolas. Cf. I corsari barbareschi , Turín, 1964, p.
138. El libro de Piri Reis, que contiene una descripción de casi todas las
costas mediterráneas, fue redactado en 1521 y revisado cinco años después.
Para el litoral ibérico, véase MANTRAN, R.: “La description des côtes de
l’Andalousie dans le “Kitab i-bahriye” de Piri Reis”, Actas del XII Congreso
de
46 SHAW, S.: History of the Ottoman Empire and
Modern
47
Sobre la falta de coincidencia entre las fuentes, véase su trabajo “La prima
spedizione otomana sulle coste della Spagna”, p. 172.
48
Cf. Documentos sobre las relaciones internacionales..., vol. 3, Barcelona,
1951, p. 140. Ver, asimismo, la carta que envía al maestre de Rodas el 20 de
septiembre de 1488. Ibidem, p. 148.
49
(C)OLECCIÓN (D)OCUMENTOS (I)NÉDITOS, vol. 51, p. 81.
50
Cf. Documentos sobre las relaciones internacionales..., vol. 4, Barcelona,
1962, pp. 416 y 417.
51 MEYERSON, M. D.: ob. cit., p. 67.
52
En la “data” del pagador Juan de
53
Cf. Documentos sobre las relaciones internacionales..., vol. 4, p. 507.
54
Ibidem , pp. 558 y 559.
55
Coincidiendo con la marcha al exilio de Boabdil en octubre de 1493, Hernando
de Zafra menciona en una de sus cartas a los reyes la salida, para Turquía,
de una carraca con 270 granadinos a bordo. Cf.
CODOIN
vol. 11, pp. 554 y 555.
56
Los monarcas le responden el 26 de abril: “En lo que desys del corsario turco
e de las fustas e galeras que vos han dicho que tyenen armadas, brevemente
plasyendo a Dios mandaremos dar orden en el armada”. A.G.S. Cámara de
Castilla. Libro 2-2º de Cédulas, fol. 177 recto.
57
MARENGO, E.: “Genova e Tunisi, 1388-
58
Según un aviso procedente de Ibiza, recibido en Valencia el 4 de septiembre
de 1498. DÍAZ BORRÁS, A.: “L’estudi de la piratería a través dels avisaments
costaners. Replegament cristià i setge islàmic a
59
LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E.: “Granada y el Magreb: la emigración andalusí
(1485-1516)”,en GARCÍA ARENAL, M. y VIGUERA, M.ª J. (Eds.): Relaciones de
60
Ibidem, pp. 432-436; el caso de Belerin, en LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E.:
“La “conversión general” en el obispado de Málaga (1500-1501)”, Chronica Nova
(Granada)21 (1993-1994) 223-227.
61
El autor incluye una versión árabe del poema y su traducción al inglés. Cf. “A Curious Morisco Appeal to the ottoman
Empire”, Al Andalus (Madrid-Granada) XXI- 1 y 2 (1966) 281-303.
62 VAN KONINGSVELD, P. S. y WIEGERS, G. A.: “An
Appeal of the Moriscos to the Mamluk sultan and its counterpart to the
ottoman court: textual analysis, context and wider historical background”, Al
Qantara (
63
La versión española, de M. García Arenal, dice: “Ya que el lugar de origen de
la religión cristiana está bajo su dominio, pues de allí se extendió a todas
las regiones”. Cf. Los moriscos, Madrid, 1975, p. 39.
64
Hipótesis que planteo en mis trabajos “Granada y los turcos otomanos,
1432-1516, p. 195; “El Islam y la caída de Granada”, pp. 1570 y 1571.
65
Recordemos que Pedro Mártir de Angleria califica a los mamelucos como
bárbaros “que contra la voluntad de todos los cristianos ocupan lo que fue
cuna de nuestra religión”. Infra nº 77, p. 102.
66
Supra nº 62, pp. 185 y 186.
