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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

jueves, agosto 21, 2008

Conflicto en Georgia


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Hemos seguido las últimas semanas los acontecimientos que se vienen desarrollando en Georgia, reconstruyendo con informaciones varias el papel que juega la entidad sionista en los mismos y lo que implica en el escenario internacional la acción rusa ante los intentos de expansión de las áreas en las que Estados Unidos ejerce su hegemonía. Sin embargo, una vez más, hemos decidido reproducir el siguiente artículo de Gelman publicado el día jueves 21 de agosto en el diario argentino Página 12, pues la claridad del mismo nos parece sumamente valiosa a la hora de aproximarnos a este conflicto. Esperamos que sea de utilidad.
Husain ‘Ali Molina
¿Qué pasó, qué pasará?
Por Juan Gelman
Hay muchos puntos oscuros en el conflicto ruso-georgiano, pero algunos están claros. Georgia atacó a Osetia del Sur y prácticamente destruyó la capital, Tsjinvali. Zonas residenciales, la universidad, los hospitales, fueron barridos con el resultado de 1500 civiles osetios muertos, según fuentes rusas y occidentales. “El bombardeo de la fuerza aérea y de la artillería dejó a la capital sin agua, alimentos, electricidad y gas” (AP, 9-8-08). La respuesta rusa fue aplastante y también eso está claro. Lo oscuro es por qué Tiflis, amiguísima de la Casa Blanca y viceversa, emprendió una aventura condenada al fracaso de antemano.
Georgia es una avanzada militar de EE.UU. y la OTAN en la frontera con Rusia y no se encuentra lejos del conflicto que arde en Asia Central. No sólo: Osetia del Sur es la encrucijada de oleoductos y gasoductos estratégicos para Occidente. En abril pasado, W. Bush apoyó en todos los tonos el pedido de Georgia de ingresar en la OTAN, no sin cierta inquietud de los europeos. No obstante, la OTAN prometió enviar asesores militares en diciembre próximo. Se adelantó el Pentágono: en julio instaló más de mil marines y soldados en la base militar georgiana de Vaziani, en la frontera con Osetia del Sur, para adiestrar a las tropas georgianas en misiones de combate. Efectivos estadounidenses –1200– y georgianos –800– efectuaron maniobras conjuntas a mediados de julio en un operativo bautizado “Respuesta inmediata”. El ataque fue en agosto. Rara coincidencia, ¿verdad?
Georgia incrementó notoriamente su capacidad militar en el 2007. El Ministerio de Defensa de la Federación Rusa asentó en el documento titulado “Sobre la ayuda militar a Georgia de otros países” (blog.wired.com/defense, 19-5-08) que Tiflis había recibido “206 tanques, de los que 175 fueron proporcionados por los estados de la OTAN, 186 vehículos blindados (126 de la OTAN), 79 cañones (67 de la OTAN), 15 helicópteros (12 de la OTAN), 70 morteros, diez sistemas de misiles tierra-aire, ocho aviones de reconocimiento sin piloto de Israel y otras armas”. No es difícil colegir que la acción fue preparada y coordinada por militares estadounidenses y otaneros. También israelíes: el diario Ha’aretz, de Tel Aviv, informó que Temur Yakobashili, ministro georgiano de Asuntos de Reintegración (de las repúblicas autónomas de Abjasia y Osetia, territorios que alguna vez fueron de Georgia) declaró que “Israel debería sentirse orgulloso de sus militares, que entrenaron a los soldados georgianos”. Esto sugeriría que el tablero de juego es mucho más amplio que Osetia del Sur.
Georgia no forma parte de la OTAN. Oficialmente. De hecho, sí: en abril de 1999 acordó, apenas finalizada la guerra en Yugoslavia, una alianza militar con la OTAN y desde entonces Tiflis ha recibido un incesante flujo de armas de técnica avanzada. Este acuerdo sirve para proteger los intereses de los gigantes petroleros en Medio Oriente y Asia Central. Israel, por su parte, está asociado a la explotación del ducto Bakú-Tiflis-Ceyhan, controlado por la British Petroleum, que transporta petróleo y gas natural de Azerbaiján: recibe por ese medio más del 20 por ciento del oro negro que necesita. Este ducto ha cambiado la geopolítica de la región y fundado un nuevo bloque prooccidental que integran Azerbaiján, Georgia, Turquía e Israel. Ahí no terminan las aspiraciones israelíes en la materia.
Tel Aviv no sólo quiere energéticos para su propio consumo: también aspira a reexportar el petróleo del Caspio a los mercados asiáticos vía el puerto de Eliat y negocia con Turquía la construcción de ductos que transportarán agua, electricidad, gas natural y “petróleo que Israel destinará luego al Lejano Oriente” (www.jpost.com/serviet), desempeñando así un papel estratégico en la protección de esa red. Se explica que destine ayuda militar y entrenamiento a Georgia y Azerbaiján. Y luego, qué más cerquita queda Irán.
¿Qué habría perseguido EE.UU. al alentar al ataque georgiano, sabiendo cómo reaccionaría Rusia y que no tendría futuro? ¿Fue un “juego de guerra”, como sus militares acostumbran a planear? ¿Busca Occidente crear un duro enfrentamiento, no necesariamente militar por ahora, con Rusia? Es el incidente más grave que los enfrenta desde la crisis de los misiles en Cuba de 1962. Moscú declaró que sus barcos de guerra no bloquearán los buques-tanque petroleros que parten del puerto georgiano de Poti en el Mar Negro, pero que se reserva el derecho de registrar todas las naves que van y vienen para impedir que Tiflis reciba armamento por mar. Los rusos hundieron ya una embarcación georgiana dotada de misiles que pretendía atacarlos (www.counterpunch.org, 12-8-08). Esto recién comienza.