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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

jueves, septiembre 29, 2011

La impostura de Elie Wiesel



La impostura de Elie Wiesel
José Steinsleger
En enero de 1945, poco antes de ser liberado por el Ejército Rojo, los nazis evacuaron el complejo de campos de exterminio de Auschwitz (Polonia). Varios miles de sobrevivientes fueron trasladados al campo de Buchenwald, en territorio alemán.
Buchenwald fue liberado el 11 de abril por las tropas del general Dwight Eisenhower. Estremecido por lo que vio, Eisenhower pidió tomar fotos del lugar a todos los soldados que dispusieran de una cámara. Acervo documental que, durante muchos años, durmió en los archivos militares estadunidenses.
Una de las fotos más desoladoras, tomada por el ignoto soldado Henri Miller, fue publicada por The New York Times (NYT) a inicios de 1986. La imagen muestra a un grupo de jóvenes famélicos acostados en literas que miran con estupor a la cámara. El escritor Elie Wiesel (1928) declaró entonces que él era uno de aquellos jóvenes.
Por sus libros acerca del genocidio cometido por los nazis, Wiesel ganó el Nobel de la Paz 1986. Pero, simultáneamente, otro joven que aparece en la fotografía, Miklos Grüner, fue reconocido por un hermano mayor que residía en Suecia. Miklos vivía en Australia, y un periódico del país escandinavo lo invitó para reunirse en Estocolmo "con su amigo Elie Wiesel".
Miklos respondió diciendo que no conocía a ningún Elie. "En Buchenwald, mi amigo se llamaba Lazar Wiesel. Yo tenía 15 años, él era 11 años mayor y junto con su hermano Abraham cuidó de mí. Los Wiesel provenían de Hungría. Toda la familia era amiga de mi padre". Miklos recordó, incluso, el número tatuado por los verdugos en el brazo de Lazar: A-7713.
Ganado por la emoción y el paso de los años, Miklos olvidó la confusión. Y pensando que se encontraría con Lazar, aceptó la invitación. El 14 de diciembre de 1986 viajó a Estocolmo y, al salir de la manga del avión, el laureado Elie Wiesel lo abrazó en medio de aplausos, luces, flashes y cámaras de televisión.
Miklos le preguntó en húngaro: "¿Cómo está Lazar?" El Nobel se hizo el sueco y, sonriente, saludó a las cámaras. Elie le entregó su novela La noche (10 millones de ejemplares vendidos) y se marchó seguido de un rebaño de periodistas y fotógrafos. Ahí terminó todo. Miklos declaró a los medios que el Nobel no era su amigo Lazar, y que en la familia Wiesel no figuraba Elie alguno.
Con un gigantesco signo de interrogación sobre su cabeza, Miklos se regresó a su hogar australiano. Y lo primero que hizo al llegar fue releer las páginas de A Világ Hallgat (El silencio del mundo, Budapest, 1955), escrito por su amigo Lazar. Obra que Elie rescribió, acortó y publicó en francés, La nuit (La noche, París, 1958), con el apoyo de Francois Mauriac.
La denuncia de Miklos se estrelló contra la densa y poderosa malla de acero tejida por Elie Wiesel en las filas del sionismo que, en automático, lo acusaron de "antisemita" y "judío que se odia a sí mismo". Y para su desgracia, sólo los neonazis y negacionistas del genocidio le dieron cuerda a sus denuncias, lo que ocasionó una confusión mayor.
No obstante, y tan sólo con atenernos a sus propias declaraciones, Elie Wiesel habría sido el único prisionero liberado dos veces en dos campos diferentes. En un discurso en el Club de la Prensa Nacional, en Washington DC, (reproducido por la Agencia Telegráfica Judía el 11 de abril de 1983), afirmó que él “…era uno de los supervivientes del campo de Dachau (Baviera), liberado por el ejército estadunidense”. Y el 4 de enero de 1987, recordó en las páginas del NYT: “…El día en que los soviéticos llegaron a Auschwitz”…
Amenazado de muerte, Miklos Gruner no se dejó intimidar. Interpuso sendas denuncias en la Real Academia Sueca de Ciencias, en la FBI, y probó que Elie Wiesel (inventor del término "holocausto") no figuraba en ninguna de las prolijas nóminas que los nazis llevaban en Auschwitz, Büchenwald, Dachau y otros campos de concentración. Y lo más infame: Elie Wiesel tampoco llevaba en el brazo izquierdo el tatuaje con el número A-7713. O sea, el de su amigo Lazar.
En La industria del Holocausto: reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío (Siglo XXI, Madrid, 2002), el escritor estadunidense Norman G. Finkelstein (hijo de sobrevivientes de Auschwitz) dedicó páginas demoledoras que con lujo de detalles desenmascararon el tenebroso perfil mitómano de Elie Wiesel.
Noam Chomsky, en su ensayo The fateful triangle (El triángulo fatídico”, Boston, 1983) sugirió que “…a estos defensores de Israel” sería más adecuado llamarlos "defensores de la degeneración moral y la destrucción definitiva de Israel".
Uno de esos adalides, al que deberíamos compadecer porque sufre depresión crónica, citó hace unos días a Elie Wiesel, al decir: "El odio destroza al odiado, pero destroza igualmente a quien odia". Faltó añadir que en Legends of our time (1968), el gran "humanista" y Nobel de la Paz escribió:
"Cada judío debería guardar, en algún lugar de su corazón, una zona para el odio, ese odio sano, varonil contra todo aquello que representa el alemán y que forma parte de la esencia de lo alemán. Todo lo demás sería traición a los muertos."
Fuente: www.jornada.unam.mx

martes, septiembre 27, 2011

El afán de ser alguien - R. Kusch



El afán de ser alguien
Rodolfo Kusch (1)
Al fin conseguí sustraerme de mis obligaciones. Es un día hermoso. Camino muchas cuadras. Es una de esas tardes en que uno se hace un balance favorable de su vida, y uno se siente relativamente conforme consigo mismo.
Pero he aquí que me topo con un amigo. Nos saludamos y él me estrecha las manos con cierto aire de triunfo. Al rato, sin embargo, me asalta un raro temor, porque me dirá lo bien que le va. Al fin viene la pregunta temible: “¿ y qué hacés?”. Realmente no sé qué decir. Tengo el presentimiento de que todo lo que hice de nada vale. Eso mismo que estaba pensando, mientras caminaba alegremente por la calle, no está de acuerdo con el traje que viste mi amigo. Entonces le miento: “estuve en Europa, ¿Sabés?”.
Mi amigo sonríe y me palmea la espalda condescendiente. ¿Se habrá dado cuenta de que le mentí? Tengo la impresión de llevar la mentira pintada en la cara. Me tiembla el labio.
Y viene otra pregunta. “¿Te recibiste?”. Inmediatamente contesto con aplomo: “Ah, sí”. Pero no fui más que hasta segundo año. El otro me palmea otra vez., mientras agrega con suficiencia: “Está bien, está bien. Hace tanto que no nos vemos”.
Al fin, comienza a hablar de sus cosas. Prácticamente me las tira encima. Hizo tantas, pero no puedo retribuirle el palmoteo. Fue práctico, hizo dinero, tiene un coche estacionado a la vuelta. En la compañía es todo un señor gerente. Maneja una gran empresa. Indudablemente es alguien.
Nos separamos y sentí amargura. En el cotejo que hicimos de las ganancias obtenidas en los últimos años, yo salí perdiendo. Él es alguien y yo soy un alguien menor que él. ¿Y qué valor tenía todo eso que pensé antes de encontrar a mi amigo, cuando recorría satisfecho las cuadras? Ya eso, pertenece a otro mundo. No puedo evitar cierto sentimiento de inferioridad, porque evidentemente en estos últimos años yo me dejé estar, en cambio él no hizo lo mismo y llegó a ser alguien. Antes yo me encontraba conmigo mismo, haciendo el balance con las cuatro cosas sagradas pa’ mí, diciéndome con satisfacción que todas ellas pa’ mi están bien, porque tuve que sacrificarme por ellas. Después ya se trataba de otra cosa. Intercedió un cotejo, en el cual mi amigo y yo poníamos sobre la balanza algunas cosas. Las mías eran pocas y perdí. Además si aquello se realizaba en el plano del pa’ mí, casi dentro de mí mismo, esto ya se efectuaba en el terreno de los otros. Evidentemente para los otros yo soy alguien o al menos debo serlo, y en cambio pa’ mí, simplemente aquí estoy. Puedo pasarme mucho tiempo sin esmerarme en ser alguien, siempre y cuando no me obsesiones la idea de que hay otros que me obliguen a ser alguien. Y ¿me interesa realmente ser alguien.
El idioma tiene cosas extrañas. Uno cree que existe una gramática que es enseñada por la maestra o el profesor y a la cual uno debe ajustarse. Está bien. Pero ¿por qué se da, sin embargo, el lunfardo, o por qué a través del tiempo fueron generándose ciertos términos? Es que el idioma refleja por una parte la cultura de alguien, en tanto cumple con los preceptos gramaticales, pero por otra parte denuncia también la libertad que uno asume, en tanto lo modifica, y le introduce eso que su propia vida exige. Y esto último es como afirmar la propia existencia, la vigencia de uno en medio de las cosas adquiridas. Decir querés, en vez de quieres, chamuyo en vez de conversación, trompa en vez de patrón, es una forma de aproximar las palabras a la propia intimidad, es como si uno pisoteara lo que le han concedido por tradición sólo para decir aquí estoy, y un estar aquí que resume todas las vicisitudes de mi vida en un momento dado en este mundo peculiar en que uno habita. En este sentido el idioma, y, más aun, la lengua cotidiana es como el residuo de esa lucha anónima por acomodarse o, también, resistirse a un estado de cosas. Una lengua es siempre el esquema de una sabiduría popular.
Porque ¿qué significado puede tener la existencia de los verbos estar y ser en el castellano, cuando los otros idiomas sólo cuentan con un solo verbo copulativo, ser? Quizás la aparición del verbo estar se debió a que, a fines de la Edad Media, ya había en España quien andaba por la calle, haciendo un balance de su vida modesta, y que, al encontrarse con un amigo, debía menospreciar aquello de lo cual se sentía satisfecho, y en cambio debía mentir algunas cosas para no perder la posibilidad de ser alguien ante el otro. Y eso es un ambiente donde se era hidalgo o no se era nadie. También entonces se debía esgrimir lo que se había adquirido. ¿Y cómo se era alguien? Pues teniendo cosas, títulos, beneficios, buena sangre o lo que fuera. Pero todo eso un poco por afuera, ya que por dentro apenas se estaba, nacido sin más en medio del mundo, sin tener nada que realmente le satisfaga.
Ser y estar lo usamos de la misma manera hoy en día. ¿Qué diferencia habría habido, si a mi amigo le hubiese afirmado enfáticamente soy empleado o si sólo hubiese afirmado estoy empleado? Parecen ser dos expresiones bien diversas. Soy empleado implica la existencia de una empresa, alguna jerarquía, cierta estabilidad, una abierta dedicación de mi parte a mi empleo, y además derechos gremiales, jubilaciones y, quizá, los beneficios de algún policlínico. Sólo se es empleado, en un ámbito estable, organizado, incólume, el cual me posibilita seguir trabajando hasta alcanzar la jubilación.
Pero si digo estoy empleado, ya quiero decir otra cosa. No le doy tanta importancia al empleo mismo, sino que sugiero cierta inestabilidad, cierto deseo de cambiar de ocupación, como si en el mundo en que estoy, yo ocupara una ubicación transitoria, hasta efímera, y me resignara a ello. Es algo así como estar en la vida, como solemos decir, y que supone estar expuestos a las vicisitudes que la vida trae consigo, y, en especial, a su sacrificio, con esa ida a la toldería y el retorno con las cosas sagradas pa’ mí.
Y es curioso, no podemos decir ser en la vida. ¿Será que eso de ser empleado, se hace a costa de la vida, como apartándose de ella? ¿Y esto mismo, en la misma dimensión que digo ser alguien? ¿Es que todo lo que se refiere al ser está armado, como vimos, y lo usamos como alejado de ese magma denso en el que precisamente me sentía sumergido cuando paseaba por las calles antes de encontrar a mi amigo, cuando sólo me dejaba estar, y navegaba sobre la vereda, y pensaba que al fin de cuentas algún fruto di en los últimos años?
Realmente se diría que eso de estar se vincula a una pura vida, esa que sentimos sin más, y que nunca logramos definir, porque al fin de cuentas se refiere a lago que simplemente es sagrado pa’ mí, con las cuatro cosas que alguna vez pude escamotear al mundo de los otros, los que hacen las cosas todas de la ciudad. Y en cambio ser alcanza apenas a vincularse con ese alguien que debemos esgrimir cuando nos topamos con un amigo, pero siempre refiriendo mi persona a otras cosas, esas que uno fue juntando en términos de propiedades: el coche, los libros publicados, la casa propia, la cuenta bancaria, el negocio o lo que fuera. Y todo eso con el sacrificio de armarse para la vida, con esa idea de un armarse en contra de la vida, sin diversiones, con el trabajo pesado de todos los días, tratando de no enredarse en cosas que le hagan perder el tiempo, siempre firme, como una roca, o, más bien, como una cosa. ¿Por qué? Pues porque ser alguien supone la solidez de un objeto, su misma neutralidad, y con esa fijeza del edificio o de la máquina, que siempre funciona bien, exactamente, armándose sin pestañear.
Son como dos modalidades o dos aspectos de uno mismo, dos posiciones que se implican. Siempre andamos por la calle haciendo un ligero balance de esa pura vida que llevamos encima, y que pa’ mí siempre es buena, en donde podemos estar alegres o tristes, donde sospechamos incluso que nos abocamos a un azar original, en donde puede alternar, como pensaban los indígenas, la maleza o el maíz o, en términos porteños, que uno la pegue o no, siempre sintiendo cierta falta de ubicación entre tantas cosas, y queriendo por eso mismo buscar siempre un lugar sagrado pa’ mí. Por otra parte, uno convertido en amigo de otro, pero esgrimiéndole a él las cosas que tiene, ara jugar a ser alguien, aunque sea mintiendo un viaje a Europa, o también esmerándose en hacer ese viaje para que nuestros amigos se muerdan los labios cuando se enteren.
Ya lo dice el diccionario. Ser se liga a servir, valer, poseer, dominar, origen. Para ser es preciso un andamio de cosas, empresas, conceptos, todo un armado perfectamente orgánico, porque, sino, ninguno será nadie. Estar, en cambio, se liga a situación, lugar, condición o modo, o sea a una falta de armado, apenas a una pura referencia al hecho simple de haber nacido, sin saber para qué, pero sintiendo una rara solidez en esto mismo, un misterio que tiene antiguas raíces.
Y ambos se excluyen. Quizá se vinculen como la copa de un árbol con sus raíces. Por una parte, uno es esa frondosa definición que hace de sí en el aire, y, por la otra, uno trata de palpar por debajo sus propias raíces que lo sostienen. Y nosotros, aquí queremos siempre hacer copas, como si hubiera árboles sin raíces, sólo para menearse a todos los vientos, saberlo todo, y vestir de todo. Y no sabemos que somos como los árboles de Macbeth, con un hombre detrás que nos mueve. Cuántas veces esgrimimos el arbustito que nos tocó llevar en la batalla, para asustar al enemigo. Pero no somos más que un hombre que sostiene el árbol, moviéndose siempre, sin saber dónde echar las raíces para justificar el arbustito.
¿Y todo esto es escandaloso? No lo es. Cuando un gran imperio sucumbía, en la historia, los hombres dejaban de ser alguien, para estar y nada más. (…) Aunque el verbo estar sea relativamente nuevo, la humanidad es muy vieja y siempre estuvo. Por eso estamos también en el café, a todo estar como en las pensiones, sin pensar en nada, sólo mirando por la ventana y viendo pasar a los prójimos, con su ser alguien a cuesta, casi como si quisieran ser eternos. Eternidad es una forma del ser, es cierto. Pero vida y muerte se dice con el verbo estar, y nunca con el ser. Soy alguien mientras estoy vivo, cuando pase a estar muerto, nadie seré, ni eterno siquiera. Por eso decimos lacónicamente con Gardel: pa’ mí que esto es el carnaval del mundo. ¿Será el carnaval de ser alguien? (…).
Pero quién acepta sin más esta verdad de que sólo está vivo. Aunque queda otra sospecha: ¿qué misterio hay en este estar que acaba con el ser pero que se mantiene pese a la vida y a la muerte cuando decimos estar vivo o estar muerto?
Fuente: Obras Completas de Rodolfo Kusch. (Tomo I). Ed. Ross. Rosario, febrero del 2000. Páginas 421-428.
(1) Günther Rodolfo Kusch
Nacido en Buenos Aires en 1922 y fallecido en la misma ciudad en 1979. De padres alemanes radicados en Argentina. Profesor de Filosofía por la Universidad de Buenos Aires en 1948. Ejerció una actividad técnica en la Dirección de Psicología Educacional y Orientación Profesional del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires en el ámbito de la sociología y la psico- y socioesdística y una amplia actividad docente en la Enseñanza Secundaria y sobre todo Superior en Universidades argentinas y bolivianas.
Realizó viajes de investigación y trabajos de campo en la zona del NO argentino y del altiplano boliviano; organizó Simposios, Seminarios y Jornadas Académicas sobre la temática americana ; participó entre otros eventos como miembro titular del XXXVII y XXXIX Congresos Internacionales de Americanistas, del II Congreso Nacional de Filosofía en Alta Gracia, Córdoba 6.1971 y de las Semanas Académicas en torno al pensamiento latinoamericano organizadas por la Universidad del Salvador, área San Miguel, 1970-1973; fue miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Escritores 1971-1973; integró el equipo argentino dirigido por J.C.Scannone sobre “Investigación filosófica de la sabiduría del pueblo argentino como lugar hermenéutico para una teoría de filosofía de la religión acerca de la relación entre religión y lenguaje” 1977-79.
Fue sobre todo autor de numerosas obras filosóficas y literarias, en las que transmitió lo que su gran sensibilidad poética y pensante le permitió captar de propio y valioso en América.

sábado, septiembre 24, 2011

Sobre la Sura Al Hamd (Ayatullah Jomeini)



INTERPRETACION DE LA SÛRAH AL-HAMD


Por: Aîatullah Ruhullah Jomeini



Se me ha pedido que diga algo sobre la exégesis de la sûrah Al-Hamd (capítulo I del Sagrado Corán). El hecho es que la exégesis del Corán no es algo que pueda ser encarado siempre convenientemente (por los responsables en la materia) como para que obtengamos los resultados adecuados. En cada período de la historia islámica los principales eruditos, tanto sunnitas como šî‘itas, han compilado una gran cantidad de libros sobre la materia. Pero cada estudioso ha escrito su libro desde el ángulo en el que estaba bien versado y ha interpretado solamente un aspecto del Corán. Incluso así y todo no se puede decir si ese aspecto ha sido abarcado en su totalidad.

Durante los pasados catorce siglos, gnósticos como Muhîuddîn Ibn al-‘Arabi, ‘Abdur Razzãq Kãšãni, Mulla Sultan ‘Alî, etc., han escrito excelentes comentarios sobre el Corán y abordaron el tema sobre el que se habían especializado. Pero lo que escribieron no es la exégesis del Corán. Lo más que se puede decir es que expusieron algunos aspectos del mismo. Lo mismo pasa con Tantãwi, Yawhari, Saîîd Qutb, etc.. Compilaron sus exégesis en distintos estilos, pero sus libros tampoco son la exégesis del Corán en todos los sentidos.

Existen otros interpretadores del Corán que no pertenecen a ninguno de los dos grupos mencionados. “Mayma‘ul Baîãn” del Šaîj Tabrasi es un comentario excelente y combina lo que han dicho las autoridades sunnitas y šî‘itas. Hay muchos otros comentarios, pero todos ellos cubren solamente ciertos aspectos del Corán, el cual no es un libro del que nosotros o cualquier otro pueda exponer todos sus aspectos. Algunas ciencias coránicas están más allá de nuestra comprensión. Solamente podemos comprender un ángulo o una forma del Corán. Los demás ángulos o formas tienen que ser explicados por los Imames (P), quienes fueron los reales expositores de las enseñanzas del Santo Profeta (BPD).

Durante parte del tiempo pasado han aparecido interpretadores del Corán totalmente ineptos para la tarea. Querían atribuir al Corán sus propios deseos y anhelos. Incluso, bastante sorprendentemente, algunos izquierdistas y comunistas pretendieron ser seguidores del Corán y mostraron interés en su interpretación. En realidad actuaron así solamente para promover sus designios malvados. De cualquier manera, esa gente no tenía nada que ver con el Corán, para no hablar ya de su interpretación. Lo que querían era pasar sus doctrinas bajo el nombre de enseñanzas del Islam.

Es por esto que digo que no tienen derecho a meterse en la explicación del Corán quienes no poseen suficiente conocimiento del Islam o los jóvenes que no están suficientemente imbuidos de los problemas islámicos. Pero si gente así, a pesar de todo, lo intenta por otros motivos, nuestros jóvenes deberían ignorar esas interpretaciones y no prestarles atención. El Islam no permite que cualquiera interprete el Corán de acuerdo a su opinión personal o juicio particular. Cualquiera que intenta imponer su propia opinión sobre el Corán es un materialista o alguien que quiere darle un determinado sentido espiritual a los versículos coránicos. En ambos casos se intenta hacer la interpretación de acuerdo a los propios deseos. Por lo tanto es necesario mantenerse alejado de ambos tipos de personas. En lo que al Corán concierne, nuestras manos están atadas. A nadie le está permitido atribuir su opinión al Corán y afirmar que el Corán dice lo que uno opina.

La interpretación que voy a dar es solamente una posible interpretación. Al explicar cualquier versículo coránico no afirmo que ese versículo significa solamente lo que yo digo. No doy nada por seguro. Insinúo solamente una posibilidad.

Como algunos señores me han pedido que diga algo sobre la exégesis coránica, he decidido hablar resumidamente una vez por semana acerca de la sûrah Al-Hamd. Quiero repetir una vez más que la interpretación que doy no es más que una posibilidad. Para nada quiero interpretar el Corán de acuerdo a mi propia opinión y deseo.

Es posible que bismillah (en el nombre de Dios) al comienzo de cada sûrah del Corán se refiera a los versículos que le siguen. Generalmente se dice que bismillah se refiere a un verbo sobreentendido (omitido), pero probablemente se refiera a la sûrah que le sigue. Por ejemplo, en la sûrah Al-Hamd se refiere a al-hamdu lillah. En este caso toda la sentencia significaría: con el nombre de Dios todas las alabanzas pertenecen a El. ¿Y qué significa un nombre?. Es una marca o signo. Cuando una persona da un nombre a otra persona o cosa, ese nombre sirve como un símbolo para el reconocimiento de esa persona o cosa. Si a una persona se la llama Zaîd, la gente la reconoce por ese nombre.

Los Nombres de Dios Son los Símbolos de Su “Persona”.

Cualquier pequeña información que el hombre pueda tener o recibir de la Existencia Divina, la puede adquirir por medio de Sus nombres. El ser humano no tiene acceso a Su “Persona” de otra manera. Incluso el Santo Profeta (BPD) no lo tenía, aunque él era el más docto y el más noble de todos los seres humanos. Nadie más que El puede conocer a El. Así el ser humano puede acceder a su conocimiento solamente por medio de los nombres Divinos, conocimiento que tiene varios grados. Algunos pueden ser comprendidos. Otros solamente pueden ser captados por el Santo Profeta (BPD) y algunos de sus seguidores elegidos.

Todo el Mundo es Un Nombre de Dios.

El mundo completo es un nombre de Dios, porque el nombre de una cosa es su signo o símbolo. Y como todas las cosas existentes son los signos de Dios, se puede decir que el mundo completo es Su nombre. Se puede decir también que muy pocas personas comprenden totalmente de qué manera las cosas existentes son los signos de Dios. La mayoría de la gente sabe, a lo sumo, que nada pasa a existir automáticamente. Nada de aquello cuya existencia es solamente posible, puede pasar a existir automáticamente.

Está claro intelectualmente, y todos lo saben intuitivamente, que cualquier cosa cuya existencia así como su no existencia es igualmente posible, no puede pasar a existir automáticamente, debiendo existir una fuerza externa que le dé existencia. La causa primera que produce la existencia de todas las posibles cosas existentes debe ser una existencia autoexistente y eterna. Si se supone que el espacio superior imaginario ha existido siempre, y debe ser imaginario porque es una nada, es posible en tal caso que no puede volverse automáticamente algo, ni que algo pueda pasar a existir en el mismo automáticamente. Hay gente que afirma que al comienzo todo el universo era un vacío infinito (aunque toda existencia infinita es cuestionable en sí misma) en el que ulteriormente apareció una suerte de vaho o vapor del cual se originó todo. Esto no resiste la razón, porque sin una causa externa no puede aparecer nada nuevo ni puede una cosa transformarse o cambiar en otra. Por ejemplo, el agua no se congela ni hierve sin una causa externa. Si su temperatura permanece constante y no se reduce a 0º C ni se eleva a 100º C, permanecerá siempre con su característica primera. En resumen, la existencia de una causa externa es esencial para todo cambio. De la misma manera, ninguna existencia que solamente es posible puede pasar a existir sin una causa externa. Estos hechos son verdades evidentes por sí mismos.

Todas las Cosas Existentes Son Un Signo de Dios.

Todos pueden comprender bastante fácilmente que todas las cosas existentes son un signo y un nombre de Dios. Podemos decir que todo el mundo es un nombre de Dios. Pero este nombre es distinto de los nombres dados a las cosas ordinarias. Por ejemplo, si queremos indicar a alguien una lámpara o un automóvil, mencionamos sus nombres respectivos. Lo mismo hacemos en el caso de una persona o de Zaîd. Pero evidentemente eso no es posible en el caso de la Existencia que posee cualidades sublimes infinitas.

Cualquier Cosa Que Es Finita Es Algo de Existencia Posible.

Si una cosa existente es finita, es una cosa existente posible. Como la existencia de Dios es infinita, evidentemente debería poseer todas las cualidades sublimes, porque si careciese siquiera de una cualidad se volvería finita, y por lo tanto una existencia posible. La diferencia entre un ente existente posible y un ente existente esencial es que éste último es infinito y absoluto en todo sentido. Si en una existencia no están todas las cualidades de manera sublime e infinita, la misma no será la existencia esencial y la fuente de toda existencia. Todas las cosas originadas en la fuente de toda existencia están dotadas con las cualidades poseídas por el Ser existente esencial, pero en una escala más pequeña y en grados variables. Lo que está dotado con estas cualidades en el mayor grado posible se llama el Gran Nombre o al-ism al-’azam.

¿Qué Es el Gran Nombre?

El Gran Nombre es ese nombre o signo que está dotado con una serie de cualidades Divinas en el grado más grande, más perfecto posible. Las demás existencias poseen también, en alguna medida, esas cualidades, de acuerdo a su naturaleza y capacidad. Incluso esas cosas materiales que nos parecen despojadas totalmente de conocimiento y facultades poseen algún grado de percepción y conocimiento.

Se sostiene generalmente que el Nombre Supremo es Allah (Dios), el cual es supremo porque está relacionado con la “Esencia” y todos los otros nombres están incluidos dentro de él.

Todas las Cosas Existentes Glorifican a Dios.

Es un hecho que las cualidades sublimes se reflejan también en las cosas que son inferiores al ser humano o al animal, como ser la cualidad de la percepción, aunque no las podamos captar mientras estamos velados. Dice el Corán: ...No hay nada que no celebre Sus alabanzas, pero no comprendéis su glorificación... (sûrah Al ’Isrã’ -El Viaje Nocturno-, 17:44).

Hubo gente que, sin embargo, consideró que las existencias materiales (denominadas inanimadas) no poseían ningún tipo de sensación interior, producto de una impresión material o de aprehensión de la realidad, y que por lo tanto expresaban a lo sumo una glorificación estática, es decir, sin mudanzas, por no decir insensible. Pero el versículo citado no indica eso. De acuerdo a una tradición, en una oportunidad la gente escuchó a los guijarros en la mano del Santo Profeta (BPD) alabando a Dios. Pudieron entender la alabanza de Dios por parte de las piedrecillas, pero para los oídos humanos esa alabanza era verdaderamente poco familiar. La alabanza se hacía en el lenguaje propio de las piedrecillas, no en el lenguaje humano. En consecuencia, está claro que los guijarros poseen percepción, aunque por supuesto, de acuerdo a su propia capacidad existencial. El ser humano, que se considera la fuente de todos los tipos de percepción, piensa que otras cosas están desprovistas de la misma, lo cual no es cierto, aunque sí es cierto que el ser humano tiene un grado de percepción más elevado. Cuando estamos velados somos inconscientes de la percepción que tienen otras cosas y de su alabanza de Dios y pensamos que eso no ocurre.

Son Muchas las Cosas que Desconocemos.

El ser humano piensa que muchas cosas no existen, pero eso se debe a que puede ser inconsciente de las mismas. Todos los días se hacen nuevos descubrimientos. Antes creíamos que las plantas eran objetos carentes de audición, pero ahora se dice que tienen un sistema auditivo. Se dice que si se ponen tejidos de un árbol en agua caliente y se transmite una voz a través de ellos, habrá una reacción y se escucharán palabras de respuesta. No sabemos hasta dónde es correcto este informe, pero es cierto que este mundo está lleno de voces y sonidos. Todo el mundo vive y todo es un nombre de Dios. Ustedes mismos son un nombre de Dios. Sus lenguas y manos son nombres de Dios.

Todos los Movimientos Son Nombres de Dios.

La alabanza que se hace de Dios es Su nombre. Cuando uno se dirige a la mezquita después de lavarse los pies, se va con el nombre de Dios. Nadie puede desprenderse del nombre de Dios porque uno mismo es Su nombre. La percusión del pulso, el latido del corazón y el golpe de viento, son todos nombres de Dios. Posiblemente esto es lo que se entiende por los nombres de Dios en el versículo de marras. En muchos otros versículos se ha usado la expresión Con el nombre de Dios. Como hemos dicho, cada cosa es el nombre de Dios y el nombre se ha desvanecido en el nombrado. Nosotros pensamos que tenemos una existencia independiente, pero en realidad no es así. Si ese Ser, que ha dado lugar a la existencia de todas las cosas por medio de Su voluntad o decisión y por medio del reflejo de la luz de Su gloria, retirase Su luz por un momento, todas las cosas existentes se verían inmediatamente aniquiladas y se retornaría al estado preexistente. Dios creó todo el mundo por medio de la luz de Su gloria, la cual es la naturaleza auténtica de la existencia y el nombre de Dios. Dice el Corán: Dios es la luz de los cielos y de la tierra (sûrah An Nûr -La Luz-, 24:35). Todas las cosas están iluminadas por Su luz. Todas las cosas han aparecido por la fuerza de Su luz. Lo aparecido es reflejo de Su luz. La aparición del ser humano también es Su luz. Por lo tanto el mismo ser humano es una luz. Los animales también son una luz de la gloria de Dios. La existencia de los cielos y de la tierra es una luz de Dios. Tan es así que la luz se ha disipado en Dios, que el Corán dice: Dios es la luz de los cielos y de la tierra. No se dice que los cielos y la tierra están iluminados por la luz de Dios. La razón es que los cielos y la tierra son una nada. En nuestro mundo nada tiene existencia independiente, por sí mismo. En otras palabras, aquí no hay nada autoexistente. En realidad, no hay ninguna otra existencia además de Dios. Es por eso que el Corán dice: Con el nombre de Dios toda alabanza pertenece a Dios (sûrah Al-Hamd -La Apertura-, 1:1-2). Con el nombre de Dios. Di: ‘El es Dios, Uno’ (sûrah Al ’Ijlãs -La Fe Pura-112:1). Posiblemente el Corán no pide que se pronuncien las palabras Con el Nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso. En realidad ello alude a un hecho. El pedir que se diga Con el nombre de Dios significa que lo que uno dice también es un nombre de Dios. El Corán ha dicho: Todo lo que está en los cielos y en la tierra Le glorifica. No dice que esa glorificación sea exclusivamente de las personas o animales que estén en los cielos o en la tierra. Por lo tanto significa que toda cosa animada o inanimada alaba y glorifica a Dios, porque todas son un reflejo de la luz de Su gloria y es ésta la que produce todos los movimientos, acciones o actividades.

Todo Lo Que Está en el Mundo Es Una Manifestación de Su Gloria.

La causa de todo lo que ocurre en el mundo es la manifestación de la gloria de Dios. Todo proviene de El y todo retorna a El. Ninguna criatura tiene nada propio. Si alguien reclama algo como propio, virtualmente quiere complementar la fuente de la luz Divina, mientras que, en realidad, ni su vida le pertenece. Los ojos que tenemos no son nuestros. Es la luz de la manifestación Divina la que los ha hecho existir. La alabanza de Dios que expresamos nosotros u otros, es un nombre Divino, o es debido a un nombre Divino. Es por eso que el Corán dice: Con el nombre de Dios toda alabanza pertenece a Dios.

La Palabra Allah (Dios) es Una Manifestación Abarcativa de la Gloria Divina.

Es una manifestación que incluye todas las manifestaciones. Los nombres de Dios, Rahmãn (el Compasivo) y Rahîm (el Misericordioso), son las manifestaciones de esta manifestación.

Debido a Su misericordia y benevolencia Dios ha concedido la subsistencia a las cosas existentes. Esto es una exhibición de misericordia y gracia. Incluso la subsistencia que confirió a las cosas dañinas y ofensivas es una muestra de Su favor, el cual es común a todas las cosas existentes. Esta es la manifestación de la gloria de Su nombre, Dios (Allah). Es una auténtica manifestación de Su gloria en todo sentido.

Dios (Allah) es una estación. Es un nombre abarcativo que, (repito), es en sí mismo una manifestación de Su gloria en todo sentido. Si dejamos a un lado Su “Esencia” o “Persona”, la Existencia Divina no tiene ningún nombre. Dios y sus nombres, incluidos “Allah”, “Rahmãn” y “Rahîm”, son solamente las manifestaciones de Su gloria. Sus nombres Rahmãn y Rahîm han sido agregados a Su nombre abarcativo -es decir, Allah, (Dios)- en el bismillah, porque significan Sus atributos autosustentados de misericordia, favor y compasión. Sus atributos de retribución o justicia, cólera, etc., están subordinados a los antes mencionados. La alabanza de cualquier tipo de excelencia es en realidad la alabanza de Dios. Cuando una persona come algo y expresa lo delicioso que es, alaba a Dios inconscientemente. Cuando alguien dice a otro que es educado, erudito o filósofo, alaba a Dios, porque nadie tiene nada propio. Los méritos que tenga son la manifestación de la gloria de Dios. Tanto la persona y el intelecto del individuo que comprende esto son también manifestaciones de la gloria de Dios.

Ninguna Alabanza Es Alabanza de Algún Otro.

Siempre que alabamos a alguien, decimos que tiene una o varias buenas cualidades. Como todas las cosas pertenecen a Dios, el encomio de cualquier mérito de cualquier persona o cosa se suma virtualmente a la alabanza de Dios. Como (normalmente) estamos velados, no nos damos cuenta de esta verdad y pensamos que estamos alabando a Zaîd o a Juan, al brillo del sol o la luz de la luna. Cuando se levanta el velo pasamos a saber que todas las alabanzas pertenecen solamente a Dios y que todas las cosas que nosotros alabamos no son más que una manifestación de la gloria de Dios.

Dice el Corán: Dios es la luz de los cielos y de la tierra. En otras palabras, cada existencia y cada cualidad sublime, dondequiera se pueda dar, es atribuible a Dios, Quien es la causa de todo el mundo y éste una manifestación de Su gloria. Las cosas que hacemos en realidad no son hechas por nosotros. Dirigiéndose al Santo Profeta (BPD) dice Dios en el Corán: ...Cuando tirabas, no eras tú quien tiraba, era Dios quien tiraba... (sûrah Al ’Anfãl -El Botín-, 8:17). Consideremos las expresiones cuando tirabas y no eras tú quien tiraba. Ambas son una manifestación de era Dios quien tiraba.

Hay otro versículo que dice: Los que te juran fidelidad, la juran, en realidad, a Dios... (sûrah Al Fath -La Victoria-, 48:10). Estando velados como lo estamos, no entendemos la verdad que estos versículos entrañan. En realidad, todos nosotros estamos velados, excepto el Santo Profeta (BPD), quien fue educado directamente por Dios, así como los Santos Imames (P) de la descendencia del Santo Profeta (BPD) que recibieron la preparación de él (BPD).

Por lo tanto, hay una posibilidad que la preposición bi y el nombre ism en bismillah, puedan estar relacionados a al-Hamdu, significando, Con el nombre de Dios todas las alabanzas Le pertenecen. Es una manifestación de la gloria de Dios que lleva toda alabanza a El y no permite que ninguna alabanza sea para cualquier otro que no sea Dios, porque por mucho que se intente no se encontrará ninguna otra existencia que El. Por lo tanto, cualquier alabanza que se exprese será una alabanza de Dios. Se puede advertir que la alabanza se hace siempre de cualidades positivas. Los defectos y errores, al ser cualidades negativas, no existen realmente. Todo lo que existe tiene dos aspectos. Lo alabado es siempre el aspecto positivo y siempre está libre de defectos y errores.

Existe solamente una excelencia y una belleza y esa es la excelencia y la belleza de Dios. Deberíamos intentar comprender esta verdad. Una vez que estemos convencidos de este hecho todas las cosas serán más fáciles. En realidad, es fácil reconocer algo verbalmente, pero es difícil autopersuadirse a creer algo, aunque sea algo firmemente racional.

Creer Algo Intelectualmente Es Una Cosa y Estar Convencido de Ello Es Otra.

Estar convencido de algo es distinto de creerlo intelectualmente debido a la existencia de algunos argumentos científicos que lo prueben. La impecabilidad de los Profetas se debió a sus firmes convicciones. Un hombre que está totalmente convencido de una verdad, no puede actuar contrariamente a su convicción. Si alguien tuviera la seguridad de que se encuentra una persona parada cerca de él con una espada en la mano y que dicha persona le mataría si pronunciara una sola palabra contra ella, nunca diría nada contra la misma porque su primera preocupación sería salvar la vida. En otras palabras, en lo que a esta cuestión concierne, actuaría como infalible. Una persona que está convencida que si calumnia a otra ausente su difamación asumirá la forma de un animal espantoso con una lengua larga que va del calumniador al calumniado, y que este animal lo destrozará, jamás se permitirá difamar a nadie. Si una persona estuviera segura que “la calumnia es el alimento de los perros del infierno” y que el calumniador sería incesantemente devorado por los mismos, nunca caería en dicha falta. Ocasionalmente nosotros difamamos, y ello se debe a que no estamos completamente seguros de la consecuencia de este mal hábito.

Las Acciones de los Seres Humanos Asumirán Formas Concretas.

Si una persona estuviese convencida que cualquier acción que realice se corporizará en el Más Allá -asumiendo las acciones buenas formas buenas y las acciones malas formas malas-, y que deberá dar cuenta de todo lo que hizo (en este mundo), nunca cometería una mala acción, ni siquiera por casualidad. No necesitamos seguir desarrollando este asunto. Es suficiente decir que todas las cosas serán reconocidas. Si una persona difamó a otra, será responsable de ello. Si una persona atormentó o hirió a un creyente, irá al Infierno. Las personas buenas irán al Paraíso. Uno debe estar completamente seguro y convencido de este procedimiento. No es suficiente leer la ley en los libros o entenderla racionalmente. El conocer y entender son totalmente diferentes de la sincera convicción de corazón. Por “corazón” doy a entender el corazón real, no un órgano del cuerpo.

El ser humano conoce y comprende una verdad a menudo, pero por no estar firmemente convencido de la misma no actúa de acuerdo a lo que la creencia en ella requiere. Actúa solamente cuando se encuentra total y firmemente convencido. Esta forma de convicción es lo que se llama “fe”. El simple hecho de conocer a un Profeta no sirve de nada. Lo beneficioso es tener fe en él. No es suficiente probar la existencia de Dios. Lo necesario es creer en El y obedecer Sus órdenes sinceramente. Con la fe auténtica todo se vuelve fácil.