67
Cf. “Historia del rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada”,
B.A.E. (Madrid) XX-1 (1946) 156.
68
Cf. “La “conversión general” en el obispado de Málaga”, pp. 212-214
70
El 24 de abril la reina ordena a su tesorero Gonzalo de Baeza que proporcione
a estos frailes el dinero necesario para el viaje de vuelta. Véase documento
2 del apéndice.
71
Véanse las cartas que remite el 30 de junio al cardenal de Santa Cruz y a
Pedro Fajardo en
“Epistolario
de Pedro Mártir de Angleria”, estudio y trad. De José López de Toro,
Documentos Inéditos para
72
La orden de pago de sus dietas en LADERO QUESADA, M. A.: Los mudéjares de
Castilla en tiempo de Isabel I , Valladolid, 1969, p. 351.
73
Esto fue lo que sucedió, precisamente, con las autoridades y notables de
muchos lugares, que recibieron franquicias fiscales y otros privilegios antes
de convertirse. Ibidem , pp. 356-368.
74
Cf. Documentos sobre las relaciones internacionales, vol. 6 , Barcelona,
1966, pp. 268 y 269. No mentía el rey al afirmar que aun quedaban musulmanes
en Granada: entre 1503 y 1506 se bautizaron personas en la ciudad y
75
Supra nº 71, epístola 224.
76
Cf. I Diarii di Marino Sanuto,vol. IV, cura di N. Barozzi, Venecia, 1880,
col. 146.
77
Cf. Una embajada de los Reyes Católicos a Egipto (según la “Legatio
Babilonica” y el “OpusEpistolarum” de Pedro Mártir de Angleria), traducción
prólogo y notas de Luis García García, Valladolid, 1947.
78
Pedro Mártir dice que estaba circuncidado. Sobre la carrera de este
funcionario del régimen mameluco, véase WANSBROUGH, J.: “A Mamluk Ambassador
to Venice in 913/1507”, Bulletin of the School of Oriental and African
Studies (Londres)
79
Supra nº 77, pp. 149-163 de la versión latina; 150- 168 de la española.
80
Cf. Crónica de los Reyes Católicos vol. I , Ed. J. de M. Carriazo, Sevilla,
1951, pp. 267-273.
81
Ibidem, p. 273. No parece que la suerte de los dimmíes haya sido un motivo de
preocupación en las relaciones con Egipto. Supra nº 32.
83
MEYERSON, M. D.: ob. cit., pp. 90-92.
84
Ver documento nº 4 del apéndice documental.
85
GARCÍA ORO, J.: “Fray Mauro Hispano O.F.M. (1504-1506): un portavoz del
“Soldán de Babilonia” en Europa”, Homenaje al profesor Darío Cabanelas
O.F.M., con motivo de su LXX aniversario, vol. II, Granada, 1987, pp.
345-354. La respuesta manuelina nos trae a la memoria algunos de los
argumentos esgrimidos, años antes, por Alonso de Palencia. Supra nº 31.
86
DÍAZ BORRÁS, A.: ob. cit., 286.
87
Supra nº 76, col. 113.
88 MEYERSON, M. D.: “The War against Islam and the
Muslims at Home: The Mudejar Predicament in the
89
SHAW, S.: ob. cit. , I, p. 76.
90
Sin olvidar el precedente de Melilla, conquistada en 1497.
91
DÍAZ BORRÁS, A.: ob. cit., 288-291.
92
Cf. Epistolario del conde de Tendilla (1504-1506), vol. 1 , Ed. M. J. Osorio
y Amparo Moreno; Estudio de J. Szmolka, Granada, 1996, p.193.Dos meses más
tarde , las mismas fustas, probablemente, se dejaban ver en aguas de Málaga.
Supra, 288.
93
Estos turcos “cuido ser dos primeiros que ao reino de Fez vierâo e os
primeiros que eu em Arzila vi”. Cf. Anais de Arzila. Crónica Inèdita do
seculo XVI por Bernardo Rodrígues, vol. II, Ed. David Lopes, Lisboa, 1919,
pp. 49-51.
94
Sería antes de la muerte de Kemal Reis, en 1511. MASALA, A.: “La prima
spedizione otomana”, pp.
132
y 133.
95
HAEDO, Diego de: Topografía e historia general de Argel, vol. I , Madrid,
1927, pp. 215 y 216.
96
Cf. The Forgotten Frontier, p. 61.
97
La obra, que fue traducida al español en 1578, está a caballo entre la
historia y la novela; su estilo oscila entre la literatura oral y las formas
cultas de la historiografía. GALLOTA, A.: “Le Gazavat di Hayreddin
Barbarrosa”, Studi Magrebini (Nápoles) 3 (1970) 80. Además, infra nº 106.
98
Fue el rey de Bujía quien pidió ayuda para recuperar la plaza. HAEDO, D. de:
ob. cit. , I, pp. 220222; también KARRAY, K.: “La course maghrebine et les
pouvoirs locaux avant Lepante”, VIII Jornades d’Estudis Històrics Locals: el
comerç alternatiu. Corsarisme i contraband (ss. XV-XVIII), Mallorca, 1990,
pp. 125 y 126.
99
Supra nº 92. Sobre las actividades de este alfaqueque, LÓPEZ DE COCA
CASTAÑER, J. E.:
“Andalucía
y el norte de África: la redención de cautivos a fines de
100
Pedro de Medina, cronista de la casa ducal, fue testigo presencial de los
hechos. Cuenta que desembarcaron doscientos hombres, los cuales, con las
banderas desplegadas, irrumpieron en Conil. No era éste el estilo habitual de
los corsarios andalusíes y norteafricanos. Cf. “Crónica de los duques de
Medina Sidonia”, CODOIN t. XXXIX , Madrid, 1861, lib. VIII, cap. XI.
101
También afirma que en Conil apenas hubo resistencia. CORTE-REAL,
Manuel-Henrique: A feitoria portuguesa na Andaluzia (1500-1532) , Coimbra,
1967, p. 100.
102
Todas las cartas están datadas en Aranda de Duero. A.G.S. Cámara de Castilla,
libro 255, fols. 6870 vº.
103
Carta al concejo de Úbeda (12/agosto/1515) ordenando que estén preparados
para partir, en PORRAS ARBOLEDAS, P.: “Documentos cristianos sobre mudéjares
de Andalucía en los siglos XV y XVI”, Anaquel de Estudios Árabes (Madrid) III
(1992) doc. 17. Otra similar para el concejo de Murcia, firmada el 13 de
agosto, lo mismo que la instrucción remitida al marqués de Mondéjar, en LÓPEZ
DE COCA, J. E.: “Granada y los turcos otomanos”, docs 3 y 1 del apéndice
documental.
104
Los detalles en MENESES GARCÍA, E.: “Luis Hurtado de Mendoza, marqués de
Mondéjar (14891522)”, Hispania (Madrid) 134 (1976) 556-559.
105
LÓPEZ DE COCA, J. E.: ob. cit., doc. 2 del apéndice.
106
Cf. La vida, y historia de Hayradin, llamado Barbarroja. Gazavat-I Hayreddin
Pasa (La crónica del guerrero de la fe Hayreddin Barbarroja), Ed. M. A. de
Bunes y E. Sola, Granada, 1997, p. 43; además, pp. 69 y 80-81.Ver, también,
HESS, A. C.: ob. cit., pp. 137 y 138.
107
Como ha observado KARRAY, K.: ob. cit., 119.
108 Cf. “An Appeal of the Moriscos”, 178 y 186.
109
LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E.: “La emigración mudéjar al reino de Granada en
tiempo de los Reyes Católicos”, En
110 Supra nº
68.
|
Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.
Esperamos sus aportes.