Sheij
Al Buti y Bertolt Brecht
Por: Mikail Alvarez Ruiz
Un
famoso texto de Martin Niemöller, generalmente y de forma errónea atribuido a
Bertolt Brecht, dice así:
“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio, porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé
silencio, porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié
palabra, porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mi, no había nadie
más que pudiera protestar”.
El
reciente asesinato del sheij Muhammad Sa'id Ramadan al Buti, junto a otros más
de cuarenta musulmanes en la mezquita Al Imam de Damasco mientras impartía una
de sus habituales clases, parece haber despertado como una bofetada a algunos
musulmanes sunnis ante una realidad que querían ignorar y que desgraciadamente
padece el Islam desde hace ya muchos años, y que no es otra que el terrorismo
wahabo-salafi que asola muchos rincones de la Ummah.
La
muerte del sheij Al Buti y de sus compañeros de martirio no es la primera de
musulmanes sunnis a manos de esos criminales, ni mucho menos, ni siquiera se
trata del asesinato del primer sheij, pero tal vez sí se trata de la figura más
prominente en el mundo sunni tradicional que ha caído a manos de los asesinos
takfiristas wahabo-salafis, que actualmente tienen a Siria como uno de sus
principales centros de actuación, sin olvidar nunca a Iraq o Pakistán.
Todos
estos años de terror wahabo-salafista ha contado con la indiferencia, cuando no
la complicidad por acción u omisión, de la mayoría de los dirigentes y
población sunni, ya que, generalmente, las víctimas de los asesinos
wahabo-salafis son shi’as y sus iras, además de sobre los shi’as, solían
dirigirse contra sufis, cristianos a cualquier otro grupo “desviado”,
considerando estos sunnis que la historia no iba con ellos, no les afectaba.
Precisamente
sheij Al Buti fue una de la pocas figuras destacadas en el mundo sunni
tradicional que venía alertando a su comunidad, de manera clara, sobre el
peligro que para el propio Islam sunni representa la ideología wahabo-salafi, y
que abiertamente denunció este terrorismo como real perversión del verdadero
concepto del yihad en el Islam.
En
Siria, entre los sheij sunnis, al sheij Al Buti antecedieron en el martirio a
manos de los criminales wahabo-salafis personalidades tales como el sheij
Hassan Bertawy, el sheij Abdul Latiff Ash Shami, el sheij Muhammad Ahmad Awf As
Sadiq, el sheij Adnan Saab o el sheij Abdullah As Saleh, además de centenares
de otros musulmanes sunnis (y por supuesto también varios sheij shi’as, sheij
alawis o sacerdotes cristianos, además de población de esas mismas creencias).
El “delito” de todos ellos es común; no ceder ante el totalitarismo
wahabo-salafi.
Siria
es el primer caso donde el terror wahabo-salafi se ha extendido profusamente a
la población sunni y a sus dirigentes, si bien abiertamente en las soflamas de
los líderes de estos terroristas no se reconoce tal hecho. Ellos califican a
todas sus víctimas por igual de “herejes, shi’as o infieles”, arrogándose -al
igual que hicieron sus antepasados jariyitas- el derecho a decidir quien es o
no musulmán, y lo que es peor, a disponer de la vida y los bienes de quienes
ellos consideren fuera del Islam.
La
protección mediática que estos grupos tienen (además de la política y
económica) como fieles servidores de los intereses imperiales
americano-sionistas, de los que sus patrocinadores árabes son unos meros
esbirros, ha hecho que la población sunni no fuese consciente del peligro que
para ellos mismos representa esta ideología. Si bien su prédica sistemática
fuera de la península arábiga comenzó en los años 60, fue especialmente tras el
triunfo de la Revolución Islámica en Irán cuando esta se promovió intensamente
como intento de vacuna frente a unas “ideas peligrosas”, poco convenientes para
la monarquía saudí y sus satélites del Golfo, y mucho menos para sus amos
americano-sionistas. Así, miles le libros wahabo-salafis fueron inundando los
estantes de las librerías árabes, y cientos de “ulamas” formados en los centros
de adoctrinamiento saudíes se colocaron al frente de innumerables mezquitas en
todo el mundo, después, Internet y la televisión por satélite completaron la
trama “cultural”, y así, poco a poco, sin los afectados darse cuenta, el Islam
sunni tradicional fue desapareciendo lenta, pero inexorablemente, de la vida de
buena parte de la población sunni, adoptándose en su lugar formas y pensamientos
que nada tenían que ver con la tradición islámica de sus países, aún sin estos
reconocerse ni como wahabis ni como sálalfis.