Si un ser humano estuviese convencido que hay una Existencia que es la fuente de todo el mundo, que hay que ser responsable y que la muerte no será el fin sino solamente el paso a una etapa más perfecta, seguramente estaría a salvo de todos los errores y deslices. La cuestión es de qué manera se convence de eso. Ya he descrito un aspecto del versículo que dice Con el nombre de Dios todas las alabanzas Le pertenecen. Una vez más insisto en que lo que digo es solamente una posibilidad, no una interpretación definida del Corán. De cualquier manera, sugiere que una persona completamente convencida que todas las alabanzas pertenecen a El nunca podría tener ideas politeístas, porque sabría que toda alabanza a cualquier persona o cosa es realmente la alabanza a alguna manifestación de la gloria de Dios.

Cualquiera que intente componer, o componga, una oda en honor al Santo Profeta (BPD) o en honor al Imam ‘Alî (P), dedica esa oda a Dios, porque ambos no son sino una gran manifestación de Dios y por lo tanto su encomio es el encomio de Dios y de Su manifestación. Una persona que está convencida que todas las alabanzas pertenecen a Dios, nunca se permitirá la jactancia, la vanagloria y la autoalabanza. En realidad el ser humano cae en el engreimiento porque no se conoce a sí mismo. “Quien se conoce a sí mismo, conoce a Dios”, como dice un hadith (tradición).

Una persona conoce a Dios solamente cuando está firmemente convencida que ella misma no significa nada y que todas las cosas pertenecen solamente a Dios.

En realidad, no nos conocemos a nosotros mismos ni conocemos a Dios. No tenemos fe en nosotros mismos ni en Dios. No estamos seguros de que no somos nada ni de que todas las cosas pertenecen a Dios. En tanto no estemos seguros de estas cosas, todos los argumentos para demostrar la existencia de Dios sirven de poco, y todo lo que hacemos se basa en el egoísmo. Toda afirmación de liderazgo o caudillaje es el resultado de la vanidad personal y del engaño o engreimiento.

La Arrogancia Es la Causa de Todos los Problemas.

La mayoría de los problemas que enfrentan los seres humanos son el resultado de su vanidad y su orgullo hueco, sin sentido. El ser humano se ama y desea ser admirado por otros. Pero eso es un error. No se da cuenta que él mismo no es nada y que él mismo es la propiedad de otro Ser. La arrogancia del ser humano y su amor por el poder son la causa de la mayoría de sus problemas, vicios y pecados, los cuales lo arruinan y lo arrastran al Infierno. Debido al egoísmo el ser humano quiere controlar todas las cosas y se convierte en enemigo de otros a quienes, correcta o incorrectamente, los considera un obstáculo en su camino. En este sentido no conoce límites y eso es la causa de todos sus problemas, desgracias y calamidades.

Todas las Alabanzas Pertenecen a Dios.

Parece que el Libro de Dios comienza con la cuestión que incluye todas las proposiciones. Cuando Dios dice Todas las alabanzas pertenecen a Dios, sentimos que ante nuestros ojos se presentan muchas cuestiones o asuntos.

El Corán no dice que algunas alabanzas pertenecen a Dios. Esto significa que si alguien dice a otra persona: “Se que Dios es Todopoderoso y Omnipotente, pero así y todo te alabo a ti y no a Dios”, incluso entonces esa alabanza será para Dios porque todas las alabanzas son alabanzas de Dios.

El Corán dice: Todas las alabanzas pertenecen a Dios. Esto significa que todo tipo de alabanzas en todas las condiciones Le pertenecen. Este versículo breve resuelve muchos problemas. Es suficiente para limpiar el corazón del ser humano de la impureza de todo tipo de politeísmo, siempre y cuando esté completamente convencido de su verdad. El que dice que nunca cometió ningún tipo de politeísmo lo dice porque intuitivamente descubrió está verdad y la ha hecho suya mentalmente. Este estado de convicción no puede asegurarse por medio de ningún argumento, lo cual no significa que los argumentos no sirven para nada. También son necesarios. Pero son solamente un medio para comprender la cuestión del monoteísmo de Dios de acuerdo a la capacidad intelectual de uno. Creer en esto es el paso siguiente.

El Razonamiento Filosófico No Es Muy Efectivo.

La filosofía es un medio, no un fin. Los argumentos filosóficos ayudan a la comprensión de los problemas, pero no conducen a una fe firme, la cual es una cuestión de intuición y experimentación o prueba. Incluso la fe tiene diversos grados.

Espero que no nos contentemos con leer y entender el Corán, sino que tengamos una fe firme en cada una de sus palabras, porque es el Libro Divino el que reforma al ser humano para hacerlo, plenamente, una existencia creada por Dios de Su Ism ’Azam (Gran Nombre). Dios ha otorgado al ser humano todo tipo de facultades, pero muchas de sus capacidades se mantienen en estado potencial, dormidas. El Corán quiere elevar al ser humano de su posición deprimida a la altura digna de él. Para este propósito ha venido el Corán. Todos los Profetas han venido para ayudar al ser humano a salir de las profundidades del egoísmo y para que vea la luz Divina, de modo que todo su pensamiento se concentre solamente en Dios.

¡Quiera Dios concedernos ese favor también a nosotros!

Fuente:

Luz Interior

Primera publicación en inglés hecha por ANSARIYAN PUBLICATIONS en Qom, Irán, bajo el título LIGHT WITHIN ME

Primera edición en castellano, corregida y ampliada respecto a la versión inglesa. Hecha por Editorial Jorge Luis Vallejo, Buenos Aires, Argentina.

Revisada en diciembre de 1999. ISBN: 987.99481.9.X

Traducido al castellano por Abu Dharr Manzolillo

1997 -- Buenos Aires -- Argentina