Más
tarde, tras el extraño atentado del 11 de Septiembre de 2001, los EE.UU.
desencadenaron una serie de acciones con el fin de hacerse con un mayor control
del oriente islámico, plan, para cuyo desempeño, fue fundamental la aparición
de un nuevo elemento en la geopolítica occidental, el “terrorismo islámico”,
tanto para su utilización mediática como fomentador de islamofobia en occidente
con la que enmascarar esos planes imperiales ante su población, a través de
atentados contra intereses o ciudadanos occidentales como los de EE.UU. España,
Reino Unido, Marruecos o Bali, bien para utilizarlo como elemento de choque
contra gobiernos a los que los EE.UU. quisieran doblegar o controlar, como
cuando comprendieron que no podrían dirigir el futuro de Iraq a su antojo tal
como ellos habían diseñado, o cuando, más recientemente han querido derrocar a
gobiernos como el libio y ahora el sirio (sin olvidar las acciones de estos
grupos en diferentes lugares del Cáucaso o África, siempre paralelas a los
intereses occidentales).
Para
todos estos papeles ha sido, y es, fundamental la presencia de las hordas de
fanáticos que poco a poco fueron formándose años atrás bajo la tutela saudí. La
verborrea de estos grupos wahabo-salafis está repleta de llamadas contra los
infieles, los herejes, y contra todo bicho viviente (menos sus padrinos del
Golfo), pero sus acciones curiosamente siempre han ido dirigidas contra los
musulmanes, bien directamente contra sus personas en la mayoría de los casos,
bien contra la reputación del Islam. Sin embargo, todo el aparato mediático
“árabe” ha ido encaminado a presentar a estos individuos como verdaderos
luchadores de la pureza del Islam frente a los herejes y deformadores; sin
ninguna demostración, sin ninguna prueba, a pesar de lo que sus acciones o sus
omisiones (por ejemplo, jamás han estado estos grupos wahabo-salafis en la
lucha contra los sionistas en Palestina) dicen.
Y
esto poco a poco ha ido calando en el subconsciente de la mayoría de la
población sunni, “a fin de cuentas son enemigos de los shi’as, que no se que
son, pero que me ha dicho que son gente muy, muy, pero que muy mala”, y miraban
para otro lado mientras se entretenían viendo alguna infumable película
egipcia, o mirándose al ombligo, o mientras se ocupaban en controlar los litros
de agua que cada uno gasta en el wudu para ver lo correcto de su salat (en
actitud, por otra parte, absolutamente wahabi).
Considerar
que el atentado contra el sheij Al Buti, o los habidos contra otros líderes
religiosos, o población civil en Siria, Iraq, Pakistán o cualquier otro lugar,
es simplemente obra de un “loco”, es querer seguir negando la realidad. Cuando
este tipo de acciones se dice que es obra de “un loco”, nos referimos a una
acción individual, esporádica y espontánea, protagoniza por individuos
realmente sicóticos (por ejemplo las típicas matanzas en EE.UU. o la matanza de
Noruega en 2011). Pero cuando se nos presenta la realidad del terrorismo
wahabo-salafi estamos ante una estrategia premeditada, que independientemente
de la capacidad mental del fanático que ejecuta cada uno de los crímenes, estos
responden a un plan y una organización que busca unos fines determinados (que
por supuesto van en contra los intereses de los musulmanes, sean estos sunnis,
shi’as o sufis).
Lejos
de intentar minimizar estos crímenes como obra de meros “locos”, habría que ser
valientes e ir directamente al fondo llamando a las cosas por su nombre. Estos
crímenes forman parte de un plan de los enemigos del Islam (de dentro y de
fuera) para destruirlo desde su propio interior promoviendo la confrontación
sectaria entre los musulmanes. Estos crímenes están alentados y amparados por
una ideología muy concreta y determinada, que llámese wahabi, llámese sálafi,
llámese yihadista, llámese como se quiera llamar, es una misma ideología
perversa y destructora, que nada tiene que ver con la santidad, ni la pureza,
ni ninguno de los atributos que ellos mismos se arrogan. Y esta ideología es lo
que hay que denunciar sin ningún tipo de ambages.
Se
dice en esta tierra que nunca es tarde si la dicha es buena. Ojalá que la
muerte de sheij Al Buti sirva al menos para que esa bofetada despierte
realmente aunque sólo sea a una parte de la población sunni hasta ahora
adormecida, y no quede todo en un simple cambio de postura para continuar el
plácido sueño tras la picadura del mosquito.
Insha
Allah la muerte del sheij Al Buti sirva para que al menos una parte de la
población sunni tome conciencia de la realidad, y cuando llegue el día que
vayan a por ellos, al menos siga quedando alguien que pueda levantar la voz
frente al totalitarismo wahabo-salafi